UNIVERSIDAD DE CÁDIZ

Un laboratorio natural único en el mundo oculto en una salina de Cádiz

Se cumple un año de la inauguración de los Servicios Centrales de Investigación en Salinas 'La Esperanza' de la Universidad de Cádiz en Puerto Real

En las 39 hectáreas de salinas de la UCA se consolidado la creación de un vivero de empresas de economía azul que da trabajo a 15 emprendedores

Servicios Centrales de Investigación en Salinas 'La Esperanza' en Puerto Real LA VOZ

José Pedro Botella

A finales de septiembre de 2020, la Universidad de Cádiz inauguró oficialmente los Servicios Centrales de Investigación en Salinas 'La Esperanza' en Puerto Real. Sobre este espacio que se encontraba en abandono, la UCA se comprometió a desarrollar un espacio científico, educativo y vivero de empresas en pleno Parque Natural Bahía de Cádiz.

No obstante, este «sueño de La Esperanza» comienza hace 32 años, momento en el que el director de los servicios centrales, Alejandro Pérez-Hurtado de Mendoza , se instala en la Bahía de Cádiz para realizar su tesis doctoral. Es entonces cuando, con objeto de sus investigaciones, el profesor titular de la UCA en la Facultad de Ciencias del Mar y Ambientales empieza a estudiar a las salinas que en aquel momento se encontraban en desuso y se da cuenta del potencial desaprovechado de éstas.

Hoy en día, 'La Esperanza' se posiciona como uno de los grandes ejemplos de economía azul . Sus 39 hectáreas se encuentran a disposición de emprendedores, jóvenes y no tan jóvenes, que quieran desarrollar sus proyectos. Además, los esteros gaditanos esconden valiosos secretos que pueden ser imprescindibles para la lucha contra el cambio climático y la conservación de especies.

Laboratorio natural único

La Universidad de Cádiz es la única institución educativa propietaria de una salina artesanal en la que poder desarrollar actividades como un laboratorio natural, formación, participación ciudadana o transferencia a la sociedad. Una vez obtuvo el reconocimiento como servicio central de investigación, la UCA trató de iniciar la revalorización de La Esperanza centrándose en tres campos.

Por un lado, se encuentra el servicio de investigación en el que se da apoyo a cualquier profesional del mundo, aunque sea ajeno a la Universidad, que quiera desarrollar su proyecto en la propia salina y cuyos resultados podrán ser transferidos a la sociedad. A modo de laboratorio natural, sin techo ni paredes, en tiempo real se atienden a muchos proyectos de investigación nacionales e internacionales que se desarrollan en La Esperanza.

Otra de las líneas que la UCA y sus investigadores han trabajado durante las últimas décadas es la de la restauración del medio ambiente . En este sentido, el profesor Pérez-Hurtado señala que las salinas «son de los pocos espacios naturales que mejoran su biodiversidad una vez que son preparadas para la extracción artesanal de sal».

Los trabajos dedicados a la restauración de La Esperanza han obtenido sus frutos. Prueba de ello es que el 70% de los chorlitejos patinegros que se encuentran en las 10.000 hectáreas del Parque Natural Bahía de Cádiz se localizan en las 39 hectáreas de la UCA.

Todos estos hitos se transfieren a la sociedad gracias al servicio de visitas, enfocado hacia colegios, institutos y actividades turísticas. «Entendemos que la Universidad no puede estar de espaldas a la sociedad o al entorno en el que vive. Es muy difícil proteger aquello que no se conoce, por lo que debemos realizar este servicio de difusión para que se reconozca», considera el director de los servicios centrales.

Ejemplo de economía azul

Finalmente, la tercera función de La Esperanza se basa en su capacidad de producción . Mediante la certificación como servicios centrales de investigación en salinas, la UCA decidió dar autorizaciones de uso a emprendedores.

En algo más de doce meses desde que se inauguraron oficialmente las instalaciones, la Universidad de Cádiz ya ha consolidado la creación de su propio vivero de empresas de economía azul dentro de las salinas puertorrealeñas.

En poco más de un año de funcionalidad de los servicios centrales, hasta 15 emprendedores pertenecientes a nueve compañías diferentes desarrollan sus proyectos sostenibles en especialidades muy diversificadas. En las 39 hectáreas de La Esperanza se encuentran empresas dedicadas a la extracción artesanal de sal, de flor de sal, a la recolección de salicornias y otras actividades económicas asociadas a las marismas.

«Cuando yo comentaba hace 30 años que en Francia se vendía la flor de sal y se envasaba en paquetes muy pequeños era muy difícil que alguno de los salineros o personas del entorno pensaran que la sal tuviera valor», señala el director sobre el cambio progresivo en la mentalidad de la sociedad sobre los recursos que pueden ser explotados de forma natural para su producción.

