«Hemos aceptado un sometimiento que puede ser muy peligroso»
Beltrán Roca, antropólogo y profesor de Sociología de la UCA, considera que durante el Estado de Alarma «no se ha escuchado lo suficiente a los científicos sociales»
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Beltrán Roca es profesor titular de Sociología de la Universidad de Cádiz. Imparte clases en la Facultad de Ciencias Sociales y Comunicación y también en la de Ciencias del Trabajo. Como experto antropólogo, este algecireño de nacimiento afincado en El Puerto analiza la situación social ahora que el Estado de Alarma ha concluido.
-¿Cómo afecta sociológicamente el fin del estado de alarma?
-Bueno, es el fin del estado de alarma, pero no de la pandemia. La incidencia social va a ser un relajamiento de algunas medidas que la población necesita porque ya llevamos mucho tiempo con esto y la actividad económica también se verá beneficiada.
-¿Cree que la historia se está acelerando por esta crisis?
-En algunos ámbitos ha habido un desarrollo sin precedentes. En la investigación médica y de las vacunas. Y esos niveles de inversión no los ha habido nunca. La velocidad de desarrollo de vacunas, tratamientos y publicaciones han sido revolucionarias. Desde punto de vista social lo que ha ocurrido es muy peligroso porque hemos aceptado unos niveles de sometimiento como sociedad y de control social que son muy peligrosos si se extiende en el tiempo más allá de esta coyuntura.
-¿Piensa que han durado demasiado las medidas?
-No sé si ha sido excesivo. Sociológicamente podrían implicar que se utilizaran estas medidas en otro tipo de contexto. La pérdida de libertades en la manera que se han aplicado es un reflejo de la sociedad y la lucha de poder en los distintos sectores. Por ejemplo por qué se machacó el 8M y la Motorada no. Lo que se reviste como algo lógico oculta ideologías e intereses de poder.
-¿Considera que los gobiernos y administraciones han tenido en cuenta a su ciencia, la Sociología, a la hora de la gestión?
-Creo que no se ha escuchado lo suficiente a los científicos sociales. Es importante escuchar a médicos, epidemiólogos, expertos en salud... Pero todo esto tiene consecuencias sociales y no se han analizado en profundidad ni se toman tan en serio como otras disciplinas científicas.
-¿Qué consecuencias tiene?
-Entre las consecuencias ha habido determinados grupos sociales que se han mostrado especialmente vulnerables. El que no ha tenido una red de apoyo social familiar por venir de fuera o personas que trabajaban de forma más temporal se han visto desprotegidas y se ha puesto de manifiesta la necesidad de tener un sistema de protección social mejor. El tema de la vacuna también se ha puesto de manifiesto desde el punto de vista de su distribución. Ha quedado fuera del ámbito del mercado y eso es un sacrilegio dentro de una sociedad capitalista porque se supone que las cosas se compran y venden y el mercado es la manera mejor de distribuir los recursos y los bienes. Pero a nadie se le pasa por la cabeza que la vacuna no se distribuya así y se cree que el Estado debe velar por darlo a los mayores con un criterio. Si otras cosas tan importantes como la vacuna se distribuyeran con el mismo criterio habría menos vulnerabilidades y menos exclusión.
-¿Hace falta un cambio en la forma de ser y estar en el mundo?
Sí, claro que hace falta un cambio. Como yo lo veo, somos los pasajeros de una locomotora que va a todo trapo a chocarse contra un muro y necesita parar la locomotora a nivel de cambio climático y como civilización. Necesitamos un cambio, y radical, pero todavía los pasos que se han dado son demasiados tímidos como para que la locomotora pare.
-¿Cree que la pandemia marca un antes y un después en las reacciones sociales?
-No va a ser tan radical porque volveremos a nuestras rutinas en el momento en que estemos inmunizados pero hay cosas que han llegado para quedarse, el teletrabajo, el uso de medios digitales para reuniones... pero el contacto directo va a seguir siendo insustituible. Yo creo que no afectará. En el momento de sentirnos más seguros retomaremos nuestras vidas porque lo necesitamos. Las personas necesitamos ver la boca de otras personas, abrazarnos, chocar las manos para reafirmar una relación un acuerdo y un trato...
-Usted, como profesor universitario, está en contacto con gente joven. ¿Cómo cree que les ha afectado a ellos todo este tiempo?
-Las medidas han sido especialmente duras con los jóvenes, los grandes perdedores. Uno, porque el destrozo que ha provocado en el mercado laboral va a afectar sobre sus oportunidades laborales, y va a volver la emigración de 2008 y 2011 en cuanto la movilidad se retome y por otro lado, porque las medidas no han tenido en cuenta a los jóvenes. A mí me coge con 20 años me da un ‘patatús’... Debería haberse pensado en la forma de darle un poco de oxígeno. Han sido medidas demasiado duras y eso refleja la falta de poder social que tienen nuestros jóvenes en la sociedad. Los jóvenes tienen vida y pueden desarrollar problemas psicológicos y encima se les ha demonizado y tampoco es así. Muchos jóvenes han tenido un comportamiento ejemplar.