Obispo de Cádiz y Ceuta
Rafael Zornoza Boy: «A veces, no aclarar las cosas supone un deterioro para la fe»
El prelado gaditano afirma que «hay que comunicar mejor y responder a cuestiones que quedan en el ambiente»
Más de diez años han pasado desde que Rafael Zornoza Boy (Madrid, 1949) , tomara posesión como obispo de Cádiz y Ceuta. Al prelado gaditano, responsable de la transformación que vive la diócesis en los últimos tiempos, le ha tocado encarar una época compleja ... por la realidad social actual y en la que su gestión no ha estado exenta de críticas . En este periodo difícil y de cambios en general, Zornoza reflexiona y a la vez valora algunos de los últimos acontecimientos en la Diócesis.
–¿En qué situación se encuentra la Iglesia en Cádiz?
–La Diócesis de Cádiz y Ceuta, tiene buena salud pero efectivamente vive, como toda la Iglesia en este momento, en un proceso de hacerse misionera o más misionera, con una tensión quizá más firme, más fuerte, con salida hacia afuera, como dice el Papa Francisco. La Iglesia de Cádiz y Ceuta, afortunadamente, tiene una gran riqueza de comunidades parroquiales, de vida religiosa de asociaciones donde entran movimientos laicales, cofradías... Y luego tiene una expresión de su actividad o de su vitalidad también hacia fuera, en la vida de caridad. Dentro de eso, a nadie se le oculta que en este proceso de transformación pues primero tenemos que afianzar nuestros criterios, nuestra experiencia de fe y afrontar una situación de una nueva cultura y de una secularización que verdaderamente ejerce una gran presión.
–Precisamente en ese sentido, ¿qué propuestas tiene la Diócesis para hacer frente a una sociedad cada vez más alejada?
–El gran reto, desde hace mucho tiempo, es la transmisión de la fe, que antes se hacía casi mecánicamente en la familia, en los colegios... Y en este momento supone un paso al frente, una convicción. Nadie sigue de una forma gregaria. Falla un tipo de transmisión clásica, vamos a llamarlo así, de la que estábamos acostumbrados. Y que esto exige poner la atención en una transmisión de la fe que es una verdadera misión, que es una evangelización. Es recuperar este sentido misionero de la Iglesia. Con mayor o menor fortuna, yo creo que ha sido el gran objetivo de mi pontificado, o sea, no tengo otro. Si se miran las cartas pastorales desde que empecé han sido muy repetitivas, pero porque estos son objetivos a larga distancia aunque luego se vayan concretando en acciones más específicas. El nuevo Plan Diocesano de Pastoral pone una insistente mirada en la renovación de las parroquias, de las estructuras, con idea primero de fortalecernos interiormente. Es una doble acción, fortalecernos y hacer un propósito firme en una nueva evangelización. Eso abarca muchos campos porque la vida de la Iglesia es muy amplia, desde la catequesis hasta la vida de las parroquias. Está en la formación de los grupos, hasta la misma liturgia, hasta la atención y los horarios de las parroquias.
–Ya que habla de horarios, y aunque esta no fuera parroquia, ¿qué le parece la marcha de los franciscanos de Cádiz?
–He tenido la comunicación en el mismo momento en que ha sucedido por tanto, no he podido intervenir para nada. Pertenece a los franciscanos, que son los que tienen que atenderlo y ellos han dicho que van a permanecer aunque dejen de vivir. Es evidente que todo el mundo ve en eso una inestabilidad y una precariedad. Pero bueno, si están presentes y pueden hacer un servicio pues estaremos muy agradecidos. Estoy esperando la reunión con el provincial. Me han escrito una carta pero estoy esperando que ellos concreten un poquito mejor las intenciones que tienen, que yo creo que va a ser lo que han dicho ya públicamente.
–¿Pero podría existir la posibilidad de que sacerdotes de la diócesis pudieran asistir a diario ese templo?
–No creo que sea esa la solución porque no va a hacer falta. Ellos tienen las personas adecuadas. De todos modos, aunque esto sea siempre una alarma en Cádiz, yo recuerdo que en Cádiz interior hay 28 templos. San Francisco evidentemente es una iglesia monumental, es un convento monumental, pero es verdad que los fieles están súper atendidos.
