VERANO CÁDIZ

La evolución de la hostelería de playa en Cádiz: del chiringuito al beach club

Las tendencias chill out, el servicio de la barra a la cama balinesa y la armonización con conciertos son prioritarios para los clientes, aunque aún existen locales resilientes

Izquierda: Chiringuito Bongo antes de la reforma. Derecha: VAVÁ Playa La Barrosa LA VOZ

José Pedro Botella

Cada día, desde las 10:00 de la mañana, los primeros empleados llegan al establecimiento para ultimar los detalles de cara a poder prestar el servicio a los clientes más madrugadores. Colocan, en primera línea de playa, las hamacas que previamente han dejado preparadas la noche anterior. Se aseguran de retirar la arena de las tablas que conducen al local y alistan al mismo con la intención de que todo reluzca.

A las 11:00 se abren las puertas, las cuales no cerrarán hasta trece horas después. Entre tanto, eventos, actividades, música en directo, dos turnos diferentes de cocina para la comida y un turno consecutivo de varias horas para la cena, mientras la barra permanece abierta sirviendo bebidas durante toda la jornada. Dedicación hostelera que ha pasado de generación en generación, desde el tradicional chiringuito hasta el actual concepto de Beach Club .

Chill out y balinesas para olvidar el reloj

La hostelería de playa se ha beneficiado de las facilidades que la comunicación ofrece, casi de forma inmediata, para conocer el avance y la aceptación de las diferentes tendencias que otros negocios en cualquier parte del mundo ponen en práctica.

El beach club es un modelo muy globalizado que se extendió rápidamente en España tras su llegada a la Costa del Sol e Ibiza. El actual cliente de los establecimientos de playa en Cádiz es todo un conocedor de la amplia oferta que existe en otros rincones y no lo percibe como forzado una vez que lo encuentra incorporado en la provincia.

Los nuevos chiringuitos conservan la característica estructura de madera , pero todo lo demás rompe con el pasado del sector hasta el punto de no querer emplear la palabra chiringuito para definirse.

« No somos un chiringuito para ir a comer solamente o para venir a tomar el sol . Queremos ofrecer una experiencia completa, que la gente lo viva y se identifique. La idea es que el cliente nos visite, tome el sol, se quede a comer, luego al concierto, termine la jornada con nosotros y repita al día siguiente, de ahí que nos denominemos Sunset Club», expresa Larisa Cantalapiedra, directora comercial de Nova Sunset Club .

Inaugurado el pasado 11 de junio tras obtener la concesión del Ayuntamiento de Chiclana, el establecimiento ubicado en la bajada de La Loma de Sancti Petri entre el Hotel Riu y el Royal Hideaway se configura como un «nuevo concepto de chiringuito» .

Su director, Israel Fernández , es el también gerente de La Casa del Farero y ambos negocios se benefician de una sólida sinergia de clientes que proceden del restaurante y viceversa.

Fernández apostó por adentrarse en la hostelería de playa ya que «quería hacer lo que yo demando como cliente» . Israel indica que, tanto por sus valores como el entorno de playa y naturaleza en el que se mueven, «no queremos perder esa identidad de chiringuito de madera y productos naturales. Será una fusión del de toda la vida con un toque contemporáneo tanto en cocina como en la decoración y el servicio. Seguiremos con la excelencia que identifica nuestra filosofía». En este sentido, desde Nova se enorgullecen tras ser reconocidos como el primer chiringuito en Europa con la Q de sostenibilidad .

Nova Sunset Club cuenta con una variada programación diaria que cada lunes, a través sus redes sociales, revelan para lo largo de esa semana. Asimismo, el chiringuito cuenta con una carta de balinesas con el objetivo de ofrecer experiencias tan diferenciadas como el público que veranea en las costas de Chiclana.

«Es algo que los clientes reclaman», apunta Cantalapiedra señalando que los espacios dedicados al chill out son los más exigidos . Desde el establecimiento refuerzan la idea de la despreocupación, ofreciendo a los clientes una atención a pie de cama. Comodidad y servicio que ha venido para quedarse en Cádiz.

La transición de 'El Bongo'

La fisionomía de las playas de Chiclana ha variado considerablemente desde la irrupción del primer gran complejo hotelero del Novo, que este año cumple 30 años. Los casi 9 kilómetros de longitud que separan el inicio de Sancti Petri hasta el final de La Barrosa en la Loma del Puerco están repletos de establecimientos hosteleros a pie de playa. Casi una veintena de chiringuitos –sin contar el paseo marítimo–, lo que proporciona una media de un local cada 450 metros de playa .

