La Voz

Un tesoro ajado y abandonado

El patrimonio monumental de Cádiz es absolutamente fundamental para una ciudad que tiene en la historia una de sus grandes riquezas

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Cádiz, como algunas otras ciudades del mundo, tiene entre sus encantos una cierta decadencia, un aire nostálgico de grandeza pasada que nunca volverá. Algo de la elegancia de los ancianos que fueron ricos y poderosos. Es parte de su atractivo pero conviene que se trate de un aire que comparta el espacio con el Poniente y el Levante. Nunca debe confundirse tal condición con la dejadez, la suciedad y el deterioro físico. El patrimonio monumental de Cádiz es asombroso para el reducido tamaño de la ciudad. Desde templos a lo que sobrevivió de perímetro amurallado, pasando por fortalezas de pasado bélico. Forman parte esencial, básica, de su paisaje, de lo que todo visitante quiere ver, todo gaditano quiere vivir y todo ciudadano debe preservar. Sin embargo, el estado de muchos de estos enclaves resulta preocupante en los últimos meses y años. Sin entrar en la típica e inservible batalla de las culpas entre PP y Podemos, se trata de admitir que lugares como el Castillo de Santa Catalina, el paseo superior de las Puertas de Tierra o la Casa del Almirante (cada uno con sus peculiaridades y casuística) ofrecen un estado que dista mucho de ser atractivo, presentable, digno.

La falta de conciencia de muchos ciudadanos (como en el caso de los parques o las playas) tampoco ayuda en lo más mínimo. Los guarros e incívicos, cuando no vándalos, abundan en esta ciudad como en otras. Es responsabilidad de las instituciones públicas velar por el mantenimiento de estos lugares, por su conservación, protegerlos de la acción humana y mantenerlos como retales de una historia milenaria, fantástica, que ha conectado Cádiz con casi todos los continentes y civilizaciones. Está en nosotros. Hay que hacerlo.

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