–Con respecto a la falta de vocaciones que propicia que se cierren conventos como el de San Francisco, ¿qué opina?
–Se habla continuamente de ello pero no podemos ceñirnos a los números y menos comparar los números de hace 50 años con los de ahora. Cuando yo vine aquí había 15 o 16 seminaristas. Ahora hay veinte. Obviamente, no podemos tirar cohetes. Tampoco se puede decir que es que nos sobren. Yo creo que sigue habiendo una gran demanda. ¿Qué sucede? Que hay un problema educativo, cultural, de fe, una mezcla de cosas. Tampoco la gente se casa. Esto hay que juzgarlo dentro de un contexto. Los que entran en un seminario son muy valientes, van contracorriente, toman decisiones muy firmes. Aunque entrar en el seminario no es lo mismo que ordenarse. Esto es como un noviazgo. Tienen todavía cinco o seis años o siete para para hacer un discernimiento, para aclararse, para asegurarse. Se ha adelgazado en la vida de la Iglesia también, porque tampoco se bautizan todos los que nacen. Esto hay que verlo en su conjunto. Si encima se ve la bajísima natalidad, al final los que están mejor son las vocaciones porque no han variado demasiado en mucho tiempo. Con esto quiero decir que hay que ser muy cautos a la hora de hacer valoraciones. Hay órdenes tradicionales que se van agotando no sabemos muy bien por qué, ya que son carismas que han tenido y que siguen teniendo un gran sentido. Pero están continuamente naciendo órdenes nuevas. Han cerrado muchas casas religiosas, pero yo he traído más de diez congregaciones nuevas, el año pasado fueron tres.
–Con respecto al aniversario de la colocación de la primera piedra de la Catedral de Cádiz, ¿qué le parece la celebración de una procesión Magna?
–A mí todavía no me han comunicado nada. Pero bueno, pues ya veremos a ver. El aniversario del inicio de la Catedral no ha pretendido ser nunca un gran aniversario... Una gran celebración que hemos tenido hace muy poco tiempo pues fue el Jubileo Diocesano, que sí fue correspondido, pues con unas gracias jubilares peregrinaciones a la Catedral, una espléndida exposición que marcó el fue un hito en la historia de la Iglesia de Cádiz y de la ciudad, y con un atractivo, además cultural y turístico imponente. En este caso, la primera piedra, además, no es lo que solemos celebrar. Celebramos la consagración de la Catedral, es decir, el final. Y eso todos los años hay una fiesta litúrgica en septiembre, que este año celebraremos también con un poquito más de fuerza. Esto sí que ha dado oportunidad para acercar más la Catedral a los mismos gaditanos, para ofrecer como el otro día una jornada de puertas abiertas que tuvo una respuesta tremenda porque fue muy bien aceptada. También habrá en noviembre una especie de congreso, un simposio sobre la Catedral, la vida, la historia, el arte, la teología. Hay una previsión de fechas y se anunciará y posiblemente se hará alguna publicación. Pero todo lo demás, pues yo creo que son la aceptación espontánea que va teniendo por parte de mucha gente que se une a esto o que con este recuerdo ofrece cosas que ha preparado. Nos alegramos mucho porque Cádiz necesita recuperar el cariño por su Catedral que estuvo cerrada tantísimos años y yo creo que va recuperando pues tiene una vida. Primero, la vida cultual que debe tener y después también la vida cultural porque es un edificio complejo, pero su primer fin es el que sirva para lo que ha sido hecha, para lo que sirve ahora. Es verdad que es un lugar apropiado como centro y sede del obispo y también para acometer una cantidad de iniciativas culturales e incluso otras menos conocidas, pero que las hace nuestro Cabildo afortunadamente, que son obras de caridad.
–Pero entonces, ¿qué le parece lo de la Magna?
–No me han presentado nada y no voy a decir nada porque no sé. A mí cuando me informen, pues habrá que ver el paso siguiente que se da.
–¿Cómo valora el papel de las hermandades y cofradías?
