SOCIEDAD

Un gaditano en el palacio de la Duquesa

El arquitecto Gonzalo Gil ha sido el encargado de adecuar la Casa de las Dueñas para que pueda abrirse al público

El arquitecto gaditano, en el patio principal de la Casa. M. ALMAGRO

MARÍA ALMAGRO

A Gonzalo Gil siempre le había despertado interés la Casa de las Dueñas, la histórica residencia sevillana de los Alba. «Ahora no sólo he podido conocerla sino que además he colaborado para que todo el mundo pueda descubrirla... ha sido todo un reto», cuenta este arquitecto de 40 años, nacido en Cádiz, que ha formado parte del equipo de profesionales que se ha llevado meses trabajando duro para que el emblemático inmueble, el último refugio de Cayetana, abra sus puertas al público.

Para este gaditano que estudió Arquitectura en Sevilla enfrentarse a este proyecto ha sido «muy especial». Pero también delicado, ya que su tarea ha consistido en habilitar toda la planta baja y los jardines del lustroso palacio, construido en los siglos XV y XVI y declarado monumento histórico artístico en 1931, para que se pueda visitar. Desde las licencias, a la señalítica, la instalación de la seguridad contra incendios y las luces de emergencia, o las obras de la taquilla, los aseos y la tienda. «Ha sido muy interesante, no sólo por la adaptación en sí, sino también por la labor en equipo que se ha hecho con profesionales de gran valía como el museógrafo Enrique Bonet, o el gerente del proyecto, Ricardo Gascó», señala.

Patios, jardines, artesonados, yeserías, esculturas, cuadros, fotografías, libros y tapices forman parte de un recorrido de 1.900 metros cuadrados en el que el visitante podrá recrear la vida de los Alba pero también repasar quinientos años de la historia de Sevilla.

Fue poco antes de verano cuando Gonzalo Gil recibió la llamada que le confirmaba que él sería el encargado de este proyecto de adaptación. Entonces, comenzó la aventura. «Al principio fue lo más engorroso por los plazos y las licencias. Todas las instituciones implicadas tenían que estar conformes antes de comenzar los trabajos de lo que íbamos a hacer». El edificio, catalogado comoBIC, no podía sufrir lo más mínimo. Era la premisa tanto de Cultura como del Duque.

Un trabajo discreto

Todo el equipo ha tenido como especial objetivo convertir en museo la Casa pero sin que se notara. «Tenía que parecer que aquí no se había hecho nada. Que no ha habido ninguna obra ni cambio. Mantener su esencia ha sido lo principal». Por eso, Gil ha trabajado especialmente en mimetizar con el edificio todas las instalaciones, dándole incluso un aire clásico a accesorios más modernos. Así por ejemplo, las cámaras se han pintado del mismo color que los techos para camuflarlas o las mangueras que se han colocado han sido elegidas específicamente para que su color no resaltara demasiado. También se ha extremado el cuidado con el edificio a la hora de poner la señalítica. Por ejemplo, para evitar taladrar en las paredes se han utilizado totems que van dando la información al visitante del lugar en el que está y qué tiene ante sí. Además, todo el material eléctrico, como las emergencias o los detectores de humo, son inhalámbricos para evitar el cableado.

Para la tienda se ha utilizado un viejo garaje también ubicado en un lateral de la entrada. La empresa Palacios y Museos explotará este servicio donde además de souvenirs de todo tipo relacionados con la vida de la Casa de Alba y su patrimonio, se podrán adquirir también las audioguías. Entre los espacios que se abrirán al público (todos ellos en la planta baja ya que en la primera se mantendrá como espacio privado de la familia), se podrán visitar las caballerizas, donde se expone una silla de montar de Eugenia de Montijo, los patios, el claustro principal, la capilla, la biblioteca, el apeadero, la escalera principal, donde destaca el valioso artesonado, el Salón de la Gitana, –antes salón de baile y cuyo nombre se debe al bronce de Mariano Benlliure que se exhibe en el centro–, junto a los majestuosos tapices flamencos.

También el público podrá pasear por el Salón de Carteles, que reúne reclamos de las fiestas de primavera de Sevilla y Jerez desde el siglo XIX, además de históricos carteles taurinos. También, el salón de lectura, donde se conservan libros de valor incalculable, y el tablao en el que Cayetana de Alba recibía clases de flamenco de su maestro Enrique El Cojo.

El interés del Duque

Gil destaca que el gran artífice del proyecto ha sido el XIX Duque de Alba, Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo, quien ha estado muy pendiente de todo el proceso. «Ha velado porque las obras no pusieran en peligro la conservación del edificio. Ha querido que se mantuviera la esencia de su familia y de su madre en todas las piezas y el mobiliario», cuenta.

«Todo edificio que se muestra se conserva y eso es, sin duda, lo más importante»

Entre los 600 artículos que se exponen hay jarrones, esculturas romanas, tapices flamencos, mobiliario de alto valor histórico-artístico y pinturas como ‘Santa Catalina de Siena entre Santos’, un Neri di Bicci del siglo XV ubicado en la Capilla, o ‘La epifanía’ de Lucas Giordano que preside el Salón de la Gitana. También, se podrán contemplar tapices del siglo XVII como ‘La ofrenda de Abraham y Melquisedec en el templo de Jerusalén’, de Francisco Van den Hecke, así como una gran selección de piezas arqueológicas romanas y medievales, esculturas del siglo XIX y una colección de porcelanas de diferentes estilos como Sevres, Meissen y la Cartuja de Sevilla.

«Ahora cuando todo ha terminado la gente se dará cuenta del especial cuidado que se ha tenido», afirma este arquitecto gaditano que tendrá ya para siempre un recuerdo especial de este proyecto. «Todo edificio que se muestra se conserva y eso es, sin duda, lo más importante».

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