crisis en el ejecutivo

El abrazo de las vicepresidentas

El pleno de Presupuestos en el Congreso se convierte en un acto de despedidas y felicitaciones a los ministros afectados por la crisis de Gobierno

MADRID Actualizado: Guardar
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Un sentido y prolongado abrazo entre la todavía vicepresidenta primera, María Teresa de la Vega, y la vicepresidenta segunda, Elena Salgado, en medio del cerrado aplauso de la bancada socialista puesta en pie, fue el colofón, sobre las 10:20 horas, del debate de totalidad de los Presupuestos de 2011, que en su segunda jornada, la del miércoles, se transformó en el pleno de la crisis de Gobierno.

Fue el particular homenaje de sus compañeros a De la Vega, que abandonará el banco azul tras seis años y medio como número dos del Ejecutivo y que prefirió entrar en el Congreso por la puerta trasera. La crisis de Gobierno arrebató todo el protagonismo a los Presupuestos y a Salgado, que abandonó como pudo el hemiciclo, empujada por una marea de periodistas y cámaras que ni la vieron y sólo buscaban al protagonista del día y nuevo segundo hombre fuerte del gabinete, Alfredo Pérez Rubalcaba, que prefirió, pese a todo, no hacer declaraciones.

La jornada empezó con la entrada, sobre las 9:55 horas, de José Luis Rodríguez Zapatero en el Palacio del Congreso, que ante las preguntas de decenas de periodistas contestó con un falso “no sé” a la inminencia de una gran crisis de Gobierno. Tenía que guardar las formas hasta que unas horas después informase al Rey. Dio igual, nadie en el hemiciclo escuchó ni al portavoz del PNV, Pedro Azpizu, ni al del PSOE, José Antonio Alonso, en su defensa del proyecto de cuentas públicas, ni las contestaciones de Salgado. La cámara era un hervidero de conversaciones, con intercambio de noticias y de mensajes de móviles. El banco azul parecía la sala de recibir, con un constante ir y venir de diputados que felicitaban o animaban a ministros salientes y a otros que escalaban posiciones.

El presidente del Congreso, José Bono, interrumpió el pleno en al menos tres ocasiones para pedir silencio y respeto hacia los intervinientes de la tribuna y para aconsejar a quien estuviese en otras cosas que aprovechase la complicidad de la cafetería. Su éxito, esta vez, fue más bien escaso y él mismo dejó la presidencia y se bajó al escaño de Zapatero para que el presidente la contase de primera mano las novedades.

Durante la hora y media que duró el pleno, dos fueron los protagonistas en el banco azul y en la cámra. Trinidad Jiménez, que dejará Sanidad para pasar a Asuntos Exteriores y que no paró de recibir felicitaciones, y Pérez Rubalcaba, el nuevo rey de la bancada. Se percibía de manera evidente el nuevo trato y la deferencia que anticipaban sus gruesos galones. José Blanco, desde hoy con un poco menos de peso y proyección en el Ejecutivo, seguía a un metro de distancia el besamanos al nuevo vicepresidente primero con cierta indiferencia y quizás algo de celos, que, no obstante, disimulaba enfrascado en la lectura de un gran montón de informes y documentos, como si la escena no fuese con él.

Mariano Rajoy, una vez, más optó por el perfil bajo. Se perdió todo el debate y llegó al escaño un minuto antes de la votación, la que rechazó su enmienda a la totalidad a los Presupuestos. Se marchó discretamente y sin ser visto por el mismo camino que había llegado, la puerta trasera del hemiciclo que conecta mediante un pasadizo interno con la zona de despachos y protege a los diputados que así lo quieren de las cámaras y focos.