–Hay que recordar que las cofradías son asociaciones de fieles cristianos y que tienen unos fines muy definidos en sus estatutos. Entonces, afortunadamente tenemos unas cofradías, centrándonos en nuestra Diócesis, en su gran mayoría comprometidas por cumplir sus fines y colaboradoras o partícipes de la vida de la Iglesia. Cuando se integran en la vida de la Iglesia más amplia, como en las parroquias, son una ayuda muy grande. Si tienen menos vitalidad o se independizan, ahí hay un desencuentro que no es bueno para la comunidad parroquial, ni para los sacerdotes, ni para ellos. En este momento nuestras hermandades en la diócesis y en la ciudad de Cádiz no son problemáticas. Al contrario, están en una conciencia de que ellos mismos necesitan esta misma renovación de la que está hablando el Papa continuamente y que se refleja en nuestros planes pastorales. Hoy no pueden ser islas en medio ni de la sociedad ni de la vida de la Iglesia.
–¿Y de lo sucedido el Lunes Santo en Catedral con las hermandades?
–Eso pasó a la historia, es una anécdota en un momento de emergencia. Ya sabemos lo que pasó y en ese momento es muy difícil asumir 3.000 personas, buscar el orden... Los canónigos, el cabildo, pues es consciente de que la Iglesia es un lugar sagrado, es un lugar delicado. Solamente para las visitas turísticas hay guardias de seguridad, se preocupa la gente de que no se toquen los objetos y en un momento de estos no controlas nada. Entonces, que pidan rigor, es perfectamente explicable. Pero yo creo que lo han entendido todo muy bien. Lo que hay que pedir es que no suceda otro hecho de estos difíciles de controlar.
–¿Qué balance haría de los años que lleva como obispo en Cádiz?
–Hemos hecho muchas cosas. Estoy muy contento. Creo que ha habido una gran renovación de estructuras. Intento vivir el presente y con unos objetivos a corto, a medio y largo plazo, dentro de las posibilidades que hay. Sí quiero decir que yo no puedo hacer nada sin mis sacerdotes, sin los laicos, sin los movimientos. Esto es una obra de equipo.
–Los cambios, esa renovación de estructuras, le han supuesto críticas...
–Vamos a ver, las críticas, es parte no de ahora, de toda la vida, de la vida social, mucho más en este sentido o con este talante de la época, de que todo es opinable, a veces incluso las cosas a veces más sagradas. Vamos, lo vemos en la vida social y en la vida política. Entonces todo está sometido a juicio, a crítica y además por todo el mundo. Luego a través de las redes esto se ha convertido en algo incontrolable. Porque antes los medios de comunicación serios, por lo menos, hacían una criba de todo esto. Entonces, pues bueno, es una condición de este tiempo que hay que aceptar como tal. Luego otra cosa distinta es cuando se quieren utilizar medios de comunicación o las mismas redes para otro tipo de intereses y con otro tipo de fines. Ante eso yo creo que hay que ser muy libres y no hacer demasiado caso. Las críticas son buenas cuando tienen algo de verdad porque nos hacen recapacitar y corregir. Cuando tienen intenciones muy particulares, pues entonces lo mejor es no hacer mucho caso. Otro tema distinto, que en eso sí que hago examen de conciencia y reconozco nuestros límites, es que sepamos comunicar bien. Yo creo que la Iglesia comunica mal y confundimos un poco el que tu mano derecha no se entere de lo que haga la izquierda y poner la otra mejilla y todo eso... Convivir en un mundo donde todo es público, todo se comenta y donde a veces no aclarar las cosas supone un sufrimiento o un deterioro para la fe de mucha gente sencilla que no tiene datos para sacar una conclusión. Entonces pienso que eso es parte de la pobreza de la Diócesis. Pero yo creo, hablo por mí, porque hay obispos que lo hacen bien y que son muy mediáticos, que somos demasiado confiados y demasiado de actuar de cara a Dios. Pero de cara a Dios no todo tiene una publicidad y a veces es verdad que a lo mejor habría que comunicar mejor y responder a cuestiones que quedan en el ambiente.