Eduardo Moyano - El Ambigú
De festivales
Ya ha terminado una nueva edición del Festival de Cine español de Málaga que se inauguró con ‘Toro’
Ya ha terminado una nueva edición del Festival de Cine español de Málaga que se inauguró con ‘Toro’, un thriller a la española que tan buenos resultados está dando con antecedentes inmediatos como ‘No habrá paz para los malvados», de Enrique Urbizu o ‘El niño’, de Daniel Monzón.
Thrillers trepidantes, con mucha acción, persecuciones o personajes extremadamente malvados que recuerdan la estética norteamericana de los setenta y películas de grandes realizadores como Martin Scorsese y Brian de Palma. Este ‘Toro’ de Kike Maíllo ( ‘Eva’) está algunos peldaños por debajo de los otros filmes citados. Tiene una potente puesta en escena pero ni los personajes ni la narración tienen la consistencia necesaria. No me ha convencido, pero bueno habrá otros muchos a los que sí les gustará esta segunda película del realizador barcelonés.
También esta semana, entre pase y pase, asistí en la Cineteca del Matadero a la presentación de Documenta MADRID, que continúa siendo un referente para los amantes del documental. Realizadores del prestigio del alemán Werner Herzog o del norteamericano Michael Moore que inaugura el certamen con ‘¿Qué invadimos ahora?’, traerán sus últimas películas en una cita que incluye trece largos y veinte cortos en las secciones competitivas junto a un homenaje a Carlos Saura o el ciclo dedicado a la Guerra Civil española.
La cita es hasta el 8 de mayo. Y es que los festivales se suceden continuamente y ya tenemos a la vuelta de la esquina (junio) certámenes como el de cortometrajes de Huesca y el de Cinema Jove de Valencia.
Voy poco a los festivales, ya fui en muchas ocasiones en el pasado, pero siempre mantengo mi fidelidad a Lleida al que acudo, aunque sea un par de días desde su segunda edición, y van ya veintidós. Y es que pese a los recortes, cada vez más evidentes, el festival sigue siendo un referente del cine latinoamericano con una programación coherente que este año nos ha confirmado la fuerza del cine mexicano respecto a otras cinematografías de la región.
De hecho el premio ha sido para ‘La delgada línea amarilla’, que al premio del jurado sumó el del público y el de mejor director para Celso R. García.
La película, sin que tenga mucho que ver, me recuerda en su estética a ‘Una historia verdadera’ de David Lynch que contaba como un hombre anciano con su tractor recorría centenares de kilómetros para reencontrarse con su hermano. Aquí es una cuadrilla de cinco hombres que recorre cerca de trescientos kilómetros para pintar las líneas de la carretera. Es una película sencilla, muy bien narrada, que no deja ser una metáfora de la vida y de las metas que nos planteamos alcanzar.
El cine tiene sus propias metas y entre ellas está la de seguir contando historias. Muchas nacen de la imaginación del autor; otras de la literatura. Hace unos días, La 2 de TVE proyectó algunas joyas cinematográficas como ‘La tía Tula’, de Miguel Picazo basada en la obra de Miguel de Unamuno o ‘Don Quijote de la Mancha’ de Manuel Gutiérrez Aragón. Toda una semana como homenaje a la fiesta del libro del 23 de abril. Libro y cine se dan la mano aunque su relación no siempre ha sido demasiado fluida. Los asistentes al coloquio de televisión coincidieron en señalar que una película no debe ser totalmente fiel a una novela. Son dos géneros diferentes, compatibles, pero distintos. Se hizo un símil. Una película basada en un texto literario es como el tronco de un árbol y los hojas pueden caer o no en función del proceso creativo y la necesidad del lenguaje cinematográfico. Lo importante es que el tronco no esté hueco.
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