Cádiz con Ucrania
La superviviente Katya y su familia ya están en El Puerto: «Lo mejor es verlos sonreír»
Un matrimonio acoge en su casa a seis ucranianos, una madre y sus cinco hijos. A Kateryna, de 17 años, ya la conocían, había pasado dos veranos con ellos antes de la guerra
Vivían a unos cien kilómetros de Kiev y decidieron salir por temor a los bombardeos. Ahora empiezan «como pueden» una nueva vida. La pareja tiene otra hija, otra chica de origen ucraniano
Carmen no puede reprimir la emoción, el llanto, cuando cuenta su historia. Porque su historia, uno de esos relatos de piel y dolor que está dejando la cruel guerra en Ucrania , no es solo suya. Su historia es la de seis personas más. Y aunque ni una sola vez salen de su boca las palabras solidaridad y empatía, todo lo que dice le da pleno sentido a lo que ambas significan. No presume de ello, no le da más importancia que la que ya exponen sus actos. «Tenía que hacerlo», resume sin más.
Esta cordobesa que vive desde hace años en El Puerto, y su marido Andrés, eran tres en casa. Ellos dos y su hija, una chica de 17 años que adoptaron en 2009 y que es justamente originaria de la ahora castigada región de Odesa. Pero desde hace algo más de una semana ya son nueve. El pasado domingo 13 de marzo tocaba a su puerta una familia entera: Katya, 17 años, la madre de Katya, 40 años, y sus hermanos: Dasha, 19, Maryna, 16 años, Anastasia, 10 y el pequeño Misha, de seis. Y todos llegaban cansados, extenuados, pero con la misma expresión en su rostro: gratitud. Escapaban de la guerra y Carmen y Andrés les han brindado su techo para que puedan estar a salvo. Para que puedan vivir .
Pero esta historia no es nueva en su totalidad. Esta dramática y emocional aventura se retrotrae en el calendario. Katya ya estuvo en El Puerto y en España. Fue en 2013 cuando vino por primera vez. La pareja decidió acogerla entonces a través de la asociación Nides que ayudaba a niños de Chernobyl a pasar los veranos en otros países. Y ya entonces Carmen y Andrés le dieron cobijo. Durante esas vacaciones y también al año siguiente. La pequeña pudo conocer otro mundo y a una nueva familia de la que iba a tener siempre un bonito recuerdo. Y de la que, años después, iba a recibir otro enorme abrazo.
Pero Katya tras esos dos veranos no regresó. La pareja española no podía acogerla por motivos de trabajo, sin embargo el destino quiso que volvieran a encontrarse. «Hace un año me contactó por redes sociales», cuenta Carmen. «Me dio mucha alegría. Ya apenas hablaba español pero nos entendíamos como podíamos al menos para saber cómo estaba».
Mensajes al sótano
Hasta que llegó la guerra. «Contacté de inmediato y le iba preguntando. Me contó que vivía en Volodarka, a unos 105 kilómetros de Kiev, que no habían sido bombardeados pero que sí veían aviones y oían explosiones. Y que no podía dormir. Una noche me dijo que estaban en un sótano, recuerdo que le escribí hasta las dos de la mañana para que al menos estuviera distraída, para acompañarla. Se hacía muy largo porque se quedaba cada dos por tres sin cobertura».
Y ya la idea de acogerla a ella y a su familia se hacía cada vez más fuerte. Más necesaria. « Desde el primer día les ofrecí mi casa . Su madre se lo pensó mucho. No quería ser refugiada porque eso implica que renuncias a tu país y ellos son y se sienten ucranianos». Sin embargo, la intención de esta mujer se mantuvo intacta. «Busqué documentación sobre lo que era ser refugiado y sus derechos y se la envíe. Se quedó más tranquila y al poco tiempo me dijeron que 'sí', que tenían miedo y que iban a intentar salir de allí».
Entonces comenzó el segundo capitulo: la huida . Y para ello contaron con la ayuda de Nuría García y Los corazones huérfanos de Rota. «Me dijeron que partía una caravana y les recogerían». Así que la adolescente Katya, su madre y sus hermanos cogieron lo indispensable y salieron hacia la frontera con Croacia. Varios días de viaje y por el camino durmiendo en casas de conocidos. Y en todo momento, Carmen al otro lado del teléfono, a miles de kilómetros pendiente de que todo fuera bien.
«Les pedí que me enviaran su documentación y una foto de todos para que pudieran reconocerlos el conductor que les iba a traer». Las horas pasaban, el frío congelaba y los inconvenientes también aparecían pero la lucha continuaba. Hasta que pudieron montarse en la furgoneta con destino a España y a Cádiz. «Y el domingo día 13 las tenía en la puerta de mi casa». «Katya lloró y su madre se fue hacia ella. Y todos nos abrazamos».
La nueva vida
Pero esta historia también tiene otro matiz importante, incluso escalofriante. Carmen y Andrés se encuentran actualmente en desempleo. «Quizá no era el momento... no lo sé... pero a mí se me partía el alma, no podía volver la cara para otro lado. Era Katya, la conocía y al ver todo eso en la televisión... y pensar en esa madre, ¡que no solo las podían matar sino también violar o cualquier cosa... teníamos que hacerlo!». Y continúa emocionada: «¿Cómo metes de repente toda tu vida en cuatro maletas ? Eso tiene que ser durísimo. Y fíjate, cuando descargamos el furgón, traían solo una. Justo además era la que yo le regalé a Katya la última vez que estuvo aquí».
Y ahora, cuenta, «nos apañamos como podemos». Sin embargo sí necesitan de algunas cosas. Como por ejemplo que la madre de los niños reciba asistencia médica de un dentista para poder sanar su boca ya que la tiene bastante mal. O que los dos más pequeños puedan ser escolarizados en un mismo centro . Algo que están peleando con la burocracia pero que de momento, no ha sido posible, aunque ya se ha solicitado a la delegación de Educación. Y, por supuesto, un piso donde pudieran vivir todos ellos juntos y con una mayor intimidad e independencia.
Las dos medianas sí están dando sus clases online. Como pueden, también. «Algunas veces se les interrumpen porque suenan las sirenas allí y se las cortan». La mayor estudiaba su carrera en Kiev y ha tenido que dejarla. Y la madre ha abandonado su trabajo como ayudante de cocina en un internado de su país.
Así, desde la nada y con el cariño y la ayuda de este matrimonio , está empezando esta nueva vida para todos, aunque dejando atrás tantas cosas que es complicado no tenerlas siempre presente. «Mi marido le preguntó el otro día a Katya que estaba hablando por el móvil que cómo estaban sus amigos y ella le dijo: 'Mientras que estén vivos, están bien. Así están...».
Sin embargo continúan. Sobreviven. «Es una familia muy educada y agradecida. Según acaban de comer nos buscan para darnos las gracias. Eso dice mucho de ellos». Mientras que la madre va encontrándose, simplemente. «Le ha cambiado la cara. Ayer viendo a sus hijos pequeños jugar en el salón la vi por fin sonreír. No lo hacía desde que llegó. Eso me llenó el alma».
>> Si se quiere colaborar para ayudar a sufragar los gastos de viaje hasta Ucrania de la asociación Corazones Huérfanos que está traslando a refugiados se puede hacer aportación económica en la cuenta BBVA ES90 0182 3234 16 0201601123.