Adolfo de Vigo

Monárquico por la gracia de Dios

Ya sé que hacer esta pública manifestación en la época en la que nos ha tocado vivir

Desde estas líneas hago una pública declaración de intenciones, y reconozco mi condición de defensor de la monarquía española, un borbónico convencido, y un ‘juancarlista’ confeso, y no me refiero al autor de carnaval, sino al que fue el Jefe del Estado español durante tantos años. Un monárquico por la gracia de Dios. Ya sé que hacer esta pública manifestación en la época en la que nos ha tocado vivir, en estos tiempos convulsos en lo que se refiere a estas opciones personales, es peor que invocar al demonio, o lo que es lo mismo, asistir a una fiesta de Halloween para el Obispado.

Por eso cuando llega el 14 de abril no tengo nada que celebrar, ni conmemorar, aunque respeto a aquellos que se sientan republicanos y añoren ese breve periodo de nuestra historia y que, en la mayoría de los casos, ni siquiera han vivido y que solo lo conocen por referencias o por la simple teoría de lo que han leído en libros de Historia.

En este sentido, la última polémica generada en nuestro país con la colocación de banderas republicanas en los balcones de algunos ayuntamientos junto a la enseña nacional, me parece una provocación fuera de lugar. Y digo esto, no porque no me guste esa bandera, que no me gusta. No porque no me represente esa enseña, que no me representa, sino porque la intención con la que se hace es la de reabrir viejas heridas, mantener vigente un enfrentamiento entre hermanos del que la mayoría de los que hoy estamos aquí ni siquiera vivimos. Una época de nuestra historia que con el esfuerzo, lágrimas, sufrimientos y, sobretodo, respeto y ganas de superación, pasó a la historia de nuestro país. Y no seré yo el que niegue el reconocimiento a todos los que murieron en esa época fratricida de nuestra historia, pero lo que no entiendo es que se quiera mercantilizar con esas víctimas por parte de unos cuantos para seguir consiguiendo beneficios políticos. Mercadear con huesos enterrados en cunetas con el único fin de mantener sus puestos en Ayuntamientos, Diputaciones o Parlamentos.

Si de verdad quieren mantener viva la memoria histórica de lo que fue una de las épocas más esperpénticas de nuestra sociedad, en la que unos hermanos se enfrentaban a otros, explíquenle a nuestra juventud la sinrazón de esa guerra, propongan el entendimiento de que esa guerra no tuvo ningún motivo político, sino el odio entre personas que eran intolerantes. Hagan lo posible por desterrar ese odio de nuestra sociedad, fomenten la paz y el entendimiento que desde hace más de cuarenta años nuestros mayores impulsaron con el deseo de vivir en democracia, y no hagan lo contrario. No fomenten el odio, la ira, en definitiva, la barbarie que en su día llevó a que un pueblo se enfrentara a ese mismo pueblo. No le den alas a la intolerancia y fomenten el respeto.

Y si quieren izar la bandera republicana sin peligro a que un juez en el cumplimiento de sus funciones, que no es otro que el de aplicar la ley vigente para todos los que vivimos en este país, haga arriarla a las pocas horas, háganlo en la sede de sus partidos o en el balcón de sus casas, pero no usen las instituciones públicas para reabrir las heridas que tanta sangre le costó en su día a este país, que tantas lágrimas hicieron derramar a nuestros padres.

Ya saben, ¡Salud y…… Monarquía!

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