Reportaje

Tras el rastro del crimen en Cádiz, pruebas que fueron claves para tres condenas

La labor de investigación de la Guardia Civil en tres de los últimos grandes casos juzgados ha valido dos veredictos de culpabilidad y la confesión de sus autores

La inspección ocular, el dar con el arma empleada y las muestras de sangre y ADN han sido primordiales en todas estas resoluciones

Arriba izquierda, torturas de una banda asiática | Derecha, Paterna donde un hombre mató a su cuñado e hirió al hijo| Abajo izquierda, escopeta de caza del crimen de Paterna | Derecha, rodillo y cuchillo usadas para asesinar en Chiclana

María Almagro

Cuando hay un crimen o se comete otro tipo de delito ya es de sobra conocido que cualquier prueba, cualquier detalle o circunstancia que para el ajeno a estos asuntos pase desapercibido puede ser fundamental en la resolución del caso. Y sobre todo, en su parte penal. Es decir, una vez que toda la causa se investiga, se instruye y se apunta hacia los posibles autores, son ellos los que tienen que ponerse delante de la justicia y que sean esas pruebas las que decidan sobre su futuro: si van o no a prisión, si cumplen más o menos años de condena, si tienen que resarcir de ese daño causado a otros... Y todo ello tiene que estar perfectamente ajustado a lo que hicieron . Todo tiene que estar suficiente y debidamente probado. Y si no, ya se sabe: 'in dubio pro reo' –ante la duda, a favor del acusado–, uno de los principios jurídicos más importantes que se basa en la presunción de inocencia.

Pues por todo esto son claves las investigaciones que se realicen. No basta con detener al presunto autor, autores, sino en demostrar por qué se les detiene y se les priva de libertad si así correspondiera. Y dar al fiscal y al juez toda la información disponible para que se determine la responsabilidad de estas personas en los hechos imputados.

Y así ha ocurrido en los asuntos que estas últimas semanas se han dirimido ante los tribunales de la Audiencia Provincial de Cádiz. Entre ellos tres causas cuya investigación comandó y practicó la Guardia Civil .

Uno de estos procedimientos ha sido el realizado sobre una banda formada en su mayoría por ciudadanos asiáticos que se dedicaban a cultivar importantes cantidades de marihuana en la provincia y enviarla por mensajería a países de Europa. Pero además este grupo criminal utilizaba métodos violentos llegando a torturar a quienes perdían la mercancía o no seguían las directrices que se marcaban.

A mediados del mes pasado los miembros de esta red acudían al juicio que se celebraba contra ellos en la Audiencia de Cádiz. Y todos ellos, doce procesados, confesaban los hechos para llegar a un acuerdo con el Ministerio Fiscal. Debido a esta conformidad se les ha condenado ya en firme a penas que van desde los siete años hasta el año por los delitos de salud pública y pertenencia a grupo criminal. A otro de ellos, por tenencia ilícita de armas, y, seis meses y un año a quien se encargó de torturar con extrema violencia a un compatriota al que acusaban de haber perdido la droga.

Las penas más altas fueron para los cabecillas, Y. Y y Y. E., dos ciudadanos chinos que estaban al frente de la organización en España y que reportaban todo lo que hacían a otros jefes fuera de nuestro país. Pero para detenerlos, a finales de 2019, y ponerlos ante un tribunal hubo una compleja investigación previa que elaboró la Guardia Civil cuando tuvo información sobre el ‘negocio’ que tenían entre manos estas personas.

Poner rostro

Y así, con vigilancias y demás tácticas policiales, fueron identificando a cada uno de los integrantes de la banda y cuál era su misión dentro de ella. El líder por ejemplo les indicaba el ritmo de producción de los cultivos de marihuana que tenían activos, como en Estella del Marqués y en El Puerto. También en apartamentos turísticos de Chiclana. Además tuvieron constancia de que la organización estaba asentada entre Madrid y Cádiz y que por medio de varios de sus integrantes iban enviando por paquetes la droga prensada a Reino Unido, Holanda, Alemania, Francia... donde tenían contactos que ya se encargaban de distribuirla. Incluso detuvieron a un empleado español de una de estas empresas de mensajería que actuaba en connivencia con ellos.

Y el ritmo era «frenético». Les llegó a ir tan bien, más de dos millones de euros en ganancias (que se detectara), que según supieron los investigadores este grupo llegó a planear montar una plantación dedicada exclusivamente a la marihuana en una nave con capacidad para 1.000 plantas. La idea era que en esa superficie, además del cultivo de ‘maría’, se habilitaran camas, duchas y mobiliario a fin de que, con el objetivo de tener más cosechas, habitaran numerosos ciudadanos chinos a su servicio para que se dedicaran permanentemente a esta actividad. Una «fábrica» indoor de cannabis.

También los agentes pudieron descubrir un dato que era muy importante para poder imputarlos: el dinero que sacaban de traficar (el beneficio ilícito). Y dieron con su ‘modus operandi’. Entre proveedores y clientes usaban un sistema de transacción con bancos chinos conocido como ‘hawala’ y que organizaciones como Al Qaeda suele utilizar para pagar a sus terroristas porque es muy difícil de rastrear.

