Menores | Cádiz
Preocupación en la Fiscalía de Cádiz por los casos de delitos de adolescentes a través de las redes sociales
Alerta que cada vez son más jóvenes los chicos que infringen la ley con acosos, amenazas o distribuyen fotos íntimas de otros a través de internet
«A mí me preocuparía más que mi hijo fuera el verdugo que la víctima», afirma el fiscal de menores
«No tienen conciencia del daño que causan a los demás, ni siquiera el que se hacen a ellos mismos». Son palabras de Pedro Gosálvez, responsable de la Fiscalía de Menores en Cádiz . Le respalda una sobrada experiencia y el conocimiento que le ... da la práctica de haber tratado asuntos complicados, delicados, acerca de delitos en los que los supuestos autores no alcanzan la mayoría de edad y en ocasiones ni siquiera llegan a la adolescencia plena.
Las redes sociales han irrumpido en la vida de estos chicos de la nueva era de las tecnologías que mucha veces se creen con más edad de la que pueden soportar todavía. Con actitudes y modelos que copian que no corresponden con su razón y que les acechan como un riesgo y peligro si sus padres o ellos mismos no saben cómo manejar todo lo que tienen a su alcance: en el móvil, en la tablet, en la calle, en casa... por todos lados. No pueden estar fuera de la nueva forma de relacionarse pero el estar dentro también conlleva una responsabilidad.
La imagen reciente de unas niñas agrediendo a una compañera de clase en San Fernando que saltó a las redes a través de Instagram y el hecho de que ellas mismas lo grabaran da prueba de a qué se enfrentan. Este no ha sido el único caso . El acoso hace tiempo que saltó a internet y eso ha provocado que sea más constante y que no tenga límites, y por lo tanto, sea más dañino. La Fiscalía de Menores de Cádiz no es ajena a esta circunstancia. Como confiesa el propio Gosálvez en este sentido hay «preocupación».
«Los menores no se dan cuenta del daño que causan a los demás. No se puede colgar una foto de una niña desnuda y pasársela a tus amigos para que todos se rían... hay una evidente falta de valores y eso conlleva también la pérdida de privacidad, de intimidad. Si a ello le unes que se ha perdido el miedo y se tiende a la sobreexposición, el peligro es mucho mayor», entiende el fiscal.
En la provincia de Cádiz los números sobre este tipo de casos no son alarmantes pero sí se ha experimentado en los últimos años un incremento de este tipo de delitos que se cometen a través de redes y cuyos supuestos ejecutores son menores. Aún así, es muy difícil tenerlos cuantificados ya que no existe un tipo legal exacto que los nomine sino que se clasifican por el daño en sí: acoso, amenazas, daño al honor, a la intimidad, vejaciones...
En el vídeo difundido por redes de un acoso a otra chica en San Fernando todas las implicadas son inimputables
Lo que sí resalta la Fiscalía es que cada vez existen autores más jóvenes, más niños . Menores de 14 años que se meten en estos tipos de líos. Como el mencionado caso de San Fernando. Todas las investigadas eran inimputables, es decir, tienen 14 o menos de 14 años. En estos casos la Fiscalía ve la gravedad, se archiva pero se da copia al servicio de protección de la Junta por si detrás de esos hechos hay otra serie de problemas como la desprotección del menor, absentismo escolar, consumo de sustancias...
Para el fiscal, en este sentido, «la prevención es fundamental. La ley penal no es una solución, es un castigo. Es mejor tratarlo antes en casa, con los padres, con educación, en los colegios... con control porque ahora mismo tienen acceso libre a todo lo que quieran y si hay falta de valores y no tienen conciencia del riesgo vienen los problemas».
El delito más personal
Porque en estos casos lo que se daña principalmente es la intimidad. «Ese espacio personal que solo compartes con alguien pero que puede llegar a más gente. Ese sentido de intimidad se ha perdido. Si te quieres a ti mismo no envíes una foto desnudo o desnuda a nadie, por ejemplo. Esa imagen puede llegar en un momento al resto del mundo en un segundo», advierte Gonsálvez.
Y aquí el papel de los padres o tutores es difícil. Y para el fiscal, si el hijo es el autor del delito, más. «Si yo me viera en uno de estos casos de acoso a mí me preocuparía más que mi hijo fuera el verdugo a la víctima. Me preguntaría qué le he enseñado o le estoy enseñando y qué hay tras esa actitud».
