Mencía Ruiz Gutiérrez-Colosía | Doctora en Psicología
«La interacción con los demás, por el beneficio que tiene, acabará imponiéndose»
La directora del servicio de Atención Psicológica de la Universidad de Loyola valora la situación actual y las consecuencias que podría tener un segundo confinamiento
Aprender a convivir con el coronavirus hasta que exista una vacuna (respetando las normas y manteniendo las debidas precauciones) es clave para la nueva normalidad no nos afecte psicológicamente. Los expertos insisten en que en esta situación hay un proceso de adaptación y que en todo momento hay que conservar la calma. En estos días en los que los datos reflejan una mayor incidencia del Covid-19 algunos ya analizan los efectos que para la salud mental podría tener un segundo confinamiento. La gaditana Mencía Ruiz Gutiérrez-Colosía, doctora en psicología y directora del Servicio de Atención Psicológica de la Universidad de Loyola de Andalucía, estudia la situación y expone algunas recomendaciones.
- ¿Cómo afectaría psicológicamente un segundo confinamiento?
-Desde la Sociedad Española de Psiquiatría sostienen que un segundo confinamiento tendrá peor impacto cuanto antes se produzca puesto que la gente acumula un nivel de fatiga emocional y una carga económica por falta de productividad elevada. Esto se reflejaría sin duda en un aumento de casos de ansiedad y depresión y sintomatología de estrés postraumático. No obstante, existen grupos de población que por sus circunstancias específicas sufrirían de forma más acusada los efectos de un nuevo aislamiento. Uno de los colectivos más vulnerables es precisamente el de personas con problemas de salud mental que suman a sus propias circunstancias la necesidad de manejo del estrés y la incertidumbre. Si el confinamiento se asocia a un repunte en la demanda hospitalaria, el personal sanitario también vería incrementada la sintomatología psicopatológica de la que todavía no se ha recuperado completamente.
-¿Se han superado los problemas provocados por el primer confinamiento?
-La incertidumbre, la desinformación y los cambios emocionales causados por la situación de aislamiento y temor al contagio estuvieron presentes en la población general durante el confinamiento. En la nueva normalidad aún permanecen síntomas de ansiedad, hipocondría, rumiación y sintomatología depresiva, sobre todo en poblaciones más vulnerables.
-¿Qué se puede y se debería aprender de una situación como ésta?
-La información real y verídica es fundamental para que las personas en cuarentena entiendan lo que está pasando y qué pueden esperar de la situación. En la misma línea, la comunicación rápida y efectiva ayudaría a las personas a lidiar con la incertidumbre, el miedo y la ansiedad ante un posible contagio. El periodo de confinamiento debería ser corto, por ejemplo limitado al periodo de incubación. Se ha demostrado que cuanto más largo es el aislamiento, los efectos a nivel psicológico son más severos y duraderos. También sería aconsejable evitar las extensiones del aislamiento pues exacerban el sentimiento de frustración. La mayoría de efectos adversos se han observado ante cuarentenas impuestas a diferencia de las voluntarias donde la personas no perciben su libertad restringida de la misma forma. A nivel individual es importante tener en cuenta aquello que haya resultado eficaz y trabajar estrategias de afrontamiento adecuadas para posibles episodios futuros.
-¿Existen personas que están mejor preparadas para esta realidad?
-La realización personal, la resiliencia, la convivencia con otras personas y pensar que la probabilidad de contagio es baja son factores protectores de salud mental. Por otro lado, el agotamiento emocional y físico, estar en constante contacto con posibles enfermos de Covid, el estigma social y la despersonalización, son algunos factores que se relacionan significativamente con el estrés postraumático, la ansiedad y la depresión. Las personas que están solas, aisladas, con hábitos poco saludables han sufrido las consecuencias del confinamiento. Especialmente castigadas han estado las que tienen problemas previos de salud mental que durante el confinamiento han tenido que hacer frente a los temores por el contagio y al manejo de sus propias circunstancias. La soledad y el aislamiento son más frecuentes en esta población y el riesgo de empeoramiento de adversidades sociales y desigualdades existentes ha quedado patente. También el personal sanitario ha sido uno de los grupos de población que más han sufrido los efectos psicológicos de la pandemia por la constante exposición a la enfermedad, el desgaste físico y el estigma social.
-¿Qué perjuicios puede causar o está causando esto en los niños y adolescentes?
-Durante el confinamiento se han llevado a cabo varios estudios con niños y adolescentes para estudiar el impacto del aislamiento sobre el estado de bienestar de los menores. Se han encontrado efectos negativos, especialmente en aquellos en situación de vulnerabilidad social destacando los conflictos en el hogar y la exposición al tabaco. En niños pequeños las herramientas para hacer frente al estrés emocional son muy precarias, por ello la ruptura de rutinas básicas como ir al colegio, jugar con sus iguales o la percepción de lo que está pasando sin terminar de entenderlo generan una frustración que es posible que tenga efectos a largo plazo, aunque a día de hoy todavía no hay evidencias al respecto. Se han observado también trastornos del sueño y la alimentación, fundamentalmente en adolescentes.
-¿Habrá un retroceso en la sociabilidad e interacción entre las personas?
-La esfera social es muy importante en la vida de cualquier persona. En niños pequeños hasta los tres años el juego cooperativo todavía no está presente, pero desde entonces, la interacción con iguales facilita entre otros el desarrollo de habilidades sociales y la resolución de conflictos. Si este contacto no se produce es muy posible que aparezca tristeza, ansiedad y frustración. En adultos, la interacción social tiene enormes beneficios para el manejo del estrés, y uno de los aspectos clave para ello es la empatía, entendida como identificación y reconocimiento del otro. Sentir la comprensión de otros facilita el desahogo emocional y el manejo del estrés. Las relaciones sociales mejoran el bienestar psicológico. Es por ello que, aunque se impongan medidas de distanciamiento, se fomente el teletrabajo y se busque el desarrollo de actividades individuales, la tendencia natural a la interacción con los demás, por el beneficio que produce, acabará imponiéndose.
-¿Qué consejos daría para encarar una segunda cuarentena en el caso de que llegara?
-Desde el punto de vista comunitario, el apoyo de los servicios sanitarios específicos de salud mental es fundamental. Durante la cuarentena se produjo una solicitud masiva de atención psicológica a la que se ha dado respuesta en muchos casos de forma desinteresada y en otros de forma privada pero poco estructurada. Es prioritario que exista apoyo a nivel autonómico, por ejemplo a través de servicios de teleasistencia, que permita el acompañamiento, por un lado de aquellas personas que ya estaban en tratamiento psicológico y/o psiquiátrico y que favorezca el control de medicación, el seguimiento de casos severos, y que a su vez genere en las personas una sensación de apoyo y normalidad. Y por otro lado para aquellas que desarrollan cuadros de ansiedad o depresión que sepan dónde acudir y cómo recibir atención. La inclusión del apoyo psicosocial para los niños y sus familias es también parte necesaria de las respuestas de salud a los desastres y su recuperación. A nivel individual sería fundamental recuperar aquellas estrategias que resultaron eficaces para sobrellevar el primer confinamiento. En este caso no existiría el ‘factor sorpresa’. Las personas ya saben a lo que se enfrentan por lo que la desmotivación y desmoralización estarían presentes desde el principio, pero también el aprendizaje adquirido. Trabajar en herramientas de control del pensamiento, de desactivación o relajación, búsqueda de apoyo social, establecimiento de rutinas que incluyan el ejercicio físico diario, desarrollo de metas alcanzables y realistas entre otras, permitirían mejor manejo emocional de la situación.
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