Adiós a Carlos Edmundo de Ory, poeta insurrecto y libérrimo
Fundador del 'postismo' y padre de los 'aerolitos', la suya fie una de las voces poéticas más singulares, insumisas e inclasificables de las letras hispanas
MADRID Actualizado: GuardarSeguirá trabando versos desde el más allá. Así lo prometió en su día Carlos Edmundo de Ory, poeta insurrecto cuya singular y libérrima voz se ha apagado para siempre en la localiza francesa de Thezy-Glimont, donde este gaditano nacido en 1923 se inventó su segunda vida. Amor y dolor fueron las fuerzas que ordenaron la vida y la poesía 'disidente' de Carlos Edmundo de Ory, un ser inclasificable que jamás se dejó atrapar por las normas de la convención pero que sucumbió a las garras de la leucemia con 87 años.
Irónico, jocoso y sarcástico, siempre vital, lúcido y risueño, el de Ory que prometió "hacer sonetos desde la tumba" murió en su casa, como quería. Se dijo siempre "hombre antes que poeta" y defendió que "no se debe llamar poeta al poeta auténtico, porque es simplemente un hombre que habla de otra manera, de un modo especial". "Vivir toda la vida con el nombre de poeta es ridículo", sostenía. Carmen Caffarel, directora del instituto Cervantes, lo despedía hoy como "uno de los poetas malditos más relevantes del siglo XX" y "el rebelde por excelencia de la poesía española". Su legado quedará en su Cádiz natal, donde se instalará su fundación.
Uno de los poetas más raros y originales de la segunda mitad del siglo XX, creador del 'postismo' y padre de los 'aerolitos', protagonizó de Ory una aventura creativa sin par que lo mantuvo activo hasta hace nada, siempre lejos de cualquier cenáculo. "Me van a perdonar, pero yo no entiendo el mundo", anticipó como declaración de intenciones el siempre risueño poeta al presentar hace seis años la antología que el crítico, catedrático y poeta Jaume Pont elaboró para Círculo de Lectores-Galaxia Gutenberg. Bajo el título de Música de lobo -título tomado de un poemario olvidado de 1970- era la más extensa y completa publicada sobre su obra realizada a lo largo de casi siete décadas y sustanciada en un veintena de títulos
Solispsita, apátrida y hereje
Hijo del poeta modernista Eduardo de Ory, Carlos Edmundo escribió sus primeros versos con catorce años. Publicó Versos de pronto en 1945, el mismo año en que fundó con Eduardo Chicharro y el italiano Silvano Sernesi el 'postismo', movimiento estético literario que conmocionó el erial intelectual de la posguerra dando una vuelta de tuerca al surrealismo.
Autoexiliado después en lo poético y lo político, desapareció del mapa hasta 1963, cuando regresó a la arena poética con Los sonetos. Erró por Francia y Sudamérica para a partir de 1969 publicar el fruto de tantos silencios. Música de Lobo, Técnica y llanto, Los poemas de 1944, Poesía abierta, Metanoia, Lee sin temor, Energeia, La flauta prohibida, Miserable ternura, Soneto vivo, Sin permiso de ser ángel o Las patitas de la sombra son los títulos que se sucedieron en su bibliografía. Publico también prosas como El bosque. El alfabeto griego, Basuras y Del caballero, la muerte y el diablo.
Una obra que, como se inicio, se clausuraba con una selección de 'aerolitos', los certeros aforismos poéticos que facturaba el poeta y algunos de los cuales leyó el día que dejó en 2007 su legado para la posteridad en la 'Caja de las letras' del instituto Cervantes: La poesía es un vómito de piedras preciosas, La risa es el sexo del alma o Yo soy el limpiabotas del verso. Su legado reposa en dos cilindros de cartón en la caja 998 y no se abrirá hasta 2022.
La suya fue/será una poesía libre e independiente, siempre al margen de las tendencias dominantes y de componente ora barroca ora simbolista y surrealista, pero siempre en vanguardia. La obra más que singular de un poeta que desde la vida que reinventó en Francia, junto a su esposa Laure-Denisse Lachéroy, se definía a sí mismo como "solipsista, apátrida y rabiosamente hereje".
De su azarosa vida dan cuenta el millar largo de páginas de sus diarios, tres volúmenes con entradas entre 1944 y 2000. "Antes que diario deberían llamarlo nocturnario, porque escribo siempre de noche", precisaba divertido de Ory, que muy rara vez dejó su casa francesa para aparecer en público. A sus obras completas las tenía por incompletas por la sencilla razón de que nunca lo serán. "Haré sonetos desde la tumba, de modo que esas obras deberían incorporar mis poemas desde el más allá para ser completas", bromeaba este "ciudadano del mundo" cuya vida y obra bascularon entre "amor y dolor". Son las palabras que lo resumen todo” decía el poeta-hombre que se quejaba por "el gran dolor que respiramos y ante el que aúllo como un lobo".
Droga y yoga
Dando la vuelta a la famosa frase que Hobbes tomó de Plauto y, de paso, a toda convención, sostenía De Ory que "el lobo es un hombre para el lobo". Aseguraba que el erotismo y el deseo no se apaciguan con la edad y que la poesía era para él "mi droga y mi yoga". "La poesía la hace el cosmos y en el cosmos hay de todo", dijo un de Ory que se negaba a hablar del pasado y de su exilio. "Yo nunca dejé España, fue España la que me dejó a mí, y no tengo que reconciliarme con nadie". "Lo peor del paso de los años es acarrear una carreta cargada de muertos muy queridos", zanjaba la cuestión.
Su última cita editorial tuvo lugar en 2007, cuando publicó El enterrador de vivos un trabajo multimedia que incluía un documental, docenas de dibujos y un disco con sus poemas interpretados por Luis Eduardo Aute y Fernando Polivieja.
Para su antólogo, el catedrático de filología hispánica Jaime Pont, la poesía del gaditano "ocupa un lugar de disidencia e independencia" y "ha escapado a las clasificaciones canónicas que establece la historiografía literaria, un canon eminentemente realista que deja poco espacio a la libertad de creación y la disidencia". Una poesía inetiquetable que recorre una tradición "que va del romanticismo alemán al simbolismo para llegar a las vanguardias y el surrealismo" y que está "en las antípodas del mercadeo posmoderno, los redobles públicos y los espacios mediátcos y en conexión con Novalis, Baudelaire, César Vallejo, Juan Eduardo Cirlot y Francisco Pino".
"Su centro unificador es el principio amoroso, que actúa como un imán que lo atrae todo. Su poesía erótica es sin duda la más importante de la España del siglo XX", según el profesor Pont. "Lo carnal y lo espiritual se unen y con esa aproximación de lo corporal y lo sensual se aproxima a su vez a la místico", aseguraba Pont, que aseguró haber hecho una antología "más cualitativa" y haber optado por los poemas más representativos de la vasta obra del poeta.