El 'clásico' ya está en Europa
Cristiano saca tajada de un trámite que el Madrid resolvió con seriedad en Londres
Actualizado: GuardarTampoco hubo milagro en Londres y la semifinal fratricida entre los dos mejores equipos de Europa es una feliz realidad. El Real Madrid y el Barça se medirán en la madre de todas las eliminatorias, un duelo universal con pinta de final anticipada.
Los blancos completaron otro partido muy serio en White Hart Lane, ganaron con solvencia y demostraron su fortaleza continental. En su regreso a la elite después de ocho años de penurias, acumulan ocho victorias, dos empates, 24 goles a favor y solo tres en contra.
Números de campeón. En el plano individual, Cristiano mantiene su pulso con Messi. El argentino marcó en Ucrania y el luso, con la colaboración del portero Gomes, sumó sexto gol en esta competición. El único pero del Madrid fue la tarjeta a Carvalho que le impide jugar la ida ante los culés. Y la ausencia de un central de su jerarquía siempre se acusa.
Mourinho prefirió asumir riesgos de sanción o lesión que contribuir a la más mínima posibilidad de hecatombe. Entendió que reservar jugadores en Londres sería una negligencia, una falta de respeto al Tottenham, al orgullo inglés y a la mejor competición del mundo. Siguió los pasos de Guardiola en Donetsk y puso a los mejores. Salvo Di María, alineó a cuatro jugadores que estaban a una amarilla de perderse el primer asalto contra el Barça. Una decisión para el debate pero hasta cierto punto lógica. Si ven una amarilla en la ida, se pierden la vuelta, en teoría más importante.
Al técnico le pillaba el tren, sí o sí. Si rota porque no piensa en lo que toca y si no lo hace porque asume peligros evitables. Entendió el portugués que el Madrid no solo se jugaba la continuidad. También el prestigio, la imagen, favorecer la confianza y estabilidad del grupo y mantener una trayectoria inmaculada en esta 'Champions'. Lo más extraño del equipo, aunque tampoco es algo nuevo, fue ver a Marcelo como medio zurdo, con Arbeloa cubriéndole las espaldas. Los blancos salieron bien mentalizados, con buena presión para robar y alto ritmo de juego.
La consigna era evidente: se trataba de evitar que los 'Spurs' se vieran capaces de la gesta. Si desde el arranque les metes el miedo en el cuerpo, el sueño de remontada se queda en eso, en una quimera. Una falta lanzada por Xabi Alonso y una llegada de Özil, tras excelente combinación con Adebayor, enmudecieron White Hart Lane.
El alemán era el mejor jugador sobre el campo. El Tottenham tenía que marcar cuatro goles para forzar al menos la prórroga pero prefería jugar al contragolpe. Todos sus ataques buscaban a Gareth Bale, el vertiginoso zurdo galés que se forjó en el Southampton y por el que ahora preguntan grandes de Europa. Percutía tanto que Ramos se veía impotente para poder frenarse sin faltas. En un salto, el sevillano se pasó tres pueblos y le golpeó con la rodilla. El italiano Rizzoli le perdonó una amarilla por la que suspiraban los de Guardiola.
Ataques al juego limpio
El Tottenham atentó contra el 'fair play' del fútbol inglés al buscar penaltis más propios del 'calcio' o, por qué engañarnos, de la Liga española. Contactitos y 'piscinazos'. El primero de Bale, el segundo del croata Modric y el tercero, si acaso el más cercano al penalti, protagonizado por el ruso Pavlyuchenko, sustituto del 'pecador' Crouch. Redknapp no apeló a la heroica y prefirió jugar solo con un punta y mantener a Defoe en el banquillo. En realidad, el técnico local pensó solo en intentar ganar este partido y maquillar la eliminación, no en alcanzar las semifinales. Ni eso le salió bien.
Decayó el choque de forma paulatina. Solo acciones puntuales evitaban el bostezo generalizado. Y es que el fútbol, sin emoción, pierde su esencia. Se hace más rutinario que un matrimonio sin sexo. Hasta el descanso, solo hubo tres sobresaltos: el gol anulado a Bale por un fuera de juego previo de Modric, el tremendo cabezazo propinado por Albiol a Khedira que asustó a todos pero no tuvo consecuencias, y la amarilla a Carvalho por llevarse pierna y balón.
Tampoco Mourinho movió ficha en el arranque de la segunda mitad. Permaneció fiel a su plan A. Solo cuando Cristiano sorprendió a Gomes con un tiro lejano, vio el trabajo acabado y se centró en el Barça. El gol fue cómico. El portugués lanzó un obús desde unos 35 metros, pero el portero brasileño cometió un error de prebenjamín. Colocó las manitas, muy blandas, por delante, en vez de poner el pecho o despejar de puños. Y el balón se le fue hacia atrás. Corrió de vuelta pero ya ni un felino rectificaría. Poco después, Ramos se fue a la ducha. Hubiera sido demasiado medirse al Barça sin dos 'titularísimos', como diría Pellegrini en referencia a Raúl. El partido fue muriendo. Hasta el insaciable Cristiano y el insustituible Xabi Alonso descansaron en los minutos de la basura, cuando Defoe conoció de cerca a Casillas.