Elisa García: «He roto a llorar al ver a tanta gente buena ayudando a los refugiados con lo que tenían»
Un simple gesto puede cambiar el mundo. Desde Afganistán llegaban noticias terribles. Miles de personas tenían que abandonar Kabul si querían salvar sus vidas, y entre sus destinos se encontraba Rota, en la provincia de Cádiz. Mucha necesidad, de todo. Un mensaje pidiendo ayuda, y miles de personas colaborando desde todos los rincones de España con donaciones de ropa, alimento y productos de primera urgencia. «He vuelto a recuperar la fe en la humanidad». Así lo cuenta Elisa García de Quirós.
-Han sido días frenéticos en los que se ha puesto el mayor empeño por ayudar a personas que lo necesitaban. ¿En qué momento se encuentran ahora las donaciones para los refugiados afganos de Rota?
-Ahora están paradas. Ha entrado tanto material en la Base que no dan abasto para abrir las cajas, organizar, repartir... Han estado llegando camiones con toneladas de ropa y comida y se ha podido cumplir con las primeras necesidades.
–Desde su hermandad, en colaboración con otras asociaciones tanto roteñas como de la provincia, ¿cuánto han podido acumular?
–No puedo decir cantidad exacta pero al menos una tonelada. Ha sido abrumador, totalmente inesperado.
–¿Cómo fue la experiencia?
–Por un lado triste por la situación de estas familias, por las imágenes que nos llegan de Afganistán. Pero días como los que hemos vivido me han lelvado a recuperar la fe en la humanidad. La gente se ha volcado con un simple ‘whatsapp’ en el que se pedía colaboración. Lo hicimos a nivel hermandad, muy local, y hemos recibido llamadas de todos los lugares inimaginables. Nos colapsaron el teléfono, se sumaron más hermandades, vecinos, organizaciones, entidades de otras ciudades, y en más de una ocasión se nos han saltado las lágrimas. Hay que ser empático porque nosotros mismos nos podemos ver en una situación así.
–¿Han trabajado codo con codo con los empleados de la Base?
–Además de recoger las donaciones, nuestra labor ha sido de clasificar en la parroquia todo ese material. Ropa de hombre, mujer, niños o bebé; las tallas; organizar desde el principio. Han sido muchas horas. Días en los que empezábamos a las nueve de la mañana y terminamos de madrugada, con entre 30 y 40 personas en la iglesia.
–¿Y cuáles han sido las principales donaciones?
–Nos mandaban un listado con lo más urgente: ropa, pañuelos, y sobre todo lo que necesitan los bebés (pañales, toallitas o leche en polvo). Han ido demandando ropa interior, zapatos, utensilios de aseo como pasta de dientes y cepillo, compresas... y luego zumo, botellas de agua, juguetes, juegos de mesa... hasta mantas, sábanas y colchones. Lo que necesitaran.
–Los refugiados van abandonando las instalaciones gaditanas para ir a Estados Unidos, donde finalmente se quedarán. Rota ha sido destino de paso. ¿Qué harán con tanto material si finalmente no lo necesitan?
–Creemos que no les hará falta más ropa. Por eso iremos donando lo que hayamos recopilado a otras ONGs como Cáritas, Proyecto Hombre, Madre Coraje... lo que vamos guardando por ahora son los productos de aseo diario y cuidados para el bebé.
–¿Cómo ha sido la experiencia a nivel personal?
-Una experiencia vital. Yo había perdido la fe. No creía en el ser humano después de todo lo vivido durante la pandemia. Pero puedo decir que la vida me ha dado una torta en la cara. He roto a llorar varias veces, al ver a la gente llegar a la hermandad, preocupada por lo que estaba pasando, con pena por los que quedaban en Afganistán.
–¿Habrá servido todo este movimiento para algo en un futuro?
–Creo que sí. En esta sociedad estamos faltos de empatía. Ojalá nos demos cuenta de que debemos ir todos a una, y que no sabemos qué nos puede pasar mañana. En este caso, hemos ayudado a personas a los que no conocemos, ni les ponemos cara. Pero para mí son seres humanos. Da igual el color, la raza, la religión... son personas.