La Voz - El Apunte

El teatro como estrategia

Flaco favor le hicieron ayer a la reivindicación obrera las tradicionales gracietas del equipo de Gobierno local

LA VOZ

Como un niño revoltoso que no sabe comportarse sin llamar la atención, los miembros del equipo de Gobierno coparon ayer de nuevo las miradas en la manifestación que se realizó en Cádiz con motivo del 1 de mayo. Flaco favor le hicieron a las reivindicaciones de los sindicatos con proclamas como «la próxima visita será con dinamita», que vitoreaba la concejal Ana Camelo megáfono en ristre. Puede que haya olvidado que, por encima de activista, es representante pública y que gritos como éste recuerdan más a los que pronuncian ciertos concejales vinculados a determinados grupos extremistas. También fue penosa, y en nada vinculada con las legítimas aspiraciones de los representantes de los trabajadores, la fotografía de otra representante pública golpeando la imagen del presidente del Gobierno. Romay tiene todo el derecho del mundo a que no le guste de Mariano Rajoy pero no debería olvidar que, al igual que ella, ha sido elegido por el pueblo. Agredir en efigie a un representante elegido democráticamente es incompatible con el concepto de democracia que entiende casi todo el arco político. En este caso, el más moderado fue el propio alcalde, José María González, que se colocó en la cola de la manifestación.

Con independencia de las últimas astracanadas de Podemos, el Primero de Mayo fue un símbolo de la situación en la que se encuentran los sindicatos. Lo primero que llamó la atención fue la división entre las formaciones con la convocatoria de dos manifestaciones: una de CC OO y UGT y una segunda de Ustea, CGT y SAT (que en su manifestación aprovechó para pedir la libertad para Andrés Bódalo, condenado por agredir, esta vez personalmente, a otro representante público). Lo segundo que a nadie pasó desapercibido fue la escasa capacidad de movilización de las centrales sindicales que, como los Reyes Magos, parecen acordarse de los ciudadanos solo una vez al año. Los casos de corrupción y la falta de actualización de los sindicatos ha convertido lo que antaño era un jornada de lucha en una excusa para irse a la playa.

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