Cádiz
La pobreza, una realidad muy cercana en la provincia
Los ingresos medios anuales se desploman en Andalucía hasta los 7.942 euros, según la última Encuesta de Condiciones de Vida del INE
Cada mañana hace un esfuerzo para levantarse y «tirar pa’lante». Lleva meses sin empleo y sin ingresos. Su familia paga la hipoteca –su prioridad– pero las facturas siguen llegando y se ha visto en la necesidad de acudir el primer miércoles de cada mes hasta la calle Benjumeda donde los Caballeros Hospitalarios reparten comida proveniente del Banco de Alimentos. Nunca pensó que pudiera aguantar así tanto tiempo pero el trabajo no llega y «toca apretar los dientes».
Quizás se haya cruzado con su rostro anónimo (en la Avenida, en la plaza de las Tortugas, junto al Ayuntamiento, en la puerta del Mercado o en la calle Columela), e incluso puede que haya empleado un par de minutos en leer el escueto cartel que sintetiza en tres líneas su vida: « Sin trabajo y con dos hijos. Una ayuda, por favor ».
Oficialmente la crisis se está superando pero la realidad es que la mejoría aún no llega para los ciudadanos de a pie y las condiciones de vida de los gaditanos se deterioran cada día un poco más.
Niños y jubilados
Las consecuencias de una pobreza calificada como «crónica» por organizaciones como Cáritas son aún más preocupantes entre niños y ancianos, los dos colectivos más vulnerables. En los menores, estas carencias pueden provocar una disminución del rendimiento físico y académico. La precariedad también crece entre los pensionistas, que han perdido poder adquisitivo pero que siguen sosteniendo con su economía un entramado familiar ahogado con la crisis . Como confirman desde los Caballeros Hospitalarios de Cádiz, «ha aumentado la atención a personas nacionales y se constata una cronificación de la pobreza. Hasta aquí acuden personas de toda clase y condición y con perfiles muy heterogéneos porque la crisis ha pegado fuerte y llegado a todo el mundo, incluso hemos atendido universitarios que se han quedado en el paro».
Casi tres de cada diez españoles, es decir el 28,6%, se encuentra en riesgo de exclusión social
La exclusión social amenaza al 28% de los hogares españoles y es una lacra que tiene muchas caras –aunque en ocasiones no queramos verlas, pese a que tratemos de ocultarla; no solo la del «pobre de solemnidad»–. El perfil que se extrae del análisis de los datos de la última Encuesta de Condiciones de Vida del Instituto Nacional de Estadística (INE) desvela que tienen más riesgo de caer en la pobreza parados, extranjeros, personas sin pareja pero con un hijo a su cargo y aquellos que vivan en Andalucía. Las secuelas de la crisis son cada vez más palpables aunque mejoren los datos macroeconómicos.
El 35,7% de los andaluces está en riesgo y más de la mitad de los hogares (55%) manifiesta que no puede afrontar gastos imprevistos y ni permitirse ir de vacaciones fuera de casa al menos una semana al año. Además, el 11,3% de los hogares andaluces reconoce que se retrasa en el pago de la hipoteca o alquiler, recibos de gas, electricidad o comunidad de la vivienda principal.
La encuesta apunta que cada español percibió, de media anual, 10.419 euros, pero si enfocamos la mirada en Andalucía los datos revelan que los ingresos medios anuales se desploman en esta comunidad hasta los 7.942 euros. Sólo un murciano percibe menos dinero (7.924 euros por persona). Una cifra que no alcanza el salario mínimo interprofesional, que se sitúa en 655 euros brutos mensuales en 14 pagas. En Cádiz, el elevado índice de paro y el empleo precario son las razones principales del aumento de la pobreza y la exclusión.
El comedor escolar
Las pequeñas modificaciones, esas que no se perciben, vistas en perspectiva dan la medida de la transformaciones que se produce en una sociedad. Son cesiones que la ciudadanía hace sin percatarse de su importancia, no son fracturas insalvables que despiertan las alarmas pero, sigilosamente conducen a un final que en ocasiones es desolador. Hace no tantos años, en épocas de bonanza económica y padres trabajadores, los comedores escolares funcionaban como una medida de conciliación. Eran ese oasis al que los padres con interminables jornadas laborales recurrían para poder compaginar su empleo y el cuidado de su prole.
Las cosas han cambiado. Actualmente los comedores de los colegios se han convertido en una medida de apoyo social y son una tabla de salvación para muchas familias que, carentes de recursos suficiente, acuden a ellos para poder acceder a una comida caliente una vez al día. Con las vacaciones a la vuelta de la esquina, los niños ya sueñan con el verano. ¿Qué harán los padres?
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