Refugiados ucranianos en Cádiz

La huida hasta Cádiz desde Ucrania de un conductor de autobús para reunirse con su hija: «¡Ya están aquí!»

Julia, abogada pero que ahora es dependienta en Los Caños y que reside en España desde 2016, cuenta la odisea que han pasado sus padres y una amiga con dos niñas para escapar de la guerra. «Sonaban las bombas a todas horas del día, no podían estar más tiempo allí»

Vejer y Barbate han recibido a estos refugiados con los brazos abiertos pero al dejar todo atrás tienen muchas necesidades. La Guardia Civil les está ayudando a tramitar las ayudas y documentación

La hija pequeña de Natalie, recién llegada como refugiada a El Palmar, recibe un regalo por su cumpleaños. La Voz

María Almagro

Resulta extraño hablar con alguien que está pasando por un horror de tal magnitud como el que tiene que intentar sobrevivir a una guerra y que esa persona hable con cierta tranquilidad. Es complicado ponerse en su piel desde la comodidad y la costumbre al 'aquí no pasa'. Sin embargo, Julia logra que lo hagas porque cuenta lo que está ocurriendo en su país de la forma que mejor se entiende, desde su propia experiencia. Acaba de reunirse con sus padres que han viajado miles de kilómetros desde Ucrania a Cádiz para, sencillamente, vivir. Como sea, pero vivir. «¡Ya están aquí!», dice exultante.

La historia de Julia es una de tantas de las que se están sucediendo estos días y que ponen rostros al refugio, a la huida, al dolor, al miedo, a la necesidad . Ella es de profesión abogada, tiene 34 años, lo dejó todo y ahora vive en una rulote en El Palmar. «Salí de mi país en 2016. Entonces ya había guerra, en la zona oeste, y yo, que tengo una hija, no veía allí ningún futuro. Tenía que irme». Así que cogió las maletas y se despidió de Dnipro, cerca de Kiev, y también de toda su familia y amigos. Y ahora, con el recrudecimiento de este conflicto -que no es nuevo- y la terrible invasión rusa, aquella difícil decisión que un día eligió ha tomado un enorme sentido. El peor que podía tomar.

Ella misma lo sabe porque, como decimos, lo ha sufrido en primera persona. «Cuando todo estalló no podía dormir... ¡no puedes hacer nada y mis padres estaban allí muy cerca de Kiev!. Hablaba con ellos pero, imagínate, así... es imposible no tener miedo...». Y la situación y los pocos visos de una pronta solución fue empeorando por horas. «Al principio los bombardeos eran a las cuatro o cinco de la mañana y ya son durante todo el día y contra civiles. No sabes dónde puede caer la próxima bomba ».

La travesía en autobús

Entonces sus padres comenzaron a pensar en huir. Dejar su trabajo, su casa, sus amigos, sus planes de futuro, todo. Y desde España, desde Cádiz, Julia les animaba a reunirse con ella y ayudarles. También a Natalie, una gran amiga suya con dos hijas, de 17 y 11 años, que a pesar de tener allí su vida resuelta gracias a su empleo como neuróloga decidía escapar por el bien de sus niñas y, de nuevo, dejarlo todo.

Así que, la realidad superó con creces a la ficción y el padre, Kostyantin, de 58 años, se atrevió a hacerlo. «Ahora en guerra los hombres ucranianos de 18 a 60 años no pueden pasar la frontera, no se les permite», cuenta Julia. Sin embargo en el caso de su padre había una esperanza de conseguirlo, sobre todo por acompañar y cuidar en ese trayecto a su esposa y madre de Julia y también a Natalie y sus dos pequeñas, a las que recogieron por el camino.

Kostyantin es conductor de autobús en Dnipro y durante estas semanas, su empresa ha estado trasladando a refugiados (mujeres y niños) desde zonas próximas a Kiev hasta la frontera con Polonia. Así que como conductor pudo montarse en uno de esos autobuses junto a las otras cuatro mujeres y escapar. «Él iba de segundo chófer. Dejaron a algunas personas en Polonia pero el viaje continuaba hasta Tarragona. Cogí con mi novio dos coches que nos prestaron y fuimos a por ellos».

«Lo han dejado todo. Solo tuvieron tiempo de coger una mochila y su pasaporte»

Y tras cruzar casi toda Europa, esta familia ha logrado reunirse y refugiarse en Cádiz. «¿Qué cómo estamos? pues, complicado... no tenemos nada. Lo han dejado todo. Salieron con una mochila y su documentación y ya está. ¿Su casa...? pues allí está». «El espacio que yo tengo es poco. Dormimos en el suelo y estamos intentando buscar ayuda y arreglar papeles. Yo ahora trabajo de dependienta en una tienda y en verano voy a tener un empleo de cocinera, pero claro... es difícil», continúa Julia.

Ahora, para salir adelante, están contando con la ayuda de algunas personas. Entre ellas, los guardias civiles del puesto de Barbate y Vejer. «Fui al cuartel, a pedir información y me atendieron perfectamente». Tanto es así que los propios guardias al conocer la historia reunieron dinero entre ellos y se lo dieron para que pasaran estos primeros días. Además a nivel institucional los agentes están contactando con diferentes instituciones para que estas personas puedan regularizar su situación como refugiados de guerra y optar a las distintas ayudas y documentación que le es necesaria para ello.

Justamente, cosas del destino, este miércoles, 24 horas después de llegar a Cádiz, era el cumpleaños de una de las niñas de Natalie. La pequeña recibía por sorpresa en El Palmar un regalo de la Guardia Civil. Y así, con poco pero suficiente, celebraban, aunque fuera por unos instantes y tras muchos días de agonía y sufrimiento, la vida. Su nueva vida o la que, de momento, les toca vivir. En paz.

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