Una vida por y para el toro
Portador de uno de los apellidos más ilustres del olimpo taurino, el ganadero fue un gran teórico de la bravura
MADRID Actualizado: GuardarEl ganadero Juan Pedro Domecq Solís, fallecido en accidente de tráfico, sintió siempre una palpitante inquietud por el toro, en la búsqueda permanente de sus orígenes y métodos de selección, hasta conseguir lo que él llamó "el toro artista", reflejo de calidad y bravura.
Portador de uno de los apellidos más ilustres del olimpo taurino -su abuelo fundó en 1930 la ganadería Domecq comprando la ganadería Veragua, que a su vez era heredera del encaste "vazqueño", cuyo rastro hunde sus raíces 250 años atrás- Juan Pedro Domecq fue un gran teórico de la bravura, término que manejó siempre con especial sensibilidad y mucho optimismo. "El toreo se ha mantenido en una permanente evolución positiva en el que el ayer es siempre alcanzado por el hoy", sentenciaba Juan Pedro en su libro "Del toreo a la bravura", volumen que contiene una serie de estudios ganaderos y veterinarios muy interesantes desde un punto de vista científico y de investigación.
Defensor a ultranza de una teoría que combate los postulados mas agoreros, esos que según algunos mostraban un maravilloso ayer, un hoy decadente y un mañana casi muerto. "Es al revés", replicaba al explicar "de dónde venimos y qué hemos hecho hasta ahora".
Toro, torero y toreo son los tres vértices a partir de los cuales Juan Pedro Domecq defendió también esa creencia de que 'la Fiesta' de ahora, después de superar tantos desafíos y cambios, "tiene una salud de hierro". Su pálpito como "ganadero artista" ha sido incesante, manejando datos y postulados que han puesto siempre la genética al servicio del sentimiento. "El que tira de la bravura es el torero, que con sus exigencias al toro hace que el ganadero se tenga que quebrar la cabeza", dejó caer a modo de reflexión y análisis de la actual tauromaquia, con motivo de la aparición de su libro.
Para hacer buena tanta teoría, Juan Pedro Domecq fue también aficionado práctico, que toreó en muchas ocasiones, en tentaderos y no sólo en su propia ganadería, y más de una vez también junto a las primeras figuras del momento. Y su afición al toro y el campo le acercó también al mundo del caballo, en el que fue asimismo un reconocido especialista, como lo prueba que en 1979 ganó el campeonato de España de acoso y derribo. Un hombre que vivió por y para el toro, por las teorías que manejó, el trabajo que desarrolló y, como resultado de ambas, el ideal que deja.