GOLPE DE ESTADO SUDÁN
Así fue como dos policías gaditanos rescataron al embajador español en Sudán
Noelia Alcedo y Gabriel Escolar marcharon al país africano, junto a sus dos hijos, para trabajar en la Embajada de España
Originarios de Cádiz, vivieron en primera persona el golpe de Estado que se inició el 25 de octubre en la capital, Jartum
Se cumplen dieciséis meses desde que una familia gaditana, formada por el matrimonio entre Noelia Alcedo y Gabriel Escolar –agentes del área de la Policía Judicial– y sus dos hijos, Gabriela y Lucas, cumpliesen su sueño de representar a España en el extranjero. « ... Sabíamos que era muy complicado poder acceder al traslado y llevábamos años solicitando el destino, con la irrupción de la pandemia se detuvieron todos los procesos», repasa Noelia.
En octubre de 2020, Gabriel recibió una llamada, «le dijeron que había sido seleccionado para hacer el curso. Como estábamos deseosos de poder vivir esa experiencia, habíamos marcado a la mayoría de los países en los que contamos con una delegación. Cuando le dijeron a mi marido que se debía marchar a Jartum, pensamos que se trataba de un error ». La capital de Sudán era un territorio «desconocido» para ambos agentes que se sinceran sobre sus primeras emociones, «no sabíamos ni dónde estaba, ni cómo era la cultura allí. No renunciamos porque nos garantizaron que era un sitio muy seguro, pero la única información que encontrábamos es que estaba en conflicto con Chad y Eritrea».
Comienzos difíciles
Gabriel hizo de avanzadilla, antes de comprometer la integridad de sus hijos. Sus comienzos en el noreste de África no fueron agradables. El simple hecho de llegar hasta Sudán ya «impacta». El vuelo desde Málaga, con escala en Estambul hasta la capital de Sudán, introdujo al gaditano. «Cuando estás en Turquía no lo notas. Una vez que te montas en el avión rumbo a África eres el único blanco, todos te observan y se preguntan qué se me habrá perdido allí ».
« El choque cultural es muy impactante », apunta Noelia. La familia, en su deseo por vivir nuevas experiencias, esperaba encontrar comunidades culturales africanas similares a las de Senegal o Kenia. Por el contrario, « Sudán es un país muy musulmán, allí supreditan su rutina a la oración . El país se paraliza a según qué horas».
Jartum, con una población que supera los dos millones de habitantes, es una ciudad con una economía próspera impulsada por la exportación de petróleo y cuya tasa de crecimiento ha superado el 10% anual en los últimos ejercicios. Sin embargo, es un territorio de contrastes. « Observas la riqueza y la pobreza en la misma calle . Allí no hay guetos; tu vecino puede ser un millonario o una persona que vive en una chabola con el techo de uralita. La mayoría de carreteras no están asfaltadas y es toda una hazaña conducir por Jartum, son muy competitivos al volante y no ceden, ellos dicen que cuando manejas debes salir a 'robar' la calle. Cuando sales a pasear, encuentras a niños, de la edad de mis hijos, con moscas en la boca. Les das dinero y aparecen otros 50 pidiendo. Los lugareños me dijeron que no les diese, que no iba a poder combatir la miseria».
A su vez, la vida en Jartum es sorprendentemente cara , aceptan el dólar como moneda de pago. Uno de los pasos imprescindibles era encontrar un colegio para los pequeños. «Preguntamos a varios internacionales y el precio superaba los 28.000 dólares por niño. No sabíamos qué hacer», rememora Noelia. Para relajarse, en sus primeros cinco días en la capital sudanesa, la familia decidió acudir a un centro recreativo cultural. «Cuando llegamos, la gente corría despavorida a grito de 'haboob' . Tuvimos que resguardarnos, se había originado una tormenta de arena ».
A pesar de todas esas adversidades, la familia gaditana mantuvo firme su convencimiento de representar a España en el extranjero. «Estábamos juntos, nos protegíamos y creíamos que estas semanas tan extremas formaban parte del proceso de adaptación», reflexiona Alcedo. Tras varios días de búsqueda, los pequeños se matricularon en un centro público sudanés, cuyas clases se imparten en inglés y árabe. «Mis hijos no sabían nada de inglés, cero. Al salir de su primer día de escuela, les vi felices y despidiéndose de sus compañeros, eso fue lo que nos convenció para quedarnos ».
«Sudán tiene poca oferta de ocio, pero su gente es increíble », destaca la policía. «No te dejan comer solos; cuando íbamos a cualquier restaurante, nos invitaban a su mesa para compartir lo que ellos tuvieran . Allí nos llamaban 'khowaya' –apelativo cariñoso para dirigirse a los extranjeros–, nos saludaban por la calle con tanta familiaridad que no sabías si estabas en Sudán o en La Viña . Llegamos en agosto de 2021 y en septiembre ya estábamos totalmente adaptados».
Testigos del golpe de Estado
Aunque estos gaditanos comenzaron a sentirse integrados en Sudán, la situación política del país era de profunda inestabilidad. Ya en septiembre, exfuncionarios del expresidente Omar al-Bashir trataron de sublevarse al Gobierno de Abdalla Hamdok . Diversos líderes civiles habían mostrado su descontento ante la reticencia de los militares a reformar profundamente sus instituciones. Paralelamente, los militares también estaban obstruyendo la investigación sobre los crímenes de las fuerzas de seguridad tras la caída de Al Bashir.
«Las manifestaciones eran cada vez más frecuentes. En un principio, no era peligroso, pero se cortaban los puentes de acceso a Jartum. Notabas que el ambiente se enrarecía paulatinamente ». Como cualquier otra jornada lectiva, la familia se despertó alrededor de las seis de la mañana del lunes 25 de octubre . «No teníamos Internet, pero era frecuente que se produjeran averías, por lo que no le dimos importancia. Hasta nuestro apartamento llegó Rodrigo, un argentino que trabaja para la Cruz Roja en el país, porque no tenía comunicación y temía que nos hubiera pasado algo. Contactamos con nuestra vecina norteamericana, Amy. A la media hora nos responde con suma tranquilidad: 'chicos, ha habido un golpe de Estado esta noche' . «¿Cómo se vive un golpe de Estado?», se preguntaron los gaditanos mientras observaban a través de las ventanas de su edificio. «No se veía nada inusual», recuerda Alcedo.
Meses antes, el embajador de España en Sudán, Alberto José Ucelay Urech , había sido nombrado por el Ministro de Asuntos Exteriores como nuevo director General para el Magreb, África, Mediterráneo y Oriente Próximo. En su lugar, de forma provisional hasta la entrada de un nuevo representante, Alfonso Herrero Corral ejercía el cargo en funciones. Entre todo el desconcierto, uno de los cabos sueltos era el estado del grupo gallego Baiuca , quienes iban a actuar aquel martes en la capital dentro de las actuaciones programadas en el SAMA Music Festival.
Alfonso Herrero les invitó a hospedarse en la residencia del embajador, que ya se encontraba vacía en octubre. Allí estaban los muchachos de Baiuca; solos y sin comunicación en un país en guerra . La principal preocupación de Gabriel fue contactar con el embajador en funciones y con los músicos. Condujo su moto por las calles de Jartum sin posibilidad de alcanzar sus destinos por las barricadas de la ciudad. Al día siguiente, lo que le detuvo fueron las ráfagas de disparos que el policía gaditano presenció a pocos metros de él.
Con mucho ahínco y valentía, Gabriel consiguió llegar hasta la casa de Herrero . Le solicitó tiempo para poder viajar hasta la Embajada y tomar un vehículo blindado para trasladar al representante español y a todas las familias de los grupos de seguridad hasta el lugar donde se encontraban los artistas de Baiuca. «Permanecimos, varios días, juntos en la Embajada. En cuanto se pudo, ese domingo, el grupo fue evacuado y pudo regresar a España mediante un vuelo desde Sudán hasta Roma con escala en Etiopía», expresa Noelia.
La situación «se suavizó mucho en muy poco tiempo», afirma. Los gaditanos vivieron el golpe de Estado marcado por el ritmo de la religión musulmana. «Las manifestaciones se advertían con antelación, entonces sabías cuándo era peligroso salir a la calle. Las tiendas y comercios abrían y cerraban en función de las manifestaciones. Cuando llegaban las horas del rezo, no se escuchaba ni un solo disparo. La religión se imponía a todo ».
Hasta diciembre de 2021, Noelia Alcedo y sus dos hijos vivieron la «guerra programada de Sudán» . Su marcha nada tiene que ver con la inestabilidad política. «Tenemos visado para regresar al país hasta el fin del destino de Gabriel, en octubre de 2022, pero si seguíamos en Jartum, los niños iban a perder su plaza del colegio en España, no nos quedó más remedio». En solo unas semanas, la familia gaditana volverá a reencontrarse en la ciudad epicentro del golpe de Estado. Una vez que Gabriel termine su compromiso, no renovará su cargo, aunque su intención no es regresar a España. «Pediremos otra embajada, nos gustaría volver a África» .