Es la dictadura del 'postureo'. «En la adolescencia hay una necesidad de reafirmarse. De sentirse seguro y líder. No estar apartado. «Si te fijas muchos de los casos de acoso se producen casi siempre en grupo. Fuera de ahí el menor no se atreve».
Y aunque la realidad normalmente avanza más rápida que el Derecho, en el verano de 2015 hubo una amplia reforma para intentar delimitar los delitos que se cometen a través de internet. Por ejemplo el chantajear o amenazar a alguien con compartir fotos íntimas suyas no era delito. Se entendía que al haberla enviado ya había consentimiento. Sin embargo la ley quiso poner coto a esa situación y ya se tipifica (dependiendo de la gravedad) como un delito contra la intimidad o contra la integridad moral. Sin embargo esto ocurre en los casos más graves ya que las vejaciones sí se destipificaron y se tiene que actuar de otra manera que no sea la penal.
En la Fiscalía nunca se pierde de vista que se trata a menores. Por ello en los casos menos graves se intenta llegar a una conciliación –una mediación extrajudicial– entre las partes que pasa primero porque el autor reconozca su culpa, no sea reincidente y además pida perdón al afectado y éste lo acepte. Además, si es preceptivo, se fija una indemnización si procede. En otros casos se establece una libertad vigilada y la obligación de someterse a alguna intervención educativa o los trabajos en beneficio de la comunidad. El internamiento en un centro solo se da en delitos mucho más graves y cuando existen problemas añadidos que afectan al menor.
La educación y los 'likes'
Ana Varela es psicóloga, asesora técnica de un equipo de menores y experta en atención de chicos en situación de desamparo. «Detrás de todos estos casos puede haber historias de desprotección del niño con lo que está padeciendo en su familia», afirma. «Muchas veces ocurre que los que son víctimas se convierten en agresores. Han integrado la violencia o los insultos o las peleas en su vida como algo normal. Si no conocen otra forma de educación, pueden tender a ello», advierte. «Lo trasladan a todos los ámbitos de su vida. Aprendemos a relacionarnos con las figuras primarias, padre e hijo, y a partir de ahí lo hacemos extensible al resto de relaciones. Si éstas están marcadas con la violencia se pueden comportar así».
De ahí que entienda que en los casos más o menos graves la educación es «fundamental». «Hay que trabajar con ellos las emociones y que sepan expresarlas . Muchas veces lo que hay detrás de episodios de agresiones es un fondo de tristeza, de inadaptación».
Más aún durante la adolescencia cuando la persona está en pleno proceso de cambio. Y en dicho proceso ahora manda la exposición. «Viven de cara al mundo externo. Si hacen algo lo tienen que exponer porque si no es como si no lo hubieran hecho y además reafirmarse, tener muchos ‘likes’. Es una forma de que su autoestima se vea reforzada. Hay una necesidad de exponerse continuamente», sostiene la psicóloga.
«Viven de cara al mundo externo, como una necesidad continua de reafirmarse», plantea la psicóloga
Por ello, Varela cree que la escuela «tiene mucho que decir y que hacer. Ellos además tienen los protocolos que debe regir la violencia cero. La implicación de los profesionales en el ámbito escolar debe ser mayor. Si el ‘bullyng’ se hace fuera del centro escolar también es su competencia». Para esta experta en comportamientos de adolescentes los supuestos verdugos tienen un síntoma. «No se sabe en qué puede acabar pero hay que investigar, ver qué es lo que nos está diciendo. Cuando tienen comportamientos violentos significa que hay una malestar y es su forma de expresarlo. No es la causa es la consecuencia. Es síntoma de qué algo va mal». Y coincide con el fiscal, «su actitud puede ser completamente distinta cuando se encuentra en un grupo que como es ese menor de manera individual».
Según insiste, cuando se detecta alguno de estos casos « siempre es necesaria la intervención . Y además es clave la prevención en todos los ámbitos. Con mucha educación, con el buen trato, la parentalidad positiva. La ley obliga a trabajar con la familia para que ese menor se pueda quedar dentro de esa familia».
En cuanto a cómo controlarlos también coincide en que es complicado. «A los padres la digitalización nos ha cogido de improviso y no estamos preparados lo suficiente pero es una responsabilidad. No es cuestión de vigilar sino de educar. Las relaciones afectivas y sexuales. El acceso que tienen a pornografía y además los modelos que se imponen, a ver quien enseña más, quien hace más... La idea de unas relaciones equivocadas. El amor, los celos, el control de los móviles… el juego sobre las intimidades… pueden hacer mucho daño. Hay mucho que hacer».