Fue en 1992 cuando Carlos Diaz dio el paso de regentar su propio chiringuito inaugurando 'El Bongo' , situado en la playa de Sancti Petri frente al Castillo y a la Punta del Boquerón de San Fernando y rodeado por un inmenso brazo de dunas, que pronto se convertiría en punto de encuentro para tertulias y atardeceres veraniegos.

En la actualidad, la segunda generación de los Diaz se ocupa del mantenimiento del chiringuito Bongo siendo quizás la cuestión de la gerencia la que más inmutable ha permanecido a lo largo del tiempo.

«El chiringuito era un módulo cuadrado, tenía espacio suficiente para la barra, no había cocina y solo se vendían copas . Posteriormente, pusieron una jaima para que hubiese algo de sombra», recuerda Zaida Diaz , encargada y sobrina de Carlos Diaz.

«Poquito a poco la ley nos permitió que comenzásemos a montar otros apéndices e instalamos el módulo de la cocina. Antes el chiringuito medía unos 20 metros cuadrados, ahora mismo son 270 », expone Zaida.

Bongo también ha «sucumbido» a la tendencia del beach club. El establecimiento de Sancti Petri ofrece una «experiencia completa» a sus usuarios, además de mantener el servicio habitual de cocina y barra.

Aprovechando su emplazamiento en pleno Parque de la Bahía de Cádiz y su proximidad al Castillo de Sancti Petri, el chiringuito organiza actividades náuticas y recreativas con el fin de que el cliente «disfrute durante toda la jornada de Bongo». Estas posibilidades aumentan al contar con música en directo, excepto en las fechas del Concert Music Festival ya que «es imposible competir contra ellos».

«El objetivo es conseguir brindar al cliente un espacio para que se sienta feliz y pleno con de oferta variada . Lo que más me gusta del chiringuito son sus puestas de sol. Lo recomendable es llegar por la mañana, disfrutar de un baño y de la comida en el Bongo. Luego el café o la merienda y continuar con una actividad náutica. Regresar por la tarde para la puesta de sol y quedarse a cenar. Eso es lo ideal», reconoce la gerente.

Los últimos chiringuitos de playa

Pese a que la tónica del beach club se hayan apoderado –tramo a tramo– de todo el litoral de Cádiz, aún existen ejemplos de locales que muestran con orgullo su pasado durante el presente.

La playa de La Casería (San Fernando) se ha convertido, según las propias palabras de sus residentes, en la «rebeldía e insurgencia» de la Bahía . Si bien la Demarcación de Costas en Andalucía-Atlántico ya ha marcado a la «playita» –como se le conoce en la zona– para realizar una demolición que termine con las casetas ilegales, siguen destacando las actividades hosteleras de dos de ellas las cuales se diferencian de todo lo que ofrece hoy en día la provincia.

El primer local, la Cantina del Titi-El Bartolo –que cuenta con una la concesión demanial concedida por la Junta de Andalucía que les permite su explotación en este enclave–, fue inaugurado en 1934 por Antonio 'El Cacho' y su mujer, Antonia Muñoz Márquez, reformando un antiguo almacén de pescadores. Posteriormente, el nuevo encargado sería Bartolomé Muñoz Márquez, apodado 'El Titi'. Hoy en día, La familia Muñoz sigue regentando el negocio y apuntando las numerosas comandas de su famoso pescaíto frito .

El Bartolo destaca por los llamativos y variados colores con los que están pintadas las tablas que cubren la estructura. El local está tan cerca de la costa que la zona de terrazas queda completamente sumergida por las aguas de la Bahía cuando sube la marea. Las vistas privilegiadas, los conciertos a nivel del mar y la tranquilidad que se respira en el ambiente han conseguido que el establecimiento se mantenga intacto durante casi 90 años.

Por otro lado, hay que retrotraerse hasta los años cincuenta para ver nacer al segundo chiringuito de La Casería. Enrique Muriel Venero, quien se dedicaba a las construcciones navales en La Bazán, junto a su mujer, María Rondán González, comandaban una familia numerosa con un total de 12 hijos. Para «poder darles de comer», Enrique cogió unos cañizos y puso en marcha el merendero La Corchuela , lugar elegido por los pescadores para culminar una ardua jornada.

Desde 1991, Miguel Muriel Rondán, hijo de Enrique, regenta La Corchuela-Casa Muriel. Tres generaciones después, este negocio familiar fundado en 1951 continúa sirviendo sus tradicionales raciones de menudo y carne al toro, especialidades más demandadas.

Aunque Costas ya haya sentenciado a La Casería, las casetas de los pescadores y los dos negocios hosteleros que se conservan en la playa, ambos siguen manteniendo con resiliencia el espíritu del barrio y se han convertido en símbolos contraculturales del ritmo de la moda que ahora marca el beach club .

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