El milagro que todos quieren copiar
El modelo económico de Japón llevó al país de la nada tras la Segunda Guerra Mundial a lo alto del ránking mundial
SHANGHAI Actualizado: GuardarPodría ser el escenario de una película de ciencia ficción. Los seres humanos están embutidos en trajes de plástico blanco y llevan la cara tapada con una mascarilla. A muchos ni siquiera se les ven los ojos tras las oscuras gafas que les protegen de la fuerte luz blanca que les permite encontrar errores. Solo se oyen el susurro de los aspiradores de polvo y el golpeteo mecánico de las cintas transportadoras sobre las que viajan los paneles LCD que produce Chilin Optronics. La fábrica podría estar en Japón, pero se encuentra en Tainan, una pequeña ciudad al suroeste de Taiwán. Sin embargo, el presidente del conglomerado empresarial al que pertenece Chilin, Richard Soong, reconoce que toda la inspiración de su negocio viene del país del Sol Naciente. «Creó un modelo económico que muchos países están tratando de reproducir en Asia y que ha conseguido convertir al continente en la punta de lanza de la globalización», comenta.
Muchos analistas se refieren al sistema económico asiático como una formación de gansos, que vuelan para dar caza a Occidente con uno marcando el camino, Japón. «El país demostró que con arduo trabajo y grandes inversiones en Educación, y no en Defensa (solo el 1% del PIB), se podía llevar a la elite mundial un país hecho pedazos», apostilla Soong.
Así quedó el archipiélago cuando el emperador Hirohito reconoció la derrota en la Segunda Guerra Mundial. Las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki pusieron con su inédita devastación punto final al imperialismo nipón que, como el alemán, se había apoderado de gran parte de su continente. Y, como los germanos, los nipones se replegaron a su territorio, pusieron manos a la obra y tuvieron que reabrir su fortín a los extranjeros, algo que no se había hecho hasta el shogunato de los Tokugawa, en 1854.
Conscientes de que no podían competir en tecnología con Occidente, buscaron un modelo que tenía su fortaleza en la fabricación de bienes de calidad aceptable y costes de producción menores. 'Made in Japan' se volvió una segunda opción que fue ganando adeptos entre la población con menor poder adquisitivo de todo el mundo.
Exportaciones y alta tecnología
Las exportaciones se convirtieron en protagonistas de la economía nipona, y lo mismo sucedió con la transferencia tecnológica por una ley de 1950 que permitía importar elementos de alto valor añadido con aranceles muy bajos. «Japón aprendió rápido», explica el presidente de DTR, que produce sofisticados elementos de automoción en Corea del Sur. «Comenzaron copiando los diseños de fuera y fabricándolos más barato. Pero no se quedaron ahí y consiguieron no solo ponerse a la par sino innovar». Así se inició, en la década de 1950, la segunda revolución industrial del país, centrada en la modernización de las fábricas y en el espectacular aumento de la productividad.
El Gobierno se volcó y abrió las arcas del Estado para invertir en industria y educación. Tenían preferencia sectores clave en los que ahora Japón es líder, como automoción y electrónica. La energía se convirtió en un problema, dados los escasos recursos del archipiélago, así que los dirigentes desarrollaron uno de los planes nucleares más ambiciosos del planeta, el mismo que ahora hace tambalear la economía.
El 'milagro de Japón' se confirmó a mediados de los 60. Fue un 'boom' sin precedentes que sentó las bases sobre las que ha crecido la economía nipona. Legislación clara, corrupción cero, infraestructuras excelentes, productos de calidad, interconexión casi perfecta entre fabricantes y proveedores, jerarquía sin fisuras, educación de vanguardia, trabajo para toda la vida y una liberalización que impulsó el PIB y el consumo a una velocidad desconocida para una potencia de su tamaño: el 10%. Así consiguió hacerse con la plata de la economía mundial en 1968. Y sólo un gigante mucho mayor, China, consiguió quitársela el año pasado siguiendo un camino similar al marcado por Japón.
Corea y Taiwán
Claro que con las espectaculares tasas de crecimiento de los 70 y los 80, en algún momento los japoneses iban a conseguir su objetivo de crear un Estado de bienestar comparable al de Europa occidental y EE UU. 'Made in Japan' se puso a la altura de 'Made in Germany', y en los 80 tuvo que empezar a enfrentarse a la competencia del 'Made in Taiwan' y del 'Made in Korea'. Ambos territorios, mucho más pequeños, decidieron que lo mejor era volar tras el ganso líder sin adelantarlo, y apostaron por el mismo método. «Ahora ya nos hemos puesto a un nivel similar al de Japón», afirma Richard Soong, que esconde en la manga varios avances espectaculares, como el de una pantalla del grosor de un envoltorio de plástico que, como éste, puede doblarse y guardarse en un bolsillo.
Sin duda, la 'década perdida' del archipiélago nipón, que comenzó con la crisis de 1991, ha ayudado al auge de los 'tigres asiáticos' y al despegue del Gran Dragón. Los 90 fueron años de estancamiento en los que el crecimiento del país cayó hasta poco más del 1%. Apareció el fantasma de la deflación, todavía hoy muy presente, y el siglo XXI ha traído muchos más quebraderos de cabeza que el del maremoto y posterior tsunami del viernes.
Convertido en uno de los países desarrollados más caros, ahora son las empresas japonesas las que deslocalizan producción y servicios a sus principales competidores. Ayer, la televisión china CCTV informó de que los vehículos de algunas marcas niponas se han encarecido en torno a un 2%, y uno de los comentaristas del estudio se preguntaba por qué, «si casi todos están hechos en China».
Mientras el gigante asiático vive una euforia económica sin precedentes en la historia, en Japón los valores tradicionales se erosionan y provocan inquietud entre la población, sobre todo la más joven, enfrentada a un paro que roza el 5%, desconocido desde hace décadas. «Tenemos que rediseñar nuestro modelo económico. El problema es que no sabemos cómo», se lamenta Rinko Kanazawa, estudiante de Económicas de la Universidad de Tokio. Aunque el declive del país se ha agudizado con la crisis de 2008, el seísmo del viernes ha demostrado que las décadas de desarrollo sostenido y en la dirección correcta no pasan en vano. Y, como apunta Kanazawa, «quizá sea esta la tragedia que nos impulse a buscar una nueva vía, porque Japón siempre da lo mejor de sí ante situaciones como esta».