Aumenta el tiempo que los empleados pasan en el trabajo pero no su rendimiento

La reforma laboral y la crisis hacen descender el absentismo, pero crecen los trabajadores que se dispersan en su trabajo, según revela un estudio de Adecco

M. LANDETA

¿Sucumbe a la tentación de visitar Facebook en horario laboral ? ¿Se queda anclado en su puesto de trabajo hasta que el jefe se marcha para que se perciba su presencia y compromiso con la empresa?; atención porque encaja en el perfil del empleado presentista.

Trabajar más horas no significa necesariamente ser más productivo y como sabemos, –por experiencia propia o ajena–, calentar asiento no es sinónimo de rendir . Es un error pensar que el crecimiento de una compañía va de la mano de la cantidad de horas que los trabajadores permanecen en su puesto de trabajo, porque echar más horas en el tajo no necesariamente implica más productividad.

Absentismo y presentismo

En los tiempos de bonanza, el principal problema de las empresas era el absentismo laboral. Sin embargo, en épocas de estrecheces, cuando llegan los reajustes en las plantillas, aparece el presentismo. Bajo este vocablo se agrupan prácticas laborales que van desde la permanencia en el puesto de trabajo más allá del horario normal (con la única intención de que se note la presencia del trabajador) hasta las pequeñas e injustificadas pérdidas de tiempo en las empresas (léase consultar redes sociales, ‘Whatsapp’, navegar por internet, pausas para el café, el almuerzo, el cigarro y escapadas furtivas para solventar incidencias personales como papeleo bancario y asuntos domésticos).

El funcionario ‘fantasma’ de Aguas de Cádiz

El televisivo Iker Jiménez bien pudiera hacerse eco de este rocambolesco caso ocurrido en Cádiz porque resulta asombroso. La historia de J.G.V. saltó a los titulares de los periódicos cuando se descubrió que un funcionario gaditano (ya jubilado) estuvo seis años cobrando su sueldo sin aparecer por su puesto de trabajo.

Este empleado de Aguas de Cádiz debía ocuparse supervisar y controlar las instalaciones de la estación depuradora de La Martona pero «no llegó a acudir a su puesto de trabajo ni llegó a realizar tarea alguna». Pese a no aparecer por su despacho de 2004 a 2010, J.G. V. consiguió seguir cobrando su nómina y mantener su salario de 37.000 euros brutos anuales. Tras descubrirse el «pastel» una sentencia lo condenó el pasado febrero a devolver parte del sueldo que había percibido. Concretamente tuvo que reembolsar 26.920 euros, la cantidad correspondiente a un año de trabajo que es el tiempo máximo exigible de devolución, según la legislación vigente.

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