Hemingway en una imagen de archivo con 'El Bombero Torero'. / archivo
MITO DE LA CULTURA

Un gigante llamado Ernesto

Se cumple medio siglo del suicidio del legendario e influyente escritor estadounidense, autor de 'El viejo y el mar' y Nobel de Literatura en 1954

MADRID Actualizado: Guardar
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Fue un gigante en muchos los sentidos. Uno de los grades narradores de su siglo encerrado en una poderosa anatomía que puso fin su vida hace ahora 50 años. Ernest Hemingway (1899-1961), Ernesto en España y Cuba, se encaró el cañón de su escopeta y se levantó la tapa de so sesos el 2 de julio de 1961 en su casa de Sun Valley. Ponía un final abrupto a una vida de novela en la que alumbró algunos de los grandes relatos del siglo XX.

Medio siglo después sigue muy viva el aura mítica de aquel gigante de barba blanca, pies de barro y voz de trueno. Boxeador adolescente, reportero precoz, cronista de guerra nómada y mujeriego, cazador y pescador, recio bebedor, amigo de los barbudo de Sierra Maestra y el novelista que inspiró con sus historias memorables películas. Un testigo privilegiado de su tiempo, dotado observador y aventurero en la estela de Mark Twain o Jack London, que se pasó a tiempo a la literatura para ganar el Nobel. Un ser legendario, tierno co máscara de duro. Un narrador que admiró al mundo, pero que jamás acomodó a su propia piel.

El mito de Ernest Hemingway se forjó en Europa, en buena medida en España -"no nací en España, pro no fue culpa mía"- y culminó en Cuba. Primero como cronista de las insidias bélicas en las dos guerras mundiales y en la guerra civil española. Luego como embajador de un carácter festivo y amante del riesgo que tiene su emblema en los Sanfermines y los toros. Su experiencia en la guerra civil y su paso por Pamplona inspiraron algunos de sus grandes libros, 'Por quién doblan las campanas' y 'Muerte en la tarde'.Aun hoy el rastro de su paso por España y Cuba alimenta el espíritu de sus muchos admiradores en todo los confines que buscan los hoteles donde se alojó en Madrid o Pamplona -el clausurado Suecia y La Perla-, peregrina a su mansión cubana de 'Finca Vigía' y a los escenario de su relato más universal el 'El viejo y el mar', pergeñado y escrito en aquella casa que es su santuario.

Allí sigue su máquina de escribir, en la que tecleaba siempre de pie y trasegando güisqui y ron. En la pared del cuarto de baño persisten los garabatos de aquel hombretón de 182 centímetros.Aficionado al boxeo y obsesionado con su peso, se subía a la báscula varias veces al día y anotaba el registro en la pared del baño.

Pasión y compromiso

Para los guardianes de su legado, la 'Hemingway Society', es el paradigma del "escritor moral" que supo vivir entre la pasión y compromiso. Lo evidencian su peregrinaje de juventud por Europa, con estancias en España, Italia o Francia y por África y el Caribe en su madurez. Unas experiencias que serían la base de sus narraciones.

"El periodismo es una profesión fantástica si logras dejarla antes de los 40", decía Hemingway. Con algún traspié, el logró pasar de la urgencia del cronista al tempo pausado del novelista. Con apenas media docena de novelas y medio centenar de relatos se convirtió en uno de los narradores más influyentes de su tiempo.

Nacido el 21 de julio de 1899 en Oak Park, un suburbio de Chicago. Su padre era un médico aficionado a la caza y su madre amate de la música. Practicante del rugby, el waterpolo y el boxeo, con 17 años Hemingway era ya reportero del 'Kansas City Star'. El empleo, que mantuvo apenas un año, supuso una impagable escuela para el estilo conciso y vigoroso que aplicó a sus crónicas primero y narraciones después. Antes de cumplir los veinte da su primer salto a Europa para conducir ambulancias en el frente italiano durante la primera guerra mundial. La metralla incrustada en sus piernas mantuvo indeleble el recuerdo de aquella experiencia. Regresó a Europa como reportero del 'Toronto Star'. Se instaló en el bullicioso París de los años veinte en los que brillaban escritores de la 'generación perdida' como Francis Scott Fitzgerald, John Dos Passos o Ezra Pound, todos asiduos de los salones parisinos de la adinerada escritora Gertrude Stein de quien aprendió que "un rosa es una rosa"

Republicano

Tras unos cuentos que pasan sin pena ni gloria, en esa década publica algunas de sus novelas más célebres, como 'Fiesta' (1926) y 'Adiós a las armas' (1929), donde explora su experiencia en la primera guerra mundial y en la bohemia parisina. Cuando estalla la guerra en España Hemingway se mete de nuevo en la piel del reportero para cubrir la conflagración como corresponsal en Madrid.

Fruto de aquellos años es la magistral 'Por quién doblan las campanas' (1940) que lo convierte en autor de uno de los primeros 'best sellers' a escala global. Antes había publicado 'Tener o no tener", base de otra mítica película de Howard Hawks, y una pieza de teatro y un el guion de un documental que testimonia su decidido compromiso con la causa republicana: 'La quinta columna' y 'Tierra española'.

Con el éxito de cara, aun regresaría a Europa como periodista para narrar en primera línea acontecimientos como el desembarco de Normandía de la y la Liberación de París de la ocupación nazi al término de la segunda guerra mundial. Se dejó ganar luego por el embrujo de África y se entregó con placer a la caza de grandes piezas. De nuevo plasma su experiencia en otra una novela 'Las Nieves del Kilimanjaro' (1960) que el cine convierte en un éxito universa. Su vida personal no fue menos tormentosa que la profesional. Antes de los cuarenta se había casado dos veces y tenía su base en Key West, al sur de Florida. Tras un tercer matrimonio -habría un cuarto- se instala en la Cuba de Batista, al otro lado del estrecho de Florida, donde podía seguir pescado y bebiendo. En 'Finca Vigía' concluye 'El viejo y el mar', conmovedora cónica de un día en el mar de un viejo pescador cubano.

El relato le proporciona el Premio Pulitzer en 1953 y allana el camino hacia el Nobel que se le concede un año después. Convaleciente de un grave accidente aéreo en África, no pudo viajar a Estocolmo a recogerlo.

A finales de los cincuenta la salud le pasa factura y cambia el esmeralda y azul del Caribe por el verde y el blanco de las montañas y la nieve de Idaho. Ketchum será su cuartel general y su tumba. Alcohólico, deprimido y recién diagnosticado de Alzheimer, pone fin a su vida como el escritor estadounidense más traducido y con tres novelas inacabadas. Con carácter póstumo se publica 'París era una fiesta' contrapunto a s trágico final en el que narra sus alegar estancia en la ciudad luz.