Guardiola se 'mourinhiza'
El entrenador del Barça transmite tensión, y hasta irritación, en un mes de abril que comienza caliente pese a los buenos resultados
Barcelona Actualizado: GuardarSi la cara de Pep Guardiola es el espejo de su equipo, el aficionado azulgrana puede estar muy tranquilo: el Barça no va a caer en la temida autocomplacencia, el pecado que acabó con la también exitosa 'era Rijkaard', en este mes de abril repleto de clásicos seguros (el de Liga en el Bernabéu y el de la final de Copa en Mestalla) y posibles (la semifinal de la Liga de Campeones). El técnico de Santpedor transmite tensión, incluso demasiada desde hace unos días, hasta el punto de que los más atrevidos ya le ven un parecido al José Mourinho de principio de temporada. Quizás no estén tan lejos uno del otro: el pasado sábado, por ejemplo, el portugués se 'guardiolizó' al acudir al vestuario del Sporting a felicitar a Manolo Preciado y sus jugadores tras el 0-1 de Chamartín, mientras que horas después el catalán se 'mourinhizó' al pedir a Víctor Valdés y Sergio Busquets que provocaran la quinta amarilla en El Madrigal para cumplir la sanción ante el Almería y poder jugar contra el Real Madrid el 16 de abril.
Pero ha sido con motivo del partido de ida de cuartos de final ante el Shakhtar Donetsk cuando Guardiola ha afilado los dientes, como buscando enemigos entre los medios de comunicación, donde predominan los aduladores, donde son mayoría los fieles a su filosofía. Resultados mandan... Dicen que el elogio continuado debilita y puede que por eso el entrenador del Barça haya cambiado de estrategia. No será el primer entrenador del mundo ni el último en utilizar a la prensa para su conveniencia. Si se exceden en las alabanzas antes de un partido importante, el mensaje a los jugadores está claro: ni caso a esa profesión que no sabe respetar a los rivales. Y si cambiaran las tornas y llegaran los 'palos', mucho mejor para un entrenador: así puede hacer 'piña' en el vestuario contra esa profesión que no sabe respetar al equipo propio.
En este caso ha tocado hacerse el irritado porque se ha menospreciado al equipo ucraniano y, lo que es peor, a Chygrynskiy, capricho personal que le costó a Joan Laporta 25 millones en agosto de 2009 y que Sandro Rosell devolvió por 15 al Shakhtar Donetsk en 2010 en contra de la voluntad del entrenador. Se intuye que a Guardiola le sentó fatal que los medios de comunicación se hicieran eco de un premio irónico que el Fòrum Manolo Clares, una peña del Barça que sabe divertirse con el fútbol más sufrido, entregó al central en el hotel de concentración del equipo ucraniano en Barcelona: un Balón de Chocolate, así, en mayúsculas, como parodia de un Balón de Oro por los servicios prestados. Chygrynskiy, culto y excelente persona, lo recogió con educación, pero la imagen, difundida por las televisiones, fue acompañada de comentarios de tono burlón. "Hasta se ha ridiculizado a Chygrynskiy", dijo Guardiola en su rueda de prensa previa al choque, sin tener en cuenta que los del Fòrum Manolo Clares (el nombre ya es indicativo) han premiado en las últimas campañas a Maxi López o Santi Ezquerro, entre otros.
Por eso, entre otras cosas, se puso serio y advirtió antes del pulso: "Estamos más fuera que dentro". Tras el 5-1 apareció en la sala de prensa recordando el sufrimiento de los primeros minutos, con varias ocasiones del Shakhtar, para dejar claro que seguía teniendo razón, algo que nadie le discute. Y volvió a recordar con toda lógica que la eliminatoria no está resuelta recurriendo al ejemplo del 3-1 en contra en el campo del Betis en los primeros minutos de partido tras el 5-0 del Camp Nou en cuartos de final de la presente Copa del Rey.
Todo lo explicó, con más o menos ganas que otras veces, en la sala de prensa minutos después de contestar casi con monosílabos a la entrevista tras el choque que está obligado a conceder a la televisión que tiene los derechos, el miércoles TV3, la autonómica catalana. No le importó que su imagen fuese criticada. Sabía que iba a ser así. Tiró de tópicos, algo nada usual en él, con cara de pocos amigos. Estaba enfadado y se esforzó en demostrarlo en unos pocos minutos muy tensos bien resueltos por el periodista: "¿Parece que no tiene ganas de hablar?", le preguntó. "No demasiadas", le contestó mientras se iba.