Pero además los investigadores llegaron más allá al tener datos e información sobre la violencia que la banda empleaba contra los que perdían la marihuana. Así pudieron incluso obtener un vídeo en el que pegaban una paliza a uno de ellos, lo que fue también determinante para incriminarles.

Esa ha sido una de estas causas en la que los presuntos responsables han terminado siendo condenados. Otra de ellas es la investigación que se realizó en el crimen de Paterna por el que un hombre mató en febrero de 2018 a su cuñado e hirió gravemente al hijo de éste disparándoles con una escopeta de caza. Finalmente el autor fue considerado culpable por el jurado y condenado a 25 años de prisión por un delito de asesinato y otro de homicidio intentado.

Paterna, cartuchos y sangre

Pues bien en este asunto también ha sido determinante la inspección que la Guardia Civil realizó en el lugar de los hechos, los testimonios aportados por los agentes que acudieron al aviso y detuvieron al entonces presunto autor y, posteriormente, las diligencias e investigaciones realizadas. Sobre todo para definir la intencionalidad que tuvo el procesado ya que él mismo, y ante la evidencia de las pruebas presentadas, confesó ser el autor de los disparos .

En este sentido durante la vista oral fueron clave los testimonios de los guardias civiles del puesto de Medina que llegaron casi de inmediato a la calle Perro de Paterna, donde sucedió este asesinato. Ellos detuvieron al procesado minutos después y aseguraron que les confesó que «había matado a su cuñado». Además insistieron en que también le escucharon como le decía a su mujer, hermana del fallecido, que iba a ir a la cárcel y cómo le daba instrucciones sobre lo que tenía que hacer.

Pero además la Unidad de Criminalística aportó un buen número de pruebas. Ellos recogieron muestras del escenario del crimen donde por ejemplo la distancia y el modo de disparar o el uso de la escopeta de caza de doble cañón del procesado fueron también principales objetos de juicio.

Los agentes hallaron varios cartuchos en las proximidades de las viviendas donde se produjeron los disparos. Dos de ellos se encontraban tirados en un contenedor. Además también localizaron unos tacos, uno de ellos impactó incluso en el cuerpo del fallecido, quedando marcado en su costado izquierdo, lo que, como indicaron, evidenciaba la poca distancia desde que se le disparó. Por ello descartaron la versión del presunto autor de que se le habían escapado los tiros. También demostraron que la ropa del fallecido tenía «muchos agujeros», del mismo modo que la funda del móvil que guardaba en un bolsillo, lo que acreditaba esa intencionalidad de «ir a matar». Por otro lado en la inspección recogieron restos de sangre, proyecciones de haber sido disparado «a corta distancia» y no de forma casual.

Rodillo y confesión

Y por último, esta misma semana se ha celebrado también en la Audiencia Provincial de Cádiz un nuevo juicio con tribunal popular contra una mujer acusada de haber matado a su pareja golpeándole con un rodillo de cocina mientras éste dormía. Tras cinco largas sesiones, el jurado la consideraba el viernes culpable de asesinato en un veredicto unánime. La Fiscalía solicita ahora que tras esta deliberación sea condenada en sentencia a veinte años de prisión.

Pues bien, en este procedimiento también las pruebas aportadas han sido fundamentales. Como de nuevo las que ofrecieron los agentes de la Guardia Civil que asumieron el caso. Los primeros que llegaron al lugar afirmaron ante el tribunal que la acusada les dijo que había esperado a que su marido estuviera dormido. Esta circunstancia, la de sorpresa ante un ataque, es clave a la hora de saber si esa persona pudo o no defenderse lo que puede definir, entre otras cosas, si se trata de un asesinato o un homicidio.

Pero además los agentes que se encargaron de la inspección ocular y recogida de muestras refrendaron esta tesis al asegurar que hallaron el cuerpo sin vida del marido de la procesada tumbado en la cama, parcialmente tapado y con la cabeza fuera del colchón. Según precisaron, la cama estaba completamente ensangrentada y las salpicaduras llegaban hasta el cabecero. Este rastro, añadieron, les llevó a la conclusión de que el primer ataque fue directamente a la cabeza del finado.

Por otro lado fueron los que localizaron el rodillo y también un cuchillo, ambos utensilios de cocina que en esta ocasión se han certificado como las dos armas del crimen. La víctima además de los golpes en la cabeza tenía también un corte en el cuello y heridas en las manos.

Esta versión, sobre cómo pudo ser el ataque, coincidió con la aportada por los forenses. Tal y como explicó el médico que hizo la autopsia al cadáver «no había duda» de que la víctima murió por los golpes que recibió en la cabeza que le ocasionaron «multifracturas» en todo el cráneo. Además, y como detalló, posteriormente, le asestó un corte con un cuchillo en el cuello que le alcanzó los vasos de la yugular y la carótida y la base de la lengua. Y por último, presentaba señales de asfixia por presión de un objeto en el cuello. Sin embargo y, como recalcó el forense, tras los primeros golpes en la cabeza, la víctima «ya no pudo defenderse».

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