AGRICULTURA
Sembrando la vida
El proyecto Danyadara lucha por acabar con la desertificación en el término municipal de Villamartín apostando por el fomento de la agricultura que se practicaba en el pasado
Con el objetivo de sembrar vida, de generar conciencia en las nuevas generaciones y de fomentar la agricultura como la practicaban nuestros antepasados. Con esas miras se ponía en marcha en 2016 el proyecto Danyadara para reflotar veinte hectáreas de terreno, ubicadas entre Villamartín y Prado del Rey. Son pioneros en la provincia de Cádiz en lo que se denomina la permacultura, o lo que es lo mismo, “el diseño consciente y mantenimiento de ecosistemas agrícolas productivos, los cuales tienen la diversidad, estabilidad y resistencia de los ecosistemas naturales. Es la integración armónica del paisaje y la gente produciendo comida, energía, cobijo y otras necesidades y no materiales de una manera sostenible”, dice Bill Mollison, padre de la permacultura. El objetivo en esta finca de Villamartín es acabar con la desertificación y propiciar la biodiversidad , llenar de verde un entorno que a día de hoy se colora de tonos ocres y marrones donde la intervención del hombre y su manera de manejar la tierra no permite que la naturaleza siga su curso.
En su manera de abordar la vida, los promotores de este proyecto consideran que las maneras de actuar a día de hoy en la agricultura están llevando a que la tierra esté “estéril e hidrofóbica”, lo que hace que no absorba el agua de lluvia y que ésta se lleve la capa fértil con la erosión, quedando tan sólo la piedra. Por eso su misión consiste en “ sembrar y tener la biodiversidad y cosechar . Se está trabajando una tierra complicada, seca y degradada, pero con el paso de los años tendrá los nutrientes suficientes para propiciar esa biodiversidad”.
Hace años esas 20 hectáreas estaban llenas de encinas , que acababan desapareciendo por las técnicas de cultivo y la política agraria a la que está sujeta la agricultura. En 2011 se creaba el centro de yoga y retiros Suryalila y tras su puesta en marcha se pensó en cómo cuidar el entorno del centro, cómo producir sin necesidad de utilizar abonos sintéticos que contaminan el agua, se quería más árboles… Un paisaje diferente, a la vez que la posibilidad de que fuera un entorno “comestible”, explicaba Jacob Evans, el farm manager, que con solo 28 años es un experto en la permacultura y está totalmente volcado en el proyecto Danyadara.
“Tenemos que criar suelo, haciendo una buena agricultura podemos meter carbono en el suelo . Por cada porcentaje de carbono en la tierra podemos almacenar 144.000 litros de agua en el suelo por hectárea”. De esta forma, se conforman unas bolsas naturales de agua y se evita la erosión que provoca el cambio climático con la sequía y las inundaciones. Con el paso de los años, y con el método de “trabajo tradicional en la agricultura, como operaban nuestros abuelos”, confían en conseguir entre un 8 y un 10 por ciento de materia orgánica en el suelo.
Hay que evitar que cada vez que haya una cosecha lo que “veamos sean fuegos a nuestro alrededor, donde queman todo lo que ha sobrado. En lugar de utilizarlo como cama de los animales, que se hacía antiguamente, y que con las defecaciones de los animales, lo devolvían al campo y hacían compost orgánico”.
El bosque comestible
En su carta de presentación aparece lo que denominan el “bosque comestible”, a la vez que la plantación de 5.000 árboles hace un par de años, entre los que hay dos especies comestibles, la morera y el algarrobo. También han plantado retama que “crece rápido, protege, da sombra filtrada a la tierra, sus raíces crían jugo en la tierra y tienen reacciones con bacterias y hongos de la zona que son muy buenas para la tierra”. La poda de estos árboles se deja en el suelo y acaba convirtiéndose en nutrientes del suelo . De esta manera se configura ese bosque natural.
