CRISIS DEL CORONAVIRUS

El drama de las empleadas del hogar sin contrato

No pueden ejercer su trabajo debido a la alerta sanitaria, un hecho que se agrava al carecer de prestaciones por no estar dadas de alta en la Seguridad Social

José Pedro Botella

Con la crisis del coronavirus se ha disparado la demanda servicios de limpieza y de desinfección , un sector que vive su particular auge en medio del desastre económico que ha causado la paralización de la actividad laboral en España. Paradójicamente, hoteles, bares y otros negocios que aún continúan cerrados cumpliendo con las normas decretadas por el Estado de Alarma, han prescindido del personal encargado de desempeñar las tareas de limpieza.

En muchos casos, estos trabajadores han pasado a completar la lista de ERTEs –unos 66.400 trabajadores en la provincia de Cádiz , según datos de abril de la Consejería de Empleo, Formación y Trabajo Autónomo–, por otro lado, los empleados ocultos bajo la economía sumergida sufren con mayor angustia las consecuencias del COVID-19.

Según datos de ASEMPLEO, patronal de empresas de trabajo temporal y agencias de empleo, la economía sumergida en España representaba más de «un 20% del Producto Interior Bruto» durante el ejercicio económico 2016. Además, el colectivo asegura que en nuestro país más de cuatro millones de empleos pertenecen a los no declarados . Por su parte, Gestha (sindicato de técnicos del Ministerio de Hacienda) aseguraba en 2011 que la economía sumergida generaba más de 1.800 millones de euros al año en la provincia de Cádiz, suponiendo «el 29,3% del PIB al cierre de 2012».

Pese a que el colectivo de la limpieza doméstica debería estar regularizado desde el 2012 (disposición adicional trigésima novena de la Ley 27/2011), lo cierto es que un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) denunciaba que, en 2017, el 30% de las empleadas del hogar seguían registrándose como trabajadoras no afiliadas a la Seguridad Social. Un total de 189.777 personas que no tienen derecho al paro , que no cobrarán ningún ERTE pese al cese temporal de su actividad y que se encuentran entre la espada y la pared a la hora de afrontar la crisis económica venidera.

Sin posibilidad de tener un sueldo

El Gobierno –durante el periodo de días comprendidos entre el 30 de marzo y el 9 de abril– consideró a las empleadas domésticas como trabajadores no esenciales , enfrentándose al difícil reto de optar al permiso retribuido recuperable, o lo que es lo mismo, a cobrar con la promesa de recuperar luego las horas a expensas de un acuerdo entre parte contratante y contratada.

Peor panorama presentan aquellas empleadas del hogar que trabajan sin contrato laboral. En la mayoría de ocasiones, estas trabajadoras no han podido continuar en sus puestos habituales debido a la imposibilidad de justificar mediante un documento la salida de su domicilio durante el confinamiento. «Ahora mismo no puedo trabajar, así que tampoco puedo llevar dinero a mi casa, estamos sobreviviendo gracias al dinero que nos dan nuestros hijos, sin eso no podríamos», relata Ana María, empleada del hogar desde hace más de 40 años.

El caso de Ana María es un fiel reflejo de la realidad que adolece este colectivo. Al carecer de contrato, Ana María no tiene derecho a paro, pese haber trabajado casi cuarenta veces más del mínimo requerido para tener derecho a una prestación por desempleo durante 120 días. Tampoco le corresponde cobrar la asignación correspondiente a un subsidio extraordinario para empleadas del hogar, prometida por el Gobierno, ya que contempla como requisito que el solicitante esté dado de alta desde antes del 14 de marzo.

« Mi marido está en paro , ahora mismo aguantamos como podemos mientras dure el confinamiento». El papel de sus dos hijos en la economía familiar –quienes también viven junto a sus dos padres–, resulta fundamental dadas las circunstancias, «mi hija está con un ERTE, pero ella solo estaba a media jornada en una peluquería y mi hijo pequeño tiene el dinero de su beca».

Trabajo no le va a faltar después del periodo de confinamiento a Ana María, que lleva trabajado cuatro veces más del mínimo de tiempo indispensable para solicitar una pensión de jubilación, pero que no tiene derecho a la misma: « limpio en 12 casas y en distintos municipios, básicamente trabajo casi todos los días». Como solución ante el impedimento de poder ejercer sus labores, alguno de los dueños de las mencionadas viviendas donde trabaja Ana María le propusieron una medida que fue rehusada: «me ofrecieron quedarme en alguna casa como empleada interna, pero lo rechacé. Aunque tenga confianza con los propietarios, no me parecía lo mejor, dada la situación de confinamiento, para no aislarme de los míos».

