Playa

El verano de los nómadas

Recorremos uno de los mercadillos de Los Caños en estos tiempos de Covid

Entrada al mercadillo de Las Dunas EC

Elena Carmona

Pepe es de Jerez pero está pasando el verano en Los Caños, donde monta su puesto de artesanía . Pepe es feliz con esta vida de nómada que lleva, participando durante los meses de invierno en las ferias y jornadas medievales con su puesto y todos sus utensilios. Con su taller a cuestas ha vivido este verano del Covid vendiendo plata, cuero y bisutería . «Es una manera bonita de vivir la vida, siendo artesano». Es su primera experiencia en el llamado Hippy Market , ubicado junto al emblemático chiringuito de Las Dunas , en la carretera de acceso al Faro de Trafalgar, en Los Caños .

Se ha hecho cargo del puesto de Karina Alejandra, una artesana de origen argentino que lleva muchos años vendiendo su artesanía en esta playa gaditana. Su vida la llevó a unirse a Satranga Colaluga, de origen italiano, español e indio. Ellos durante los últimos años tenían uno de los puestos del Hippy Market de Los Caños, pero este año han faltado a su cita. Tras viajar a Goa (India) como todos los meses de octubre, el confinamiento y el coronavirus les ha impedido volver a España para la temporada de verano. Ellos t rabajan para vivir, sin pretensiones ni ambiciones , y en el último año aumentaron su familia y ya han incorporado esta vida nómada acompañados por su pequeño.

Pepe asegura que la venta ha bajado «mogollón» con el Covid-19, el turismo de fuera de España apenas si se ha visto . Sin embargo, en Los Caños considera que «nos ha ido medio bien» porque el turismo es autóctono y ese no ha fallado . Cree que en comparación con otros años las ventas han llegado al 70 por ciento.

En estos mercadillos también hay puestos de los que llaman « mercadere s», que son aquellos que montan un puesto de ropa que compran a mayoristas o bisutería de todo tipo, bolsos, chanclas, pañuelos, bañadores y bikinis ... Un sinfín de productos que se meten por los ojos del visitante al mercadillo. Lau, encargada de uno de los puestos, aseguraba tras llevar dos años que «para lo que nos esperábamos, ha estado de lujo, en relación con el año pasado no tiene comparación ». Ella es de Puerto Real, pero vive en Los Caños. «El año pasado la gente venía a disfrutar y este año con eso del distanciamiento social, de las reducciones horarias, han aprovechado mucho más para visitar el mercado. Vienen muchas familias con niños y pandillas de amigos ».

Candela lleva diez años dedicándose a la artesanía y es una de las que se sienten más afectadas por el Covid . « No hay mercados ni ferias medievales, no podemos trabajar . Lo único que nos permiten es este tipo de mercadillos y no sabemos qué pasará en Navidades ». Ahora se plantea abrir su mercado a través de l as redes sociales para continuar vendiendo sus trabajos .

Con sus mascarillas puestas atendían a los visitante s que venían buscando un recuerdo de su estancia en Los Caños, un regalo para un amigo o simplemente un detalle que los distinga.

Bea coloca su puesto a las afueras del mercadillo . Es catalana afincada en Los Caños desde hace cerca de diez años. «El verano está siendo muy raro. No hay regularidad, algunos días han sido buenos y otros malos . En invierno fabrico lo que voy a vender y luego hago festivales y mercados medievales, pero este año nos quedamos sin ninguno, así que aprovecharé al máximo el buen tiempo para continuar montando el puesto». Desde primeras horas de la mañana descarga su mesa y sus trabajos en cuero y plata, montando un expositor que se distinga del resto de los que se le colocan alrededor.

Este año se han sumado muchos más puestos a lo largo de la carretera del Faro: cuadros, atrapasueños, esculturas en alambre de hierro... Hay muchísima diversidad que acompaña al paseo dándole un ambiente colorista a la zona del pinar.

Otro de estos nómadas declaraba que «el Covid ha sido una experiencia que se esperaba peor, ha sido mala a nivel comercial para haber sido verano pero ha sido positiva». Este verano, los vendedores se aliaban para imponer un orden y asegurar el distanciamiento que permitiera a los clientes acercarse a los puestos en un clima de confianza . Uno de los puestos lo monta una malagueña que se autodefine como una de «las artesanas radicales. Nos llaman así a los que no hacemos nada de reventa y la materia prima llega en bruto y sólo usamos herramientas manuales, sin uso de la electricidad».

El mercadillo va al ritmo del verano , al ritmo del turismo y con todas las miras puestas en reactivar un entorno donde el Covid se ha dejado notar en el número de personas que lo han visitado y en la apertura de los propios establecimientos hosteleros.

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