TRIBUNA LIBRE

Alerta 4 y policías desarmados

Es tiempo de pensar con seriedad, aparcando el absurdo buenismo al que demasiados estúpidos se afilian todos los días, casi siempre por puro postureo

Ernesto Pérez Vera

Es tiempo de pensar con seriedad, aparcando el absurdo buenismo al que demasiados estúpidos se afilian todos los días, casi siempre por puro postureo. El aumento de las cifras de afiliados al buenismo es directamente proporcional al crecimiento del número de ilusos que se despiertan cada mañana. No obstante, si bien es cierto que la vida no siempre es de color negro, sí que suele ser gris y rosa, a partes más o menos iguales.

Al lío. No nos hallamos ni en Berlín, ni en París, ni Milán, ni en Londres. Ni siquiera