«Nos dimos cuenta de que hacía falta una diversificación económica en los espacios de marismas». De esta forma, los pequeños empresarios de La Esperanza trabajan la extracción artesanal de la sal marina virgen o la salicornia «para la obtención de un producto gurmé», los productos relacionados con la salud y el bienestar, la cosmética o el turismo gastronómico, deportivo y ornitológico.

«Todo este tipo de actividades que se pueden desarrollar las mostramos, a pequeña escala, en nuestros servicios centrales y estamos poniendo en marcha otras nuevas durante este año para que se dé a conocer el potencial de las salinas y para que se sepa que es posible compatibilizar en un mismo espacio diferentes especialidades, tanto económicas como de recuperación del medio ».

Estos emprendedores son formados, tutorizados y acompañados gracias a la colaboración de profesores de la UCA de diversos ámbitos para que adquieran distintos conocimientos. «La idea es que se establezcan en el vivero, pero que La Esperanza actúe como semillero . De esta forma, los emprendedores formados en las salinas podrán seguir creciendo en otras partes de la Bahía y ocupando espacios que hoy están en desuso», indica Alejandro Pérez-Hurtado.

«Ahora mismo estamos trabajando con formación realizando seminarios y cursos teórico-prácticos para que el salicultor del siglo XXI no solo piense en los granos de sal, que siguen teniendo un gran valor, sino que también pueda adquirir conocimientos de marketing o de potenciar su negocio». Par ello, la Universidad cuenta con la Cátedra de Emprendedores que «juega un papel muy importante» y con un profesorado muy diverso en temática «que puede otorgar una serie de saberes multidimensionales» a estos emprendedores, de tal forma que «sean capaces de participar en una feria internacional vendiendo su sal o que puedan conocer otros muchos aspectos y cuenten con recursos».

«Tenemos que sumar», resume Pérez-Hurtado, «los emprendedores y el profesorado debe aunar esfuerzos para sacar el tremendo potencial que tienen estos espacios naturales en la actualidad».

Salinas contra el cambio climático

El valor de estas salinas, ejemplificadas en el caso de La Esperanza, no se limita al rédito económico que puedan obtener pequeños o medianos inversores tras iniciar una actividad sostenible en el entorno natural.

Las marismas juegan un papel fundamental en la lucha contra el cambio climático y las del Parque Natural de la Bahía de Cádiz «se han enfrentado a un progresivo abandono desde hace décadas» que podría conducir a la desaparición de gran parte de localidades como San Fernando o Puerto Real, tal y como explica Javier Benavente González , profesor titular del departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Cádiz (UCA).

Los esteros actúan como dique contra avance del agua , impidiendo que las mareas avancen por zonas de viviendas y éstas puedan considerarse inundables. El desuso de estos espacios trae consigo la pérdida de las vueltas de afuera, por lo que cada vez el mar va ganando espacio en un proceso considerado como «lento, pero inexorable» para el también vicedecano de Ordenación Académica e Infraestructuras de la Facultad Ciencias del Mar y Ambientales.

Las marismas cumplen una segunda función contra el cambio climático, puesto que actúan como sumideros de CO2. Uno de los objetivos de la UCA pasa por lograr que, debido a esta capacidad, los esteros sean considerados como parte del mercado de carbono al igual que los bosques. De esta forma, «las empresas podrían decidir invertir en esteros para mejorar su huella de carbono. Es una posibilidad de futuro muy interesante».

Los investigadores trabajan para cifrar el grado de captación que tienen las marismas con el objetivo de publicar sus resultados «antes de finales de año». Este estudio se ha realizado en diversos espacios: desde una explotación tradicional, marismas naturales o la propia Salina de La Esperanza que gestiona la UCA. «Se han obtenido muestreos a lo largo de toda la Bahía y en diferentes ambientes», aclara Benavente.

Además de las actuaciones contra el cambio climático antes consideradas, los expertos tratan de conseguir nuevos fondos para conocer el papel que realiza la marisma para laminar las inundaciones y como disipador de la energía del oleaje.

Para que estas marismas cumplan su función de dique contra el cambio climático deben perdurar en el tiempo . La crisis es acuciante y es que, según estadísticas manejadas por la propia institución docente, el 80% de los esteros de la Bahía de Cádiz se encuentran en desuso .

Según la UCA, aún existe capacidad para revertir la situación. «Nunca mejor dicho, la esperanza es lo último que se pierde . Ese es nuestro late motiv desde hace 32 años. Tenemos un parque natural muy amplio, pero con un porcentaje de superficie de marisma degradada y la única solución para que no se colmaten es dar a los esteros un empleo », defiende Alejandro Pérez-Hurtado de Mendoza.

Esta actividad debe ser «adaptada al siglo XXI» recuperando «esa cultura que tenemos del pasado», aunque sin «limitarnos a quedarnos con ella como si se tratase de una postal en blanco y negro» y producir un «cóctel maravilloso entre el conocimiento artesanal y la innovación» .

Profesor Alejandro Pérez-Hurtado de Mendoza

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