Covid

Sin seguimiento para las secuelas de los sanitarios: «Hay días que no tengo fuerzas para levantarme»

Decenas de profesionales viven las consecuencias del coronavirus meses después de pasar la enfermedad contra la que siguen luchando en los hospitales

Una sanitaria, agotada en la entrada del Hospital Puerta del Mar. Francis Jiménez

Fran M. Galbarro

Todos los sanitarios sufren un año después el agotamiento y las consecuencias psicológicas de trabajar a destajo para minimizar el impacto de la pandemia más mortal del último siglo. Algunos incluso suman a esa carga las secuelas propias de haber pasado la enfermedad, que dificultan aún más si cabe el sobreesfuerzo exigido en los últimos meses.

Elisabeth de los Santos, auxiliar de enfermería en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital de La Línea, se contagió de coronavirus en noviembre, en las peores semanas de la segunda ola. En primer lugar, se hizo una prueba PCR tras el positivo de un compañero que también trabajaba en su área. Aunque todos los contactos dieron negativo y se quedaron aislados por precaución, ella tuvo que seguir trabajando, según su versión. «Era la auxiliar y no me consideraron contacto estrecho», recuerda.

Esta empleada del SAS continuó con su vida normal hasta que al quinto día llegaron los síntomas. Tanto ella como su marido, también sanitario, dieron positivo. Incluso su suegra, su cuñado y sus hijos. Cinco meses después mantienen secuelas. «Yo sigo con la disnea -dificultades respiratorias traducidas en falta de aire- , con lo que a veces lo paso fatal en el trabajo, ya que tengo que trabajar con EPI y doble mascarilla en un servicio de primera línea», explica. Su marido, enfermero en el Hospital de Algeciras en zona Covid, también sufre molestias gastrointestinales: «Tiene que ir al baño entre seis y siete veces al día».

Elisabeth de los Santos, con el EPI. Cedida

En total, 1575 profesionales del sistema sanitario andaluz han dado positivo en la provincia de Cádiz desde el inicio de la pandemia, según los últimos datos oficiales publicados por la Consejería de Salud y Familias. La vacunación ha evitado nuevos contagios en las últimas semanas, pero las secuelas, físicas y psicológicas, están a la orden del día.

El caso de Charo Raspao, administrativa en el centro de salud del Río San Pedro, en Puerto Real , incluso se remonta más atrás. Se contagió durante la primera ola, cuando los protocolos estaban menos definidos. Según denuncia la sanitaria, llegó a acudir a trabajar con los síntomas más habituales, entre los que se encontraban la fiebre o el malestar general. «Me tomaba un parazetamol, iba al trabajo y volvía destrozada a las tres», recuerda.

El punto de inflexión llegó el 13 de abril, cuando se levantó de madrugada sin poder moverse, asfixiada. Acudió a Urgencias e ingresó con una neumonía bilateral: «Estuve doce días con oxígeno, más cerca de morir que de vivir». Hoy padece de bocio multinodular, lo que empeora su situación, y aún no ha vuelto a trabajar por las secuelas de la enfermedad.

«Se supone que me van a operar, pero mis migrañas han empeorado un montón, tengo depresión y nadie me llama. Llevo ocho meses tomando corticoides, con mucha inflamación. Me asfixio y apenas puedo tragar por un bulto muy grande en la garganta, pero nadie me controla. Debería haber algún tipo de control poscovid porque en estos momentos estoy desprotegida en todos los sentidos», detalla.

Csif ha puesto en marcha recientemente una campaña específica para reclamar la vigilancia de la salud de los profesionales y realizar un seguimiento por posibles secuelas. A través de esta iniciativa se reclaman estudios epidemiológicos y el refuerzo de los recursos humanos en los Servicios de Prevención, incorporando incluso psicólogos ante el impacto psicosocial sufrido en la pandemia.

«Entiendo que la Sanidad está desbordada, pero este tema es importante. Me dieron el alta pero no me hicieron ningún seguimiento y las secuelas se han quedado. Muchos días no tengo fuerzas para levantarme y no todo es estar de baja; quiero un seguimiento y estar bien», añade Raspao.

Elisabeth de los Santos agradece que le llamaran durante el tiempo en el que estuvo contagiada, pero también considera necesario un seguimiento para controlar las secuelas: «No he vuelto a saber de ellos y sabían que mis síntomas eran perdida de gusto y olfato y disnea. A mi marido tampoco, como era de esperar nadie le ha hecho seguimiento».

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