TRIBUNALES

La historia de terror del 1ºA

El juicio al presunto parricida de Ubrique destapa las incógnitas sobre lo que ocurrió

El supuesto filicida fue encontrado en el campo tras haber matado a sus dos hijos.

MARÍA ALMAGRO

«Por un asunto de su interés». Sin concretar más. Esta frase tipo servía para citar a Juan Márquez en los Servicios Sociales de Ubrique. Una expresión que, a pesar de su generalidad, resume lo que estaba ocurriendo. Justo de eso, de interés, querían hablar con él las dos asistentes. De si era cierto que no se estaba ocupando de sus hijos: Juan Pablo, de 17 años, y de Laura, de 19. De si les había dejado de pasar dinero como castigo porque no veían bien que su novia de meses, a la que ni conocían, se fuera a vivir al domicilio familiar, o de si a solo a las semanas de la muerte por cáncer de la madre de los chicos, el viudo se había empecinado en repartir la herencia que les había dejado a ellos. Interés, justo. De eso querían hablar con él.

La carta la recibió el 3 de octubre de 2014. Le citaban para el 7, pero ni él ni los niños acudieron jamás a aquella entrevista de conciliación familiar. No hubo tiempo. La madrugada del domingo día 6, el horror se cebó con el 1ºA del número 70 de la calle San Sebastián. Juan Márquez, armado con un cuchillo de matar cochinos, acababa presuntamente «de manera atroz» con la vida de sus dos hijos. Les asestó 42 puñaladas.

Aquel crimen fue uno de los más duros y sangrientos que se recuerdan en la historia reciente de la provincia de Cádiz, y esta semana, su supuesto autor llegaba a la Audiencia Provincial desde la cárcel, donde está desde que se le detuvo, para ser juzgado. La Fiscalía solicita para él 42 años de prisión, las acusaciones, 47.

Un «castigo» que fue mortal

«Laura no estaba en contra de que su padre rehiciera su vida. Estaba en contra de cómo lo estaba haciendo. No entendía que tuviera dinero para la novia que ni conocían y no para ellos». El testimonio de Patricia, la mejor amiga de la joven asesinada conmovió a la sala. Se conocían desde pequeñas, era su «hermana», y con gran desconsuelo relató cómo Juan Márquez no quiso ocuparse ni de su amiga ni de Juan Pablo.

La madre de los chicos había fallecido enferma de cáncer en diciembre de 2013. Cuatro meses después, el procesado comenzó una nueva relación sentimental con una joven marroquí, Fathia, a la que «no le faltaba de nada». «Fue entonces cuando empezó a coaccionar a los hijos», aseguró la acusación. Su objetivo, según siempre esta misma versión, era tener en propiedad el piso, que pertenecía por herencia a los niños, para vivir allí junto a su pareja. Pero Laura, la mayor, se enfrentó a él. No entendía cómo Juan podía tener dinero para su novia y no para su hermano, «que apenas tenía comida y sufría de anemia».

Ante la situación, y al no poder pagarlo, Laura decidió dejar de estudiar y regresó a Ubrique. Su primer objetivo era hacerse cargo como fuera de las deudas. Mientras, como indica la acusación, su padre gastaba los 1.200 euros que ganaba mensualmente como petaquero en entrar y salir con su novia. Incluso, llegó a pedir un crédito de 5.000 euros para pagarle una operación de pechos, tal y como él mismo y Fathia reconocieron durante el juicio.

Lo grabó

«Cansada de la situación», Laura acudió a Asuntos Sociales. «Él lo vio como una denuncia y se vengó». Pero antes de que llegara el trágico final, y con el fin de tener pruebas de lo que ocurría en esa casa, la chica grabó una conversación con su padre.

«¡Papá, lo que quiero es que te preocupes por nosotros. El piso nos lo van a embargar ya. Voy a terminar con 19 años ahí abajo. Estoy todos los días estresada, no puedo más y tu sólo hablas de ti, de ti, de ti... Voy a acabar en un psiquiátrico por tu culpa!»... El tono sube y la joven le reprocha que su hermano «esté pasando hambre» y que no haya nada en la nevera.

Ante estas súplicas, Juan Márquez asegura que se ocupará del pequeño, que es menor, pero que ella tiene que ponerse a trabajar porque él está pasando «una racha muy mala». Pero además incide en la necesidad de repartir la herencia. Se escucha cómo se refiere a dos pequeños terrenos y al piso familiar. Este último es el más codiciado por el padre. «¿Y dónde vamos a dormir? ¡En la calle!», le reprocha ella.

El abogado de la familia de Laura y Juan Pablo contaba que había conocido a los jóvenes. Que antes de que fueran cruelmente asesinados habían estado en su despacho para hacerle una consulta. Querían saber cómo se hacía una repartición de herencia. Les preocupaba que su padre, que solo tenía el usufructo, les quitara todo y les dejara en la calle. «A ella le preocupaba su hermano». Sin embargo, según su padre, se mataron entre ellos. «Es ruin, despreciable, cobarde... Además de la vida, les ha querido arrebatar también su honor», dijo el fiscal visiblemente emocionado.

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