JULIO MALO DE MOLINA - OPINIÓN

El Trastevere, un paseo

Como en Cádiz hay en Roma tantos paseos como caminantes, cada cual debe trazar el suyo y nunca sujetarse a la carta inicialmente trazada como hacen los pilotos de la mar

JULIO MALO DE MOLINA

Un escritor dicharachero entrado en años bien pudiera eludir las bulliciosas saturnales del cambio de año, más aún en tiempos de mutaciones que parecen de entidad, y escoger el placer sosegado de un paseo; más novedoso esta vez con relación a tantos otros como se han compartido a través de estas páginas. La aventura es el deseo de estar en otro lugar, no necesariamente muy alejado, pues como sostiene el Tao: «cuanto más lejos vayas más tiempo perderás en el desplazamiento». Nada más familiar para un habitante de Cádiz que Roma, ciudad que se construye quinientos años tras la fundación de Gadir por marinos tirios en el siglo XI antes de nuestra era. Desde el corazón de Mediterráneo hasta este finisterre atlántico, donde se cruzan las rutas marítimas de las culturas clásicas con las de los pueblos celtas, se funda la Gades romana que compitió en esplendor con la metrópoli y cuyas ruinas aún fascinaron a los geógrafos árabes, antes de ser cubiertas por las aguas. Como en Cádiz hay en Roma tantos paseos como caminantes, cada cual debe trazar el suyo y nunca sujetarse a la carta inicialmente trazada como hacen los pilotos de la mar, pues si éstos se desenvuelven a través de un medio donde reina el fiero Poseidón, la ciudad es tierra ordenada por la mano de los hombres para abrigase y protegerse de los infortunios, lo cual otorga al navegante cierta libertad.

Hay un paseo mágico por Roma que puede recorrerse de muchas maneras. Me refiero al sugestivo barrio del Trastevere, en el cual vivieron muchos intelectuales españoles exilados, como nuestro paisano Rafael Alberti. Propongo comenzar desde Gianicolo, una de la colinas que abrazan la ciudad, en la cual se encuentra la puerta de san Pancracio, personaje que disfruta de gran devoción entre los comerciantes gaditanos y que inspiró a Pedro Álvarez la fórmula de unos chocolates muy apreciados por todas partes. Desde ese lugar puede contemplarse una excelente vista panorámica, y más abajo una pequeña pieza que representa un hito en la historia de la arquitectura, el Templete de San Pietro in Montorio, construido entre 1502 y 1512 por el arquitecto Donato Bramante según encargo de don Fernando el católico, rey de Aragón, todo un personaje quien dice inspiró a Maquiavelo su tratado de teoría política titulado «El Principe». Cualquier estudiante de arquitectura de mi época aún puede dibujar de memoria este templo dórico sensiblemente cilíndrico, con cámara y cripta, de refinado diseño y exquisita ejecución. Ningún viajero puede pasar por Roma sin disfrutar de esta pieza, al menos yo lo hago en cada visita, como con el Panteón de Agripa, ya en otro lugar relativamente cercano.

Desde la Academia Española donde se alberga el primoroso templo se desciende al bullicioso barrio que contiene un hermoso jardín botánico pero también demasiados lugares para el abundante turismo que lo frecuenta, ahí el olfato da cada cual debe distinguir; una apuesta segura es la Osteria Zi’Mberto, donde atiende el propio dueño con especialidades caseras y un precio fijo de 20 euros por persona incluyendo una frasca de vino de la casa. El lugar se encuentra ya cerca del puente Sisto para dejar el barrio contemplando la Isola Tiberina. En estos tiempos que vivimos durante los cuales las políticas económicas y sociales de la Europa calvinista colonizan a los países mediterráneos de raíces greco latinas, no va mal reconocer las invariantes que forman parte de nuestros valores culturales, éticos y estéticos.

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