Los rebeldes agasajan a uno de los pilotos derribados
Una doctora egipcia, voluntaria en la causa antiGadafi, atendió al tripulante del F-15 de EEUU que se estrelló cerca de Bengasi
CORRESPONSAL. NUEVA YORK Actualizado: Guardar«Debe de ser la primera vez en el mundo árabe que un piloto estadounidense que sobrevolaba Libia fue rescatado del lugar en el que se escondía, en un corral de ovejas, por aldeanos que le abrazaron, le agasajaron con zumo y le agradecieron efusivamente que bombardeara su país», escribía ayer en el periódico 'The New York Times' el columnista Nicholas Kristof.
No es de extrañar que el primer sorprendido fuera el piloto, y que tardase lo suyo en confiar en aquellos extraños cuyo idioma ni siquiera entendía. Según el portal de noticias 'The Daily Beast', que publica la editora de la revista 'Newsweek', Tina Brown, el piloto del F-15E que se estrelló la madrugada del martes sobre Libia fue trasladado a Bengasi por las fuerzas rebeldes.
Eran las dos de la madrugada cuando Dina Omar, una cardióloga egipcia de 30 años entregada de manera voluntaria a la causa antiGadafi, apuraba los minutos frente al ordenador de un cibercafé situado en el hotel Fadeel, para mandar mensajes por mail y leer las noticias. Oyó el ruido de un motor, la algarabía de los curiosos, el trasiego en el pasillo.
En la mejor suite
Los empleados del hotel instalaron a su huésped americano en la mejor suite, le llevaron un ramo de flores y pidieron a la doctora egipcia que lo visitase. Omar, que habla inglés, encontró al hombre poco mayor que ella tumbado en un sofá, vestido de uniforme marrón y aún desconfiado. «Se sentía inseguro y en peligro», contó la mujer a 'The Daily Beast'. «No habló mucho».
El piloto rehusó el café que le ofrecieron pero permitió que le revisaran la pierna en la que tenía una contusión. La doctora egipcia le tendió dos tabletas de Panadol, un analgésico, que él se negó a aceptar hasta que ella se llevó dos a la boca. Pasaron unas dos horas hasta que Omar y los anfitriones se ganaron la confianza del asustado piloto. Primero, la doctora tuvo que enseñarle los vídeos que había grabado en su teléfono para demostrarle que no era una simpatizante de Gadafi y luego le bajó hasta el cibercafé para que intentase conectar con su familia por Skype. El hombre llevaba «una radio muy grande con una antena» que presumiblemente le había servido para informar a la base del accidente, pero el factor humano reclamaba la atención de sus seres queridos.
Desafortunadamente los hados cibernéticos no estaban de su parte e Internet no funcionó. Hizo falta que apareciera alguien con un teléfono satélite Thuraya para que pudiera completar la conexión. Solo entonces «comenzó a hablar y a sonreír», contó la joven egipcia. Al amanecer llegó un coche con civiles y desapareció para siempre. Cuando el periodista de 'Newsweek' quiso cotejar la historia con un hombre de negocios que se hospedaba en el hotel, Ibrahim Ismail, de 42 años, este miró molesto a la doctora. «Pensé que habíamos quedado en no hablar de esto», la increpó. «Era un hombre muy agradable, vino a liberar nuestro país», se limitó a decir ella.