REPORTAJE

Retrato a la pasión por las dos ruedas, según moteros de verdad

Cosme, Miguel, Nando y María, cuatro historias acerca de un mismo rugido. Todos ellos comparten el amor por las motos desde pequeños, una afición que, de una u otra forma, les ha cambiado la vida. «Es libertad, es compañerismo»

María, con su Suzuky Gladius, Nando (drcha), un profesional de trabajos verticales que vive también la adrelina sobre su 'Kawa'. Cosme (abajo izqda), presidente de un club de clubes y Miguel, gerente del bar Sextante, punto de encuentro de aficionados de toda la provincia. y de fuera de ella.

María Almagro

Las pasiones se entienden cuando se viven. Cuando uno mismo las experimenta y se alimenta de ellas, buscando momentos para disfrutarlas, porque, consiste en eso, en poder disfrutarlas. Y cuando además se comparten, ese delirio, ese amor por algo a lo que un día decidiste unirte de por vida, crece todavía más. De todo esto saben bien en El Sextante. Haciendo esquina entre naves industriales en el polígono de las Salinas, de El Puerto, se levanta todo un templo de la pasión por las motos.

Allí, a diario, se reúnen decenas de aficionados. Moteros de los de verdad. Nada de pose. De los que viven todo el año ese rugido que atrapa tan fuerte que llega incluso «a cambiarte la vida». Aquí no importa edad, ni sexo, ni condición, ni dinero , ni si montas una custom o eres más de trail, naked, chopper, superdeportiva... tampoco si te gusta más Márquez o Rossi, aquí «todo el mundo es bienvenido porque lo que une es el amor a la moto y punto», cuenta Miguel Ángel Oviedo, el gerente de este ya emblemático lugar que desde hace algo más de un año es sede además del Motoclub Cádiz Ruteando en Moto.

Y en este rincón, como se imaginarán, el Gran Premio se siente de forma especial. «Para nosotros es todo una fiesta, algo que estamos esperando todo el año», cuentan con la ilusión que les lleva preparar su casa para los cientos de invitados que acuden a su llamada con gran éxito.

Faltan algunas horas todavía para la gran 'invasión' (que este domingo ya estarán disfrutando al máximo). En el Sextante ya se respira todo lo que va a venir. No paran. Es temprano. Un grupo monta en la terraza del local una Mobylette Superlujo. El mítico ciclomotor es imagen del logo de este club y han pensado en restaurarla y usarla este campeonato para un photocall. Con la mesa llena de herramientas se afanan en colocar cada una de las piezas. Ríen. Disfrutan. «Al final voy a dejar aquí la mía y llevarme esta para casa», dice uno de ellos entre bromas. Están «en familia». Eso se nota nada más entrar.

Cosme Salmerón es el presidente del motoclub . Va de un lado a otro del establecimiento colocando carteles. A él le entró esta fiebre por las dos ruedas a los 16 años. «Me crié en casa de mi abuela y en frente había un taller... me pasaba el día viendo máquinas», recuerda. Desde entonces, ha probado los puños de más de una decena de motos. Y eso que pronto comió asfalto. Un brutal accidente en 1991 con su Derbi Variant lo tuvo un año en el hospital, 25 días en coma. Sobreponerse a ese percance fueron muchos meses de rehabilitación en un cuerpo que se quedó roto pero que fue recuperándose poco a poco y volvió a querer pilotar. «A partir de aquello le cogí mucho respeto pero quise volver, quise montar de nuevo. No podía dejar de hacerlo». Y así, despojándose del miedo, aunque teniendo siempre presente lo que puede pasar si no controlas lo suficiente, lleva casi toda la vida subido a los lomos de esas máquinas con las que tanto soñó y sigue soñando. «Ser motero es un sentimiento, es compañerismo, es pasión.Quizá lo tienes que vivir para entenderlo».

Un club de clubes

Y desde la experiencia que dan los años, Cosme y algunos amigos decidieron montar su propio motoclub. Cádiz Ruteando en Moto. «Aceptamos a todo el que quiera compartir la afición. De hecho el cuarenta por ciento de nuestros socios son de otros clubes porque no pedimos exclusividad, no nos importa la moto que tengas o de dónde vengas, lo importante es venir y pasarlo bien». Lo demuestra la activa agenda que siempre tienen. Por ejemplo, cada fin de semana organizan una ruta por la provincia que incluye además degustaciones gastronómicas y ver las carreras juntos.

