Cádiz
Ya es momento de hablar del suicidio y de cómo ayudar a los que se quedan
Cádiz acogió el pasado mes de noviembre el nacimiento de Ubuntu, primera asociación para la prevención del suicidio y la atención a los seres queridos de las víctimas
Todas las muertes son iguales. El final definitivo para cada ser. Pero cada una es diferente, provoca una víctima única y afecta a personas distintas en cada ocasión. Es difícil imaginar un hecho más natural que la muerte (el nacimiento, quizás) pero la rodean tantas circunstancias que la sociedad estableció diferencias claras hace miles de años.
De todos los tipos de muerte, uno carga con todos los estigmas, con el peor nombre, con la mayor negrura. Es el suicidio . « Nadie puede imaginar otro tipo de muerte tan devastador . En muchas ocasiones, la muerte es inesperada, como la accidental o la repentina, pero a ese golpe se suma la culpabilidad de los que rodeaban a la víctima. Qué hice mal, por qué no hice más o cómo no me di cuenta.
El duelo es complejísimo, durísimo, hay que volver a aprender a vivir porque a todo el dolor que acompaña a todas las muertes se suma esa culpa, la circunstancia de la voluntariedad que acompaña al suicidio».
La que trata de dar forma verbal a lo indescriptible es María Jesús de León Morgado , la presidenta de Ubuntu , el primer colectivo gaditano, andaluz, que además de perseguir la prevención del suicidio, trata la postvención, la ayuda a «los supervivientes», nombre que reciben los seres queridos de la persona fallecida de esta forma. Profesora gaditana de Secundaria, se ha puesto al frente de la primera Asociación Andaluza de Supervivientes por Suicidio de Ser Querido . Esa es la denominación de un drama de profundidad inabarcable, que sólo conocen los que lo han vivido.
Ubuntu es una palabra de la lengua africana Xusu que significa « soy porque somos ». Habla de la necesidad de estar juntos, de intercambiar palabra, dolor, esperanza, ayuda, herramientas y motivos para salir del mayor de los duelos.
Ese movimiento natural, humano, de buscar a los demás, a los que han vivido lo mismo, para dar y recibir ayuda adquiere un valor excepcional en este caso. Hablar del suicidio es un hecho novedoso. Hasta hace unos años era un tabú, un estigma . Ni dentro de las familias se admitía, «por vergüenza, por culpa, por dolor». Aún hoy sucede. «Cuántos suicidios se han convertido en falsos infartos, cuántos hay detrás de accidentes de tráfico, de caza...».
Superar la maldición
Para las religiones, todas sin excepción, es una muerte maldita: «Todas consideran que el suicidio es un desafío a su dios, o a sus normas, un desprecio a esa divinidad que te ha dado la vida». No hace tanto que a los suicidas se les enterraba fuera de los cementerios católicos. Hasta los medios de comunicación tienen la norma de no publicarlos porque se da por sentado que leer, oír, ver un suicidio fomenta que haya más. «Pero hay que hacerlo, sin morbo ni detalles, dando información de servicio, de ayuda, de esperanza , aportando que hay formas de pedir auxilio, como sucede con los casos de violencia machista con el teléfono 016, por ejemplo» afirma la presidenta de Ubuntu.
Para empezar a desmontar mitos , conviene empezar por el primero: de eso no se habla. Desde hace unos meses, los medios de comunicación se están llenando de datos y debates alrededor del suicidio: «Empezó a cambiar un poco antes de la pandemia, quizás en 2018, 2019, pero es cierto que en los últimos meses parece que la sociedad ha dado el paso de hablar del suicidio de forma algo más natural. Aunque queda mucho».
En ese ámbito, en el de hablarlo y consolarse, además de prevenir y ayudar, se centra Ubuntu, la asociación andaluza que nació el pasado noviembre en Cádiz : «Estos grupos de ayuda son como un coche escoba, aparecen cuando parece que ya todo ha fracasado, el sistema sanitario, la red familiar, todo...», resume María Jesús de León. Por eso es tan importante «ser valiente, admitirlo, que alguien que ha pasado por lo mismo te reciba con los brazos abiertos. Poder hablar con alguien sobre algo tan doloroso con el consuelo de saber que siente lo mismo que tú, sin miedo al tabú, al estigma social y familiar, es como llegar a casa, queremos ofrecer un camino de esperanza», admite.
La presidenta de Ubuntu advierte con firmeza que su colectivo no está creado, ni capacitado, para ayudar de forma especializada y científica a los afectados. Para eso están los profesionales, los expertos, con los que siempre pueden poner en contacto a los supervivientes, a los que lo intentan o su sus familiares. El grupo con el que poner unir a los que temen o padecen por el suicidio, propio o cercano, es www.papageno.es que lidera a nivel estatal Daniel López. María Jesús de León no tiene palabras para ensalzar «su generosidad, su esfuerzo» al frente de un grupo de psicólogos y profesionales que, sin ánimo de lucro, se vuelcan hace años en la prevención.
Ubuntu comienza con grupos en Cádiz y Sevilla , pero próximamente saltará a Córdoba y Jaén. El objetivo es estar en las ocho provincias andaluzas . Otro de los retos fundamentales, además de la prevención y el acompañamiento a los supervivientes, consiste en fomentar la creación de grupos, departamentos, equipos estables, permanentes, de atención específica al fenómeno del suicidio (antes y después) en la sanidad pública, en el caso de Andalucía a través de la Junta pero antes «con un plan estatal que dé cobertura y marco a las instituciones autonómicas».
La tarea del acompañamiento a los seres queridos de las víctimas es un objetivo (de los cinco principales de este tipo de colectivos) con el mismo valor que la prevención. El objetivo supremo es que la ayuda llegue antes del suicidio para tratar de frenarlo. Para conseguirlo, es esencial conocer el fenómeno.
Visión de túnel
«Una de las ideas principales a recordar es que los que se suicidan, los que lo intentan, no quieren dejar de vivir; quieren dejar de sufrir », la portavoz de la asociación repite este concepto. Los que entran en esa situación lo hacen a veces tras algún trauma (laboral, sentimental, familiar, de salud...) pero también hay una larga casuística de personas que intentan suicidarse, o lo consiguen, «sin más, sin señales previas, sin ninguna situación que parezca justificarlo. Entran en una situación que se denomina ‘visión en túnel’, en la que ven todo negro y ese objetivo al final». Sucede en todas las edades y clases sociales, en todas las culturas, en todos los tiempos. «Tenemos que preguntarnos por qué tanta gente se quiere bajar del mundo, por qué crece la desesperanza colectiva» . Porque resulta que los suicidios crecen, en 2020 registraron en España el mayor número desde que hay recuento según el Instituto Nacional de Estadística.
Siquiera por eso, parece que ha llegado el momento de hablar del suicidio, de mirar a esa realidad a sin vergüenza ni tabúes. No han funcionado para aliviar tanto dolor. Lo demuestran los números y las cifras, la realidad y la vida.