CRÍTICAS FIT

Ítaca y Los Remedios un mismo espejo

Las dificultades del género llamado “auto-ficción” estriba en la posibilidad de convertirse en un reducto o escondrijo de algún ego malintencionado

Germán Corona

La obra “Los Remedios” de La Compañía exlímite es un viaje de sus dos protagonistas, Pablo y Fernando, a sus orígenes en el barrio que los vio crecer.

El experimento nos hace acompañar a la pareja por distintas etapas de su niñez, adolescencia y edad adulta. Ambos comparten la incomprensión y falta de integración con su entorno, y es ahí cuando se encuentran en las tablas del escenario del colegio religioso donde estudian. Dos chicos de clase media, educación católica y vida familiar como la de la mayoría. Pero una vez que el teatro les une, una huella indeleble les volverá a reunir años después para hacerse la gran pregunta: ¿quiénes somos?

Los planteamientos del principio de la obra son de marcado acento existencialista y suponen un salto mortal a la hora de acometer la propuesta que al principio no llega, pero que afortunadamente cumple su cometido ya en la segunda parte del espectáculo.

La obra transcurre por distintas escenas de la vida de ambos, llena de anecdotarios sobre su relación de amistad, situaciones familiares, el despertar al primer amor o al primer sueño húmedo. Todo parece fluir dentro de la misma tónica de cualquier obra del grueso de compañías que tratan ciertos temas sin profundizar y, a la vez, dan una pátina de humor a todo lo que se cuenta. En principio, una obra más de entretenimiento y punto. Pero casi sin darnos cuenta, todo va cobrando sentido conforme los intérpretes van dejando atrás la impostura propia de la comedia, para centrarse en lo importante: en la verdad de la necesidad de crear, es decir, la verdad de desnudar miedos y preocupaciones delante del espectador. Esto es lo que convierte la búsqueda en acierto.

Devaneos por distintos estilos teatrales y con unos recursos interpretativos correctos en ambos actores, pero que Fernando Delgado lleva un poco más allá a la hora de tocar el absurdo y con un par de monólogos en que, sin estridencia y con la mesura justa, deja ver el sentimiento y sensibilidad que hay dentro.

Una enternecedora auto-ficción con reflexiones profundas y simples a la vez, compartidas con frescura y buen hacer con la amistad de trasfondo y que nos anima a pensar en la importancia de hacer una revisión de nuestro devenir. Una obra que es a su vez homenaje y aceptación del ser a través del espejo de la amistad.

Un periplo hacia las preguntas que todo ser humano debería hacerse en algún momento de la vida para regresar a su particular Ítaca o Los Remedios.

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