El primer año de vida del proyecto plantaron lo que denominan como un “abono verde”, consistente en avena, tritical (un cereal) y berza. El primer año “se cortó todo y se dejó en el suelo como el heno para proteger a la tierra del sol y del agua, a modo cobertura” . Así, arranca el proceso de biología en el suelo, “creando capas de tierra”. El segundo año, tras crecer la hierba, “dejamos pasar a los caballos durante una semana, propiciando con su estiércol una mayor biología”, relataba Jacob.
Esta manera de encarar la agricultura contrasta con los requisitos que deben cumplir los agricultores de la zona , que se enfrentan a un mismo tipo de cosecha, a los ratios de producción o evitar los fitosanitarios, pero no les dan una “alternativa real”, declara Jon Valdivia, encargado de marketing en el proyecto. “Un año son campos y campos de trigo, otro toca girasoles y si no produces, te paga el seguro, y si no la subvención, viéndose obligados incluso a no recoger parte de la producción que han obtenido porque no les es rentable”. Todo ese sistema provoca que “se cree un desierto en el sur de España”, afirman estos expertos en permacultura. Sin embargo, con el proyecto Danyadara lo que se intenta es “seguir todas las pistas que nos da la naturaleza, creando un sistema variado que no desequilibre nuestro entorno”, explicaba Jon, que ponía como ejemplo cómo la plantación de un cultivo único atrae a la aparición de las plagas.
Los pesticidas matan la plaga, pero también otros insectos que pueden ser beneficiosos. “Con estos sistemas de cultivo se ha roto el ciclo de la naturaleza, les quita un ecosistema de árboles, de biodiversidad, se utiliza durante muchos años para un mismo cultivo, se ha erosionado el suelo, utilizado pesticidas y hasta que no han pasado cinco décadas no hemos sido capaces de darnos cuenta de lo que estaba ocurriendo”. No obstante, la provincia de Cádiz es pionera a nivel nacional a la hora de empezar a hacer implementaciones ecológicas de agricultura , sobretodo en la costa.
Dar un paseo por las instalaciones del centro Suryalila ofrece un entorno con mezclas de plantas ornamentales y plantas comestibles. “Aprovechamos todo lo que nos ofrece la naturaleza. Se recoge el rocío, y junto con plantas de romero, lavanda, salvia, por ejemplo, hemos plantado habas, que dan abono, donde hemos sembrado almendro amargo de la propia tierra, al que se le puede injertar almendro dulce, ciruelo, nectarina… El almendro amargo es muy fuerte, resiste la sequía y cuando está agarrado, se injerta y se consigue el almendro dulce”, describe Jacob. Desde los primeros meses ya cosecharon lechugas, rúcula, hierbas y ahora ya recogen frutos en la época veraniega y otras hortalizas con las que ofrecen sus almuerzos y cenas en el centro de yoga.
Agricultura diversa y regenerativa
Es una agricultura diversa y regenerativa en el paisaje entero. Se puede sembrar cultivos, pasar animales: ovejas, caballos… Se producen varias tipos de arbolado y cultivo : higueras, algarrobo, moreras, almendros, frutos secos…
En cuanto a la posibilidad de generar conciencia en las nuevas generaciones, Jon explica que su trabajo se centra en los cursos de permacultura durante todo el año, con distintas duración. A nivel local, además de la promoción por medios de comunicación, colaboran con un colegio internacional de Sotogrande en esta materia y también se hicieron un par de eventos de presentación del proyecto.
Para que sobreviva el proyecto necesitan financiación, que en estos momentos procede de los cursos y de la donación de fundaciones.
En estos momentos cuentan con la colaboración de una docena de voluntarios, en su mayoría estudiantes del centro que están “trabajando en esta adaptación de la maquinaria a este tipo de agricultura diversa, con varias cosechas al año, a la vez que se regenera el suelo y se aumenta la biodiversidad ”. Se cuestionan por qué “nadie ha hablado nunca del proceso de desertificación, gente que vive en la zona no es consciente que el sistema que se usa para hacer agricultura, apoyado por gobierno y UE, es un manual de libro de cómo crear un desierto”.