Como muchos de sus compañeros, este motero ha visto nacer y crecer el Gran Premio de España en Jerez. La puesta en marcha del trazado y su estreno como sede de la prueba en 1987 significó un antes y un después para todos los aficionados gaditanos y, por extensión, de todos los españoles. Desde su primera edición, el ahora templo Ángel Nieto cautivó a todos los seguidores del campeonato, quienes rápidamente convirtieron la cita andaluza en una peregrinación anual obligada «Es la cuna del motociclismo . El ambiente que se vive aquí no se vive en ningún otro sitio».

Aunque llegó un momento que hubo que poner cierto orden. «Se les fue de las manos. El Puerto se convirtió en la ciudad sin ley, se cerró y eso afectó mucho. Ahora parece que se está recuperando otra vez y, aunque es verdad que hay que poner ciertos límites para que no haya riesgos, habría que ser algo más flexibles. Son solo tres días».

«Ser motero es un sentimiento. Te da libertad, hay compañerismo, es disfrutar una pasión»

Miguel Ángel Oviedo es otro que no para ni un momento quieto. Y es que el gerente del Sextante está a punto de recibir en su casa a cientos y cientos de aficionados –el establecimiento acoge este sábado la gran fiesta de la comunidad Kawasaki con más de mil inscritos–. «¿Qué es para nosotros el Gran Premio?... El verdadero amor por el motociclismo», contesta sin dudarlo. Su dedicación a la hostelería le ha tenido muchos años más alejado de lo que hubiera querido de esta gran pasión pero la unión de su local con el motoclub le ha devuelto esa «vida». «Tú vienes aquí, te bajas de la moto, se te acoge y se te arropa. Sin más. Más que un motoclub somos un grupo de amigos que además somos moteros». Por supuesto él también disfruta del rugido. «Ahora en dos semanas me 'saco' una BMW GDS Adventure», cuenta ilusionado mientras sigue trabajando al otro lado de la barra.

Se acerca Nando Feria. Él lleva una Kawasaki ZX6R, «de 2007», aclara. Un buen «bicho». «Para mí la moto es una forma de desconectar, te da libertad , te lleva donde quieres y además puedes hacer disfrutar a la gente que le gusta lo mismo que a ti». A sus 35 años es un profesional de la adrenalina. Se dedica a hacer trabajos verticales (en molinos eólicos, para empresas de la industria, en rescates...). Nada de vértigo. Tampoco a las dos ruedas. «Desde pequeño siempre cogí moto, es algo que tienes y que sueñas y que un día te lo puedes permitir. El que quiere, lo consigue». También echa una mano en el local para que todo esté a punto. «Es el primer año que organizamos algo así y tenemos que dejar el listón muy alto».

En femenino, por supuesto que también

Y una mujer. Por supuesto que las motos no entienden de sexo. María Cortés sonríe cada vez que habla de su gran pasión. Se le iluminan los ojos y disfruta hablando y compartiendo lo que un día fue su sueño y ya es una realidad. Esta madrileña adoptada por ElPuerto no hay día que no coja su Suzuky Gladius. 650 centímetros cúbicos de cilindrada. «Mi padre había tenido una montesa. Recuerdo las fotos en casa. Ya tenemos todos carnet», ríe. «Me lo saqué hace unos dos años. Siempre había tenido la ilusión pero, entre una cosa y otra, no veía el momento. Hasta que un día un amigo me animó y me dije: ¿por qué no?», confiesa.

En no muchas palabras intenta definir lo que siente cuando pilota. «Mi vida ha cambiado. No sé, es como si la vieras de otra forma. Este es un mundo de compañerismo , todo el mundo te ayuda si te ven que tienes algún problema en la carretera o donde sea. Siento libertad, como si volara, una sensación de independencia total. En la moto eres tú y tus pensamientos».

El hecho de ser mujer no le echó ni le echa para atrás. «Aunque es cierto que hay muchos más moteros que moteras jamás he sentido ningún desprecio y cada vez somos más las que nos atrevemos.Todo lo contrario. No hay distinciones. Al final la que conduce eres tú. Seas lo que seas y como seas».

María destaca además las posibilidades que ofrece esta afición. «Conozco mucho más ahora la provincia que antes. He ido por sitios que con un coche es imposible. Además es otra forma de viajar. Hueles el campo, el mar, la montaña... es impresionante».

Y hay una cosa que tiene muy clara por encima de todo: «no hay que perderle nunca el respeto . Hay que ser conscientes siempre de que llevamos una máquina que puede matarte a ti o a otro. Por eso cuando voy con alguien que no acata las normas, no vuelvo a llamarle. Al que siente esto de verdad, las barbaridades, la mala cabeza, no nos gusta, lo rechazamos». «Al final, la esencia es el compañerismo, compartir y disfrutar de una pasión». Y así lo viven.

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