REPORTAJE
Los mini-móviles que se cuelan o se intentan colar en las prisiones gaditanas
Miden unos seis centímetros, su venta con la reseña «para cárcel» se publicita con descaro en internet, y esquivan los controles envueltos en preservativos y en el interior del organismo de familiares o conocidos de los reclusos
En los últimos meses, ha aumentado el número de este tipo de teléfonos requisados en los centros penitenciarios de la provincia
«Se vende mini-móviles para la cárcel, no suena, como un mechero». Así reza uno de los múltiples anuncios de este tipo de teléfonos que se pueden encontrar en páginas de compraventa de internet sin tener que escarbar demasiado. «Para cárcel» . Se pregona directamente, sin tapujos. De hecho esta referencia presidiaria es uno de los principales reclamos que utilizan sus vendedores para encontrar clientes. Y vista la gran cantidad de clasificados que existen de estos aparatos en la red deben tener bastante éxito.
El tráfico de estos mini-móviles se está convirtiendo en un verdadero quebradero de cabeza en todas las cárceles españolas. También en las de Cádiz. Según fuentes consultadas, rara es la semana que los funcionarios de prisiones no están decomisando alguno de estos aparatos que alguien intenta colar en los centros penitenciarios o que un recluso esconde como puede en su celda.
Como es sabido los internos no pueden obviamente usar móviles dentro de la cárcel. Según el reglamento, tienen derecho a las comunicaciones telefónicas pero de manera restringida y a través de los teléfonos convencionales de la propia prisión. Diez llamadas de cinco minutos a la semana.
Ahora, estos móviles, que caben e la palma de una mano, se han convertido en los perfectos aliados de quien quiere saltarse las reglas. Además son muy baratos. Cuestan apenas 20, 30 euros . Miden unos seis centímetros y pesan lo mínimo, unos 19 gramos. Normalmente están fabricados en plástico ya que el metal activa los sensores de los controles de acceso. O si contienen algo metálico son índices muy bajos, como por ejemplo la hebilla de un cinturón.
«Últimamente están intentando pasar muchos», cuentan. Para colarlos la forma más habitual es a través de familiares o conocidos de los internos que se los introducen vía anal envueltos en un preservativo (como se suele hacer con la droga también). Luego se los pasan a los presos en los vis a vis. Incluso en los anuncios de estos móviles se pueden ver comentarios de personas que lo han hecho hablando sobre cómo les resultó. «Es muy fácil de esconder y no duele en absoluto», y otros mucho más explícitos.
Una vez que los tienen los reclusos estos también los camuflan. Se han llegado a encontrar escondidos dentro de los tubos de pasta de dientes, o en un libro... y si ven que hay peligro de que se los intercepten utilizan de nuevo su organismo. «Recuerdo uno que se lo tragó y tuvo que ir al hospital» .
Un móvil para los negocios
El problema de que los presos mantengan contacto directo con el exterior cuando ellos quieran y sin control ninguno es que los destinatarios de sus llamadas sean personas que trabajan para ellos. Multitud de investigaciones policiales han demostrado que muchos delincuentes han seguido con sus 'negocios' a pesar de estar entre rejas.
Ante la imposibilidad de controlar la entrada de los terminales a los centros, Interior puso en marcha en 2008 un programa para instalar inhibidores. Pero ese plan para impedir las comunicaciones no abarca a todas las prisiones y además, como denuncian, no es del todo efectivo. Según los últimos datos publicados, entre 2000 y 2017 los funcionarios se incautaron de 17.140 terminales, un millar de móviles al año. Casi tres teléfonos cada día . Y ha ido a más.