Del guante blanco al «no mientas, cariño» en un intercambio de golpes y reproches

El debate de las primarias del PSOE evidencia la animadversión extrema entre dos candidatos y sólo refuerza la imagen de Patxi López como pacificador

Ramón Gorriarán

Susana Díaz, Pedro Sánchez y Patxi López regresaron a la escena del crimen, el salón Ramón Rubial de la sede federal del PSOE. Allí donde el 1 de octubre pasado tuvo lugar el espectáculo más vergonzoso de la historia socialista reciente y que acabó con la dimisión del secretario general y la división del partido.

Los tres ocuparon su lugar tras unos atriles horripilantes, pero que no desentonaban en una escenografía antigua, de fealdad soviética. Había nervios y tensión, pero no tantos como en aquel comité federal en el que brotaron lágrimas, afloraron los insultos y se perdieron los papeles. Tampoco en la calle, frente a la entrada del número 70 de la calle Ferraz, había concentraciones de simpatizantes de un bando y otro. Apenas unos cuantos militantes y curiosos tranquilos. A la salida del debate, Sánchez se detuvo a conversar un rato con Eustaquio, un afiliado «desde chaval» que bordea el siglo de vida. Un colofón muy distinto al del 1 de octubre.

Desde los saludos iniciales se vio que aquello no iba a ser el prometido debate de «guante blanco». Bueno sí, de guante blanco pero de boxeo, con mandobles que firmaría un peso pesado. El presidente de la gestora, Javier Fernández, recibió a los aspirantes y sus equipos a la entrada del edificio. Con Sánchez, cazadora de cuero marrón de campaña, hubo un frío apretón de manos y silencio; con Díaz, de rojo PSOE como se dice ahora,se fundió en un abrazo, besos y sonrisas; y con López, traje oscuro y camisa blanca, fraternal saludo de compañeros.

El posado para las fotos también fue premonitorio. De entrada, ni se miraban hasta que el exlehendakari, en el centro del trío, tomó la iniciativa, estrechó la mano del exsecretario general y besó a la presidenta andaluza. Sánchez, que no se veía con Susana Díaz desde el infausto 1 de octubre, ocho meses, debió de tragar saliva ante el trance y también plantó dos besos en las mejillas de su rival. Fueron de cartón, los clásicos y educados de la visita a un desconocido.

Ya en el debate en sí fueron disciplinados con los tiempos cronometrados por la Federación Madrileña de Baloncesto y la moderadora, la periodista Carmen del Riego, apenas tuvo que intervenir. Pero lo demás, fue un duelo de alto voltaje con los cables pelados y el suelo mojado. No tanto porque se interrumpiera o se quitaran la palabra, aunque algún encontronazo por ahí hubo, sino por la crudeza del lenguaje. «No mientas, cariño», restalló el latigazo envuelto en papel de caricia de Susana Díaz a Pedro Sánchez; «Pedro ¿sabes lo que es una nación?», espetó Patxi López y el aludido, sorprendido, respondió en modo alumno, «un sentimiento». No hubo lugar para las sonrisas, y los únicos momentos de cierta relajación llegaron cuando la moderadora hacía observaciones sobre el uso de los tiempos. Tan tensa estaba la cosa que ni siquiera los lapsus relajaban el ambiente. Pedro Sánchez confundió al primer ministro portugués, al que llamó Antonio Soares en vez de Antonio Costa, y si no llega a ser por los murmullos de los siete miembros de cada equipo que estaban en la sala ningún debatiente se hubiera percatado del patinazo.

Concluido el debate, Pedro Sánchez y Patxi López se quedaron un rato en el mismo salón de charla con sus equipos y los cronometradores. Susana Díaz saludó a los suyos y se fue.

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