TOROS

Rotundo Juli y exquisito Aguado

El madrileño indultó en Sanlúcar a un toro noble en la muleta de Santiago Domecq

Las pinceladas con el capote del diestro sevillano entusiasmaron a los aficionados

EL Juli arrastra la muleta en un derechazo a su primero de la tarde FRANCIS JIMÉNEZ

Pepe Reyes

Tras el paréntesis obligado por el pandémico año, vuelve Sanlúcar a festejar su Feria de la Manzanilla en cuanto a toros se refiere. Y lo hace con un mano a mano entre Juli y Pablo Aguado , que aunque no consten precedentes de expresa rivalidad entre ambos ni tengan que dirimir cetros definitivos -motivos que justifican este tipo de carteles- sí que supone un reclamo atractivo y de enorme interés para el aficionado. El Juli, figura ininterrumpida del toreo durante veintitrés años de alternativa , y Pablo Aguado, destacado representante de este nuevo ramillete de toreros que han irrumpido en la fiesta como un soplo inopinado de pureza y clasicismo.

Y saltó al ruedo» Hortelano», un castaño que humilló y repitió su codiciosa embestida para permitir el lucimiento de El Juli a la verónica. Pronto y templado en todos los cites, el animal arribó al tercio postrero con extraordinaria nobleza y suavidad . El Juli lo aprovechó para encadenar series por ambos pitones sin enmendar los terrenos, alargar los muletazos y hasta gustarse en algunos pasajes. Pero el toro, no sobrado de fuerzas y exento de poder, impidió que la faena alcanzara las deseadas cotas de la exquisitez y la profundidad. Rubricaría su labor con una estocada trasera.

Con tres verónicas de ensueño y una media de cartel se presentaba Pablo Aguado en el coso sanluqueño. Temple, armonía, elegancia, garbo, el manejo capotero de este diestro sevillano desborda caricia y excelsitud. Muy justo de presencia y de casta, el noble ejemplar de Santiago Domecq reiteraba las acometidas pero sin entrega ni excesiva codicia. A pesar de ello, Aguado dibujó series pulcras y ligadas con repuntes de brillo explícito con el pellizco de algún derechazo, con el chispazo de un molinete. Al final, emborronaría su labor con el reiterado fallo en el manejo de aceros toricidas.

No derrochó codicia alguna el tercero de la suelta en la capa de El Juli, por lo que quitó éste por chicuelinas para saldar con contenidos su función capotera. Franela rastrera y trazo profundo, los albores muleteros del diestro poseyeron largura, sabor y mando. Dominada y encelada la res, procedió a mostrar una primorosa muestra de su tauromaquia, desbordada de ligazón, hondura y quietud. Las tandas se sucedían, el toro cada vez humillaba más, la música sonaba, el público se enaltecía...el indulto estaba cantado. Con lo que se consumaba el indulto de otro toro por su extrema bondad derrochada en la muleta, sin atender a otras cualidades imprescindibles para el superlativo premio. Fue manso en los primeros tercios y a penas peleó en varas.

Galería.

El cuarto de la tarde fue un castaño algo más cuajado que sus hermanos precedentes que brindó dóciles aunque sosa embestidas al capote de Aguado. Se empleó en el caballo y quedó bajo jurisdicción del matador, quien evocó a Chicuelo en lances ajustados. Inició Aguado el trasteo con pases por bajo genuflexos y mandones y cerraba el bello preludio con trincheras y cambios de mano que evocaban estampas de excelsa y añeja tauromaquia. El toro, repetidor y encastado, no regalaba la limpieza debida a los finales de muletazos, por lo que el torero hubo de encomendarse al esfuerzo para ligar y embellecer sus series de redondos y naturales . Puso fin a este capítulo con una estocada baja y atravesada, otra estocada defectuosa y un descabello.

No tuvo mucha intensidad la cansina lidia del quinto toro, pues sus embestidas no eran largas y su codicia bastante escasa. Lo cual nunca ha de suponer óbice para que El Juli, en nuevo alarde de capacidad lidiadora, lo encele en el engaño y provoque su repetición. Alargó su labor con tandas sucesivas y la cerró con una estocada al tercer intento. Castaño, chorreado en verdugo, listón, el bello animal que cerraba plaza acudió con franqueza y largura al capote de Aguado y tomó con cierta codicia la vara del picador. Tras varias series en progresión artística, la faena cuajó con una tanda de limpios, hondos, puros derechazos . Al natural, la cadencia desbordada de dos muletazos hicieron crujir de emoción y belleza al buen aficionado. Vuelta la franela a la diestra, Pablo Aguado firmó un final de festejo apoteósico, Un pinchazo y una perfecta ejecución del volapié cerraron el feliz estreno de Aguado en Sanlúcar.

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