El Atlético sobrevive al infierno de Anfield
Un gol milagroso de Forlán rescata a los rojiblancos en la prórroga y les conduce a su quinta final europea, la primera en casi un cuarto de siglo
LIVERPOOL Actualizado: GuardarUn gol de Forlán en la prórroga, cuando el Atlético agonizaba extenuado, roto, sin fe, preso del embrujo de Anfield y de un Liverpool menor pero rocoso, metió a los rojiblancos en su quinta final europea, la primera en 24 años. Algo tan increíble que los más supersticiosos atribuyen a la flor de Quique, quizá por su pasado madridista. Desde aquel baño recibido por el Dinamo de Kiev de Blokhin y Zavarov en Lyon, los 'colchoneros´ no sentían nada parecido.
El u-ru-gua-yo, discutido toda la temporada, salvó de paso el orgullo español en Europa. Y el himno del Atlético sonó al final con más fuerza que el You´ll never walk alone. Agarrado a su flor, el caso es que el Atlético caminó a través de la tormenta y mantuvo la cabeza alta hasta encontrar la luz del sol. Y su gente recordó a Torres casi tanto o más que su hermanada hinchada 'red´. Le ovacionó desde que llegó al estadio una hora antes del comienzo y asomó detrás de la portería en la que estaba la hinchada del Calderón.
Al Atlético le sonrió esta vez la suerte, el destino. Pasó al gran duelo del 12 de mayo en Hamburgo pero, en honor a la verdad, le faltaron casi todos los argumentos que requiere un equipo grande de verdad. Careció de fútbol, de creación en el centro del campo, de profundidad, de rapidez y en muchos momentos de convicción. Hasta que ya se vio ahogado y su técnico recurrió a Jurado. El Atlético dominaba en la segunda mitad y parte de la prolongación al rocoso Liverpool pero no se le veía capaz de marcar en un duelo que parecía de hombres contra niños. Es verdad que Quique no buscó cambiar el signo del partido tirando de banquillo mucho antes, pero desde que llegó ha jugado casi con los mismos. Y ya tiene mérito que este equipo haya disputado más partidos que nadie escar explicaciones razonables.
"Sudaremos sangre. Es un partido para héroes". Gerrard, el líder de este Liverpool incluso en su peor versión, sabía lo que se decía en la víspera. "Ellos tienen un gol pero nosotros, Anfield", apostillaba Benítez. Ciertamente, cuando uno escucha el rugir de un escenario centenario, con una acústica extraordinaria, siente sus pelos como escarpias. La célebre canción de guerra enciende el corazón de los 'reds´, humedece los ojos y provoca temblores en los adversarios.
Intensidad y nerviosismo
Por la atmósfera, por el sentimiento de la gente y por el inmenso orgullo 'rojo´ de un club con cinco Copas de Europa, el arranque aquí es brutal. Quique desplegó todo su arsenal para la batalla, puso a sus dos puntas y ordenó frenar esa ofensiva inicial con personalidad, atención y posesión de balón, pero el Liverpool arrinconó de tal modo al Atlético que lanzó tres corners en un minuto. Menos mal que De Gea salió bien de puños después de abortar con el pie un disparo de Benayoun a los nueve segundos. Fundamental que un guardameta casi menor de edad acierte en las primeras intervenciones y transmita seguridad a su tropa, entonces intimidada, incapaz de dar tres pases seguidos y vulnerable sobre todo en ambos laterales. Valera sufría con Babel. El murciano ofrece menos garantías que Ujfalusi, un viejo guerrillero que se necesitaba en Anfield más que nunca. Y Antonio López no podía con Benayoun y Mascherano, sorprendente carrilero anoche.
El planteamiento del técnico madrileño provocó más problemas a los madrileños. Al carecer de un ariete definido, ya que Torres no estaba y a Ngog casi ni se le espera, pobló el campo de medios puntas. Kuyt bajaba a recibir y Gerrard y Aquilani ejercían con bastante libertad. Domínguez estaba atento a los cortes desde la cueva, pero Assunçao y Raúl García no se hallaban y tampoco recibían las ayudas necesarias de Reyes y Simao. Así llegó el gol justo antes del descanso. Tras un rápido avance de Benayoun por su autopista, un excelente pase atrás y el remate del italiano llegando desde atrás.
Una pena ese tanto porque, sin hacer nada extraordinario, el Atlético ya vivía algo más desahogado e incluso se acercaba a los dominios de Reina, cuyos gritos de ordeno y mando retumbaban hasta en la vecina Manchester. Agüero, quien se las tuvo tiesas con Carragher, pudo batirle pero se escoró demasiado tras driblarle, y Raúl García le obligó a lucirse tras tiro lejano. Poco de todos modos para los rojiblancos, que habían resoplado cuando el asistente levantó la bandera tras un cabezazo de Agger con resultado letal.
El ritmo de los locales decayó en una reanudación muy floja, carente de grandes ocasiones. Cerraron más las filas con la eliminatoria empatada y apretaron los dientes sobre todo en defensa. Evitar riesgos era su máxima. Pero cuando salían al contragolpe corrían como fieras. Y los madrileños sufrían para sacar el balón de atrás, para manejar los tiempos en el centro del campo y para desbordar. Simao y Reyes, lentos y cansados de tanto correr hacia atrás, no se iban de nadie.
Faltaba un creador como Tiago, no inscrito en Europa, y un enganche tipo Jurado. Quizá también Salvio, que venía de marcar dos goles ante el Tenerife, en su estreno como titular. Pero está visto que a Quique le cuesta un mundo mover ficha, tanto que no lo hizo hasta la prórroga, y cuado ya todo parecía perdido tras el gol de Benayoun. Sus críticos dicen que es un gran entrenador para el día a día pero que no lee bien los partidos. Pero cogió un equipo muerto y lo lleva hacia la gloria.