Vulnera las normas del confinamiento

Debido a las imposibilidades de percibir ninguna prestación, existen empleadas del hogar sin contrato que se arriesgan a ser multadas para seguir contribuyendo con un salario en la economía familiar. Es el caso de Ángeles, que comenzó a limpiar casas desde que tenía 15 años. Vecina de Conil, desde hace más de 20 años trabaja exclusivamente en una vivienda de San Fernando, «tengo una jornada de 8 horas diarias de lunes a viernes: limpio; ordeno; lavo la ropa, la tiendo y la recojo; además de hacer desayunos, comidas y cenas», explica. Desde el comienzo de la crisis sanitaria, Ángeles tuvo que hacer frente a la realidad de su hogar, «solo con la pensión de mi marido no llegamos, así que he decidido continuar desempeñando mis labores», explica.

Para ello, Ángeles toma un autobús cada mañana y para viajar de Conil a San Fernando, arriesgándose a ser sancionada ya que no cuenta con contrato profesional. El precio de estas multas partiría desde la inicial de 601 euros por realizar un desplazamiento no autorizado e iría incrementándose cada vez que se reincida en la falta.

Para vulnerar las normas del confinamiento, Ángeles trata de ingeniárselas como puede. «Siempre llevo recetas en el bolso y digo que voy a la farmacia o que vengo de comprar. Si me preguntan el motivo del viaje en autobús, explico que voy a cuidar de un familiar, entonces no me dicen nada». En su bolso, además de sus enseres personales, Ángeles ha incorporado su propio EPI: «tengo mascarillas, guantes desechables, una bata para cubrirme y siempre me cambio de ropa y calzado antes y después de trabajar».

Las empresas de limpiezan sustituyen a 'las kellys'

La creciente preocupación por la limpieza y desinfección de superficies y espacios ha posibilitado el auge de la demanda de empresas profesionales en estos servicios. En ocasiones, debido a la nueva contratación, se han producido situaciones de despido de las empleadas de la limpieza que desempeñaban anteriormente estas funciones. Alguno de los motivos por los que se prefiere a estas empresas es por el uso de productos biocidas (en lugar de los elementos de limpieza cotidianos) registrados por el Ministerio de Salud, la existencia de técnicos profesionales habilitados para usarlos y la responsabilidad de la empresa prestadora de servicios en garantizar la existencia de los demandados EPIs (mascarillas de alta protección, monos desechables y guantes de nitrilo), muy difíciles de encontrar en la actualidad.

IslaPlagas, empresa de servicios de limpieza de instalaciones y salud ambiental, está ampliando sus horizontes, «estamos cubriendo muchas comunidades de vecinos, sobre todo aquellas donde se han registrado o se sospechan casos positivos por coronavirus», explica Fernando Carrillo Guerrero, gerente de la compañía. IslaPlagas ha realizado más de 250 servicios de desinfecciones desde que comenzase este periodo de alerta sanitaria. Pese a ello, la compañía también ha anunciado la pérdida de clientes, principalmente en hoteles, naves y negocios que ahora se encuentran inoperativos. Algo que el gerente no considera beneficioso para las superficies ahora abandonadas, «pese a que no se esté trabajando, estas superficies siguen necesitando una limpieza periódica».

Para reducir el riesgo de contagios y el gasto económico de los propietarios durante el confinamiento, otras comunidades de vecinos han prescindido de los servicios profesionales de limpieza . En calle Colón (San Fernando), un bloque de 5 alturas con 10 familias de residentes se han repartido semanalmente las tareas de limpieza de escaleras, barandillas y pasamanos, zonas comunes, ascensor, ático y azotea. «Usamos guantes y mascarillas, desechamos el trapo que usamos a la hora de limpiar y evitamos coincidir con otros vecinos mientras estamos en plena faena», cuenta el presidente de la comunidad.

Anteriormente, en este bloque de pisos acudía una limpiadora con alta en la Seguridad Social dos veces por semana. «Ahora mismo necesitamos recortar todos los propietarios por diferentes motivos personales , así que acordamos con la empleada que cesaría sus servicios durante la cuarentena y que después retomaría su actividad habitual».

Artículo solo para registrados

Lee gratis el contenido completo

Regístrate

Ver comentarios