DÍA DE LA MUJER

«Deberíamos bajar a los hombres a la realidad»

PINO BETHENCOURT, autora de ‘El éxito en seis cafés’, ha evolucionado hacia un feminismo nuevo que habla de recuperar el poderío de la ‘hembra’

Pino Bethencourt en la calle Real de San Fernando A. VÁZQUEZ

MERCEDES MORALES

Llega el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Otra vez. Cada año regresa esta efeméride del mismo modo que vuelven las estadísticas sobre la brecha salarial y la violencia machista, que apenas varían unas décimas cada ejercicio, que nos recuerdan que el modelo actual no nos permite avanzar en la equiparación de géneros. Pero aún quedan resquicios para verlo desde nuevas perspectivas. De qué hablan las mujeres líderes, cómo afrontan las que aún gozan de empleo los retos actuales, qué pensamos las profesionales. En este campo destaca una voz nueva, sorprendente y fresca, la de Pino Bethencourt; ingeniera industrial de formación que dio un giro a su carrera para explicar a quien quiere atreverse a escuchar cómo ha de ser el liderazgo femenino. Aprovechando el foro nacional Tiempo de Mujeres organizado por la Cadena Ser en San Fernando, conseguimos traer su mensaje a la prensa escrita. Sólo apto para valientes.

–¿Cuánto hemos avanzando las mujeres en el mundo profesional en los últimos 20 años?

–Las estadísticas apuntan a que hemos avanzado bastante poco. Las principales mejoras para la mujer desde los noventa han consistido en el acceso a la educación y al mercado laboral, pero a la hora de ascender a puestos de dirección, la subida de la mujer sigue siendo muy lenta. La gran pregunta, sin embargo, es si debemos subir a la mujer, o más bien, bajar al hombre a la realidad…

–¿Cuál es el primer paso que debe dar una mujer trabajadora que choca con el frecuente techo de cristal?

–Primero debe comprobar qué parte del techo de cristal está dentro de ella, es decir, qué creencias o sentimientos auto-limitantes la obligan a seguir aguantando desprecios innecesarios. Una mujer que confía en su propia valía no pierde ni un minuto en una empresa que no la valora o le pone ridículos techos de cristal. El peor techo de cristal sigue estando dentro de nuestras cabezas, en los ideales femeninos que nos vende la publicidad, llenos de tópicos imposibles de alcanzar, y en una herencia de muchas generaciones atrás que castiga lo femenino, lo emocional, lo salvaje y espontáneo, es decir, todo aquello que da su fuerza a la mujer.

–¿Hay suficientes mujeres que lideren desde la perspectiva femenina?

–Yo creo que cada vez hay más mujeres que pueden permitirse el lujo de cuestionar la forma de hacer las cosas. Las primeras que llegaron a puestos de liderazgo no podían sino seguir la corriente dominante masculina. Por otro lado la proliferación de asociaciones de mujeres y eventos para mujeres ha permitido que muchas mujeres descubran, se enorgullezcan y den espacio a su lado femenino. Al darse cuenta de que otras mujeres pensaban como ellas, han podido volver a sus empresas con más fuerza para discutir lo que no les parece bien. Sin embargo, muchas mujeres líderes no se dan cuenta de cómo el liderazgo y el poder las han transformado en algo que no buscaban, que no las favorece del todo, y que tampoco disfrutan tanto como sus equivalentes hombres. Demasiadas han renunciado a dimensiones importantes de su vida personal sin planteárselo siquiera, y esto no es justo. Muchas mujeres líderes han sido masculinizadas en el proceso de ascenso en un modo sutil e imperceptible durante años. A mí me gustaría volver a ver líderes femeninas como las reinas guerreras de los celtas y de otras culturas indígenas: mujeres fuertes, seguras de sí mismas, nobles, amorosas, atractivas en todas sus edades, mu sabias y muy respetadas.

–¿Qué cree que ocurre con las profesionales después de los 50? ¿Dónde se esconden?

–Qué buena pregunta. No se esconden. Las escondemos los demás. Mientras neguemos que la gente de más de cincuenta es más sabia, más generosa y más dispuesta a cimentar nuestras empresas que los jóvenes, seguiremos teniendo empresas individualistas, egoístas y destructivas que no pueden construir comunidad. La comunidad la construyen, cimentan y mantienen las abuelas, y si no, fíjate en cómo las familias dejan de juntarse para comer los domingos cuando fallece la abuela. No son las profesionales de más de 50 las que tienen que hacer un esfuerzo por hacerse visibles. Somos todos los demás quienes debemos hacer el esfuerzo de mirarlas, escucharlas y aprender de su experiencia. Más sabe el diablo por viejo que por diablo. ¡¡Y si es diabla ni te cuento!!

Bethencourt habla de recuperar el papel de la líder de la tribu, aquella mujer sabia y poderosa

–¿Es fundamental que haya mujeres liderando empresas?¿Para qué?

–Es fundamental que haya mujeres en todos los sitios en los que hay hombres. En un estudio de agentes de bolsa se vio que la testosterona reconcentrada los llevaba a todos a asumir mucho más riesgo del necesario en una espiral de chulería y demostración de quién podía más. Si hay mujeres femeninas en el colectivo se rompe el ciclo vicioso de competición por el poder jerárquico. Las mujeres están biológicamente diseñadas para manejar lo cíclico, lo impredecible y lo caótico. Viven con hormonas en movimiento todas sus vidas. Las mujeres miran lo emocional y lo corporal desde que son bebés, están atentas a la comunicación no verbal y pendientes de la empatía, la colaboración en el equipo, y las señales de que hay un problema de motivación o de alineamiento.

–¿Las mujeres debemos luchar por el liderazgo en las empresas actuales o directamente abandonarlas a su suerte?

–Yo creo que la palabra ‘luchar’ es un profundo error. Ya hay demasiada lucha en nuestro mundo en todos los frentes. Lo que las mujeres debemos hacer es cultivar nuestro lado femenino hasta que salga a la luz sin tener que luchar con nadie, hasta que sea tan irresistible que la palabra ‘amar’ englobe, ilumine y disuelva definitivamente la palabra ‘luchar’. Y dejar que esta inversión personal en nosotras mismas crezca y se contagie a nuestro alrededor en nuestras empresas de modo orgánico. Si tienes que pegarle un corte a un tío, o a una tía manipuladora y arribista, pégaselo, pero con cariño, respeto y una sonrisa. Esta es la magnanimidad del vencedor que tanto se apreciaba en culturas antiguas. Nunca pierdas la elegancia. Por algo la elegancia es femenina.

Conferencia completa de la 'speaker' Pino Bethencourt.

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