GADITANOS EN UCRANIA
La mirada de un fotógrafo gaditano en la frontera: «Muchos piensan que pronto volverán a casa»
Gonzalo Höhr ha pasado diez días entre Ucrania, Moldavia y Rumanía para trasladar al mundo con su cámara qué está pasando allí: «Hay escenas postapocalípticas»
Gonzalo Höhr lleva más de media vida dedicado a una de sus grandes pasiones, a su gran pasión, que además coincide con su trabajo, la fotografía. Captar momentos e imágenes en muy diferentes circunstancias. Más de veinte años al otro lado del objetivo que le han convertido en un testigo directo de lo que acontece , de lo que pasa, sin ningún filtro que valga ni testimonio que no sea el de la realidad más absoluta y que él intenta una y otra vez reproducir. Y trasladar. Y así, con esa única misión y de la mano de la organización Acción contra el Hambre , este fotógrafo gaditano de sobrada experiencia, volvía hace poco a coger de nuevo el macuto para embarcarse en otra aventura profesional y a la vez humanitaria. Muy humanitaria.
Pocas horas después de que comenzara la terrible invasión rusa a Ucrania, Gonzalo recibía una llamada y no lo dudaba . Estaba dispuesto a trasladarse junto a la ONG a la frontera de Moldavia y retratar la labor que esta asociación desarrolla para ayudar a los demás con el único sentido de ser fiel reflejo de lo que allí está ocurriendo. Ahora, de regreso, cuenta que han sido días muy intensos y que lo que ha vivido se quedará para siempre no solo en sus fotos sino también en su recuerdo.
«Decidimos ir a Moldavia porque es el país fronterizo más pobre de la zona y se sabía que la densidad de refugiados que podían llegar en cuanto a su población iba a tener mayor impacto porque no son capaces de asumirlo, de soportarlo...», explica.
A partir de ahí sus fotos comenzaron a relatarlo todo . Como las enormes colas de coches del paso de Palanca donde están llegando durante todo el día y la noche miles de personas para escapar. «Impresionante... una carretera postapocalíptica con filas de hasta veinte kilómetros de gente que espera 48, 72 horas sin saber muy bien adonde van y lo dejan todo atrás». También los que asomaban a pie con maletas pero sin destino por ese destino que les han impuesto. O los que temblaban sin parar a menos siete grados mientras que unos autobuses atestados los podían recoger... mujeres y niños con miradas perdidas, muchos de ellos en shock, otros más enteros.
«Me sorprendió que muchos piensan que van a volver en unos días. Por eso no se quieren ir muy lejos, para poder regresar pronto a su casa». De todas clases y edades. Gente con más o menos posibilidades pero al final todos en una misma situación. De entre ellos por ejemplo los originarios de Azerbayán. «Ellos no tienen pasaporte para continuar y se quedan allí porque no pueden ir ni para adelante ni para atrás». Mientras que otros le decían: «Si quieres te enseño mi instagram para que veas como hace una semana mi vida era ‘normal’».
«Como una catástrofe natural»
Otra escena la vivía en los pabellones que se han habilitado para acoger a cientos de refugiados en Chisinau, la capital del país. «Entrar en ellos era como entrar en una zona de reacción a una catástrofe natural. Decenas de personas intentando descansar para continuar un viaje hacia Rumanía u otras partes de Europa».
Para el fotógrafo, que ya ha retratado muchos otros conflictos en medio mundo, la diferencia es que en el caso de Ucrania todo ha sido «muy repentino». «No ha habido un éxodo tan grande de personas en tan poco tiempo» , una situación que obviamente está cargada de drama y que por esas mismas circunstancias se llena de incertidumbre por el ‘qué pasará’, pero que por otro lado hace que las personas que están escapando no lo estén haciendo en condiciones extremadamente desfavorables en cuanto a su salud. Es decir, que vayan heridos, mutilados o que lleguen a las fronteras exhaustos después de mucho tiempo de persecución o guerras, «como en Siria o tantas zonas de África».
Por esta y otras razones, Gonzalo también entiende que la ola de solidaridad tiene que estar controlada . «Hay gente llegando en camionetas que quiere ayudar pero ni siquiera sabe dónde tiene que ir ni qué se necesita allí. Para ayudar también hay que organizarse y tiene que estar coordinado por quienes saben sobre establecer puntos y necesidades». Algo que hacen asociaciones como Acción contra el Hambre que, entre sus prioridades está ayudar a los que ayudan, darles logística y presupuesto a organizaciones locales que conocen mejor el terreno y a su gente.
Porque, como insiste el fotógrafo quien ha vivido esta y otras muchas crisis en países de conflicto, « tiene que haber un control sobre quien sale y quien entra . Si no es muy arriesgado. No puedes estar dejando en manos de mafias o gente mala a mujeres y niños que pueden ser luego explotados y no figuran en ningún lado. De eso se tienen que encargar las instituciones y los gobiernos». «Por supuesto es muy bueno ayudar pero también hay que saber cómo».
Y Höhr sabía cuál era su cometido. Hacer fotos para que después estas ONG puedan transmitir su mensaje y captar ayudas y fondos. «En mi caso no voy a estos lugares por ego. Yo no lo veo así. Prefiero servir de algo porque mis fotos sirvan de algo ».
Sin embargo no hay duda de que vivir situaciones extremas, o al menos distintas, dejan también su poso. Once días ha estado el ‘freelance’ entre Ucrania, Moldavia y Rumanía y en su retina se ha traído también esas imágenes. «Bueno... aprendes a relativizar, el drama es así aunque no por verlo más cerca es más drama. Al final vivirlo también te da otra perspectiva y ves a gente pasarlo muy mal y a otros que son capaces de superarlo y seguir. Pero eso sí, te das cuenta que eres un privilegiado. Que tú coges un avión y vuelves pronto a casa, te duchas, duermes caliente y estás con tu familia. Ellos sin embargo no saben si podrán volver a hacerlo».
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