Fernando Sicre - OPINIÓN

Patria, Nación y Constitución

Cuando las leyes son correctas tienen la doble misión de servir al bien común y perfeccionar al individuo

Platón, Aristóteles y Ortega. Debieran ser leídos y posteriormente examinados sobre sus obras, los políticos españoles antes de acceder a cualquier tipo de cargo público. Decía el primero que los ciudadanos debieran esforzarse por obedecer las leyes. Sobre los gobernantes, que son ante todo servidores de las leyes: «la ruina se acecha a una ciudad cuyas leyes no se respetan y carecen de eficacia». Cuando las leyes son correctas tienen la doble misión de servir al bien común y perfeccionar al individuo. Hemos de presumir que la Constitución Española debe considerarse como una Ley correcta y buena, entre otras cosas por el juego de las presunciones que supone su aprobación por la mayoría aplastante de españoles en 1978. Mayoría más reforzada si cabe en Cataluña: 90.4% de apoyo frente al 4,6% que votaron en contra.

Está claro que ZP nunca leyó, ni fue instruido en la sabiduría de la filosofía clásica, pero tampoco en la contemporánea de Ortega. En noviembre de 2004 pronunció de manera solemne en el Palau de Sant Jordi: «aprobaré la reforma del Estatuto que apruebe el Parlamento catalán». A continuación y siendo Presiente manifestó en el Senado que «la nación es un término discutido y discutible». O sea, su «conllevacionismo» orteganiano que ha guiado desde la Transición la política española, llevado ahora a su máxima expresión, había dispuesto la renuncia de los españoles a la nación española, para reconocer a los catalanes la nación catalana. Sin duda, este auténtico desastre de presidente, como si Dios nos hubiese castigado como pueblo, a padecer ahora no las Diez Plagas descritas en el Libro del Pentateuco, sino una más en forma de profeta-presidente de gobierno.

En la Iglesia de San Felipe Neri en 1812 exclamó Argüelles: «Españoles, aquí tenéis vuestra patria». Una patria que daba cobijo a un principio esencial del constitucionalismo, que se estrenaba con esa Constitución de 1812 y que creaba el Estado de Derecho: «La soberanía nacional», que reside en la nación española integrada por la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios. Correspondiéndole como principal tarea, «conservar y proteger por leyes sabias y justas la libertad civil, la propiedad y los demás derechos legítimos de todos los individuos que la componen». Por lo tanto, la declaración de independencia, el proceso, los independentistas catalanes, cuando hace alardes de subvertir el orden constitucional, directamente arremete contra la nación española.

La Constitución es el fundamento de todo Estado legítimo y supone el amparo de todos los ciudadanos contra el despotismo. Sí antes fue ZP, ahora nos toca ver y oír a Sánchez, que hace bueno a ZP y que pretende a toda costa acordar lo que sea con Iglesias, para agrandar su ego gobernándonos al precio que sea. ¿Y cual va ser el precio que le impondrá ante semejante barbarie Junqueras? En este país no caben más tontos y más inconscientes. El número de ambos engendros es preocupante. Decía el otro día Iglesias que la «la ley no es la ley». Ésta es su voluntad y la de su partido. Es lo más parecido a Luis XIV cuando decía que «el Estado soy yo». La segunda Transición parece plantearla el de Podemos, convirtiendo el Estado de Derecho en otro absolutista. El Estado absolutista del pueblo. O lo que es lo mismo, la pretensión marxista de confundir la voluntad del pueblo, con las de sus dirigentes. Cuando estos defienden «el derecho a decidir» del pueblo catalán, están arrebatándonos a todos los españoles la soberanía nacional, que la detentamos todos y cada uno. Solo espero que los de las CUP proclamen el Estado Cantonalista Catalán Independiente. ¿Porque supongo que el Valle de Arán, como Tarragona tendrán también derecho a decidir? Por decidir lo que sea que no quede.

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