Enrique García Agulló

La luna de Semana Santa

Yo sigo en mi Luna de Semana Santa, la de la madrugada que pasa del Jueves Santo al Viernes Santo, la que cada año nos lleva al Domingo de Resurrección

Creo que fue este martes cuando vi la Luna llena, le hice fotos y se las mandé a una de mis nietas que no la ve desde su lugar de confinamiento porque a mis nietos, según han ido creciendo, les ha gustado siempre mirar la luna y ahora, por esta desdicha tan grande que a todos nos ocupa, no les debía de faltar la Luna, vamos, que no pudieran ver la Luna llena de la Semana Santa. Luna de sangre, “superluna”, “megaluna”, o hasta esa luna rosa que así les gusta ahora a muchos llamarla en un anglicismo yanqui metido en vena sin control como tantas otras cosas que, sin piedad alguna, se absorben por el noble pueblo español copiando todo lo que así tanto les atrae desde los nuevos medios de la comunicación. ¡Ay los Kevin, las Vanessa, las hamburguesas y el “halloween”!

Para mí sigue siendo la Luna llena de la Semana Santa, la que nos lleva a la “Madrugá”, a ese puente imaginario que nos pasa de la medianoche del Jueves Santo a las primeras horas del Viernes Santo y que en este año triste de 2020 no hemos podido verla desde la calle, que nos hemos tenido que conformar con verla desde la ventana o en una foto, como la que les he pasado a mis nietos a través del whatsapp de sus padres. Luna llena de Semana Santa porque luna rosa será allí, en las praderas americanas en las que, por estas fechas, brotan las rosas flores del “flox musgoso” que dan ese color a su paisaje, que no a la luna. Luna llena, luna clara, luna de luz de la semana más grande.

Recuerdo aún como si la estuviera viendo una película de principio de los 80 que me impactó sobremanera. Se llamaba, bueno, se llama porque aún estará ahí por alguna filmoteca, “En busca del fuego perdido” (1981, Jean Jacques Arnaud), y narra las calamidades de unos cavernícolas que son comisionados por su clan para localizar el fuego que habían perdido. La película puede parecer simplista, pero es profunda. Por no ocuparles más les resumiré que, tras varios avatares, localizan un pueblo donde sabían cómo hacerlo, que se lo llevan, que se les apaga, pero que una mujer que en ese pueblo tenían prisionera y que se marcha con ellos, les da a conocer el humor, les muestra además el amor y les enseña a hacer fuego.

La película se la recomiendo porque relativiza tan bien las cosas que nos hace ver cuán débiles somos los humanos, pero cuán constantes en nuestro devenir y cómo hemos sido capaces de llegar hasta aquí. Tiene un gran final y, si no se me va ningún detalle de mi memoria, les diré que acaba con la pareja protagonista, él hombre fuerte, ella mujer sabia, sentados mirando el brillar de la luna en el oscuro cielo. Ella encinta y él pasa su mano por su vientre como queriendo sentir los latidos de un nuevo ser que a la luz de esa luna se acerca al mundo para nacer, símbolo de esperanza.

Yo sigo en mi Luna de Semana Santa, la de la madrugada que pasa del Jueves Santo al Viernes Santo, la que cada año nos lleva al Domingo de Resurrección. Fe cristiana, sí, pero empeño humano también para que todos juntos podamos salir de esto. Luna llena que alumbre aún en este cielo encapotado, aún en los grandes nubarrones que estos días se extienden sobre España. Luna que nos deje ver la luz más allá de la ceniza política española.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación