Goles y monjas espadachines
Los ruteros celebran los goles de Villa tras las huella de Catalina de Erauso, 'la monja alférez'
enviado especial a ORIZABA (MÉXICO) Actualizado: GuardarEl clamor por 'la Roja' se sintió con fuerza en Orizaba. Los jóvenes de la ruta Quetzal BBVA celebraron con entusiasmo los goles de Villa en la ciudad de las sonrisas y las aguas alegres, al pie del imponente volcán Orizaba, con sus casi 5.600 metros el pico más alto de México y el quinto del continente. Habían llegado hasta allí siguiendo el rastro de Catalina de Erauso, la 'monja alférez', personaje de rompe y rasga al que los ruteros homenajearon con la inauguración busto que la recuerda en el Archivo Histórico esta bulliciosa y colorista ciudad del estado de Veracruz que habitan 200.000 almas.
En el corazón de su casco histórico se alza el palacio municipal donde Miguel de la Quadra Salcedo, escoltado por ruteras espadachines, hizo entrega al alcalde de la 'Makila', el bastón de mando del los alcaldes vascos y en recuerdo de la monja peregrina y travestida que se ganó su sitio en la historia en esta cálidas tierras, donde descansan sus restos. Antes de jalear las maravillas de Villa y afearle su fallo -vieron la segunda mitad del partido en el Casino Español de Orizaba-, y viajar a Córdoba, cuna de la independencia Mexicana, los ruteros conocieron en detalle las andanzas de la inefable Catalina de Erauso, nacida en San Sebastin en 1592 y fallecida en Cuitlatxla en 1560.
Olvidado
Curioso y olvidado personaje esta mujer que vivió y luchó como un hombre. En una época donde se condenaba a las féminas a los fogones y los conventos, Catalina se rebeló para llevar una vida plagada de peripecias y aventuras que De la Quadra quiso evocar. Hija del militar Miguel de Erauso, y de María Pérez de Gallárraga y Arce, a los cuatro años fue internada en un convento. Tras una adolescencia entre rezos, crucifijos y mortificaciones, una discusión con una novicia motivó su huída del convento. Con 15 años, colgó los hábitos y, disfrazada de labriego, cruzó las puertas del convento para no regresar jamás. Vivió en los bosques se alimentó de hierbas y bayas. Viajó de aquí para allá temiendo ser reconocida, siempre vestida de hombre y con el pelo rapado.
Bajo los nombres de Pedro de Orive, Francisco de Loyola, Alonso Díaz, Ramírez de Guzmán o Antonio de Erauso se movió por España hasta embarcar hacia el Nuevo Mundo en Sanlúcar. Recalo en Perú, desempeñó diversos oficios, y viajó a Chile, donde, al servicio del rey de España, guerreó en la conquista.
Pendenciera
Hombruna, valiente y diestro espadachín, alcanzó el grado de alférez sin desvelar nunca su secreto. Pendenciara y jugadora, era, como sus compañeros de armas, amante de los caballos, los galanteos con mujeres y las trifulcas. En una de ellas, en 1615 en Concepción, hirió de gravedad y sin saberlo a su hermano Miguel.
Detenida en Perú por otra pendencia, confesó ante el obispo Agustín de Carvajal que era mujer y monja en fuga. Las matronas comprobaron que además de mujer, era virgen. De regreso a España Felipe IV le confirmó su graduación y le autorizó a emplear nombre masculino. El Papa Urbano VIII la recibe en Roma y le autoriza a vestir como varón. En 1630 viaja de nuevo a América y se instala en México. Negocia con el transporte de mercancías entre la capital y Veracruz hasta su muerte cerca de Puebla en circunstancias nunca aclaradas quince años después.