El comandante general de la Policía de Ecuador , Freddy Martínez./ Efe
crisis política

El jefe de Policía renuncia, mientras la situación se normaliza en Ecuador

"Los agentes, que estamos llamados a mantener el orden y la tranquilidad ciudadana, ayer provocamos desorden", admite Freddy Martínez

QUITO Actualizado: Guardar
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El jefe de la Policía de Ecuador, Freddy Martínez, ha renunciado a su cargo, mientras se normaliza la situación en el país después de que agentes sublevados mantuvieran retenido casi un día entero al jefe de Estado, Rafael Correa. Martínez, quien será sustituido por el general Patricio Franco, había intentado calmar los ánimos durante la jornada, en la que una protesta de policías de tropa por un proyecto de ley que les reduce los beneficios salariales derivó en un intento de golpe de Estado, a juicio del Gobierno.

Pese a sus esfuerzos del día anterior, el jefe policial ha presentado su renuncia porque "un comandante irrespetado, maltratado, agredido por sus subalternos no puede quedarse al frente de ellos", según ha dicho en una rueda de prensa. Al mismo tiempo, Martínez ha pedido al Gobierno la revisión de la propuesta que desencadenó los disturbios, como también ha hecho el jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas de Ecuador, el general Ernesto González. El Ejecutivo, de momento, no se ha pronunciado al respecto.

Martínez ha dicho que sospecha que en las protestas hubo infiltrados externos que no eran policías y que llevaban el rostro cubierto. Mientras, Correa ha apuntado a personas vinculadas con el ex presidente Lucio Gutiérrez como instigadores de la sublevación policial, pero éste lo ha negado. El cerco de los sublevados al hospital donde estaba el presidente, y donde permaneció retenido once horas, terminó violentamente el jueves por la noche, cuando miembros de la Fuerza Terrestre del Ejército y del Grupo de Operaciones Especiales (GOE), un cuerpo de la Policía leal a Correa, se enfrentaron a los agentes sublevados y rescataron al mandatario.

Cinco fallecidos

Al menos cinco personas han muerto, entre ellas dos policías, y otras 193 han resultado heridas en las revueltas. Dos policías y un civil murieron en Quito, mientras que otras dos personas perecieron en distintos incidentes registrados en Guayaquil, la segunda ciudad de Ecuador, según ha confirmado el ministro ecuatoriano de Salud, David Chiriboga, en declaraciones al diario local 'El Comercio'. El presidente de Ecuador ya ha decretado tres días de duelo nacional por estas muertes. Tan solo en los hospitales de la capital ecuatoriana los centros de salud atendieron a 193 personas "por heridas de proyectiles", ha precisado Chiriboga. Al menos 132 de ellos tenían heridas leves, 43 se encuentran fuera de peligro aunque en observación, mientras que 16 pacientes están "graves" y otros seis fueron ingresados en cuidados intensivos.

Unos de los oficiales ha sido identificado como Froilán Jiménez, de 28 años, que falleció durante el operativo de rescate de Correa. El oficial murió en medio de una batalla en la que militares y policías se enfrentaron a tiros y se lanzaron gases lacrimógenos.

Mientras, la normalidad vuelve lentamente a Quito y Guayaquil, las ciudades donde se registraron los mayores disturbios el jueves, y sus aeropuertos funcionaban con normalidad. Pero se mantiene el estado de excepción, cuya declaración puso el jueves en manos de las fuerzas armadas la seguridad interna y externa, y las escuelas del país siguen con las puertas cerradas.

La Plaza Grande, donde está ubicado el palacio de Carondelet, sede del Ejecutivo, estaba acordonada por un numeroso contingente de militares, al tiempo que en las calles aledañas se congregaban decenas de seguidores del jefe de Estado. "Vinimos a apoyar al presidente de la república. Lo de ayer fue catastrófico para el país", dijo Luis Coronel, de 55 años, que viajó durante la madrugada desde Santa Elena, a 500 kilómetros de Quito, con otros 30 vecinos de esa localidad.

Las huellas de la revuelta

Al otro lado de la ciudad, en el hospital de la Policía de donde fue rescatado Correa, la luz del día reveló los restos de la violencia del día anterior: puertas y sillas rotas, agujeros de bala en ventanas y paredes, y manchas de sangre. El suelo de la entrada al hospital estaba totalmente cubierto de pequeños pedazos de vidrio, al igual que otras zonas del edificio, donde muchas personas dicen haber pasado ayer "por una las peores experiencias" de sus vidas.

Una de las empleadas del hospital reclamaba a la imagen de un niño Jesús que da la bienvenida a los visitantes por considerar que "no cuidó" el edificio, en tanto que la recepcionista le agradecía por haberlos salvado de lo que pudo ser una tragedia. El olor a gas lacrimógeno permanece en el hospital y todavía afecta a los ojos y la nariz, incluso el día después de que terminara el enfrentamiento. En el suelo del primer piso del hospital, octavillas llamando a unirse a la familia policial en la lucha por sus "derechos" recordaban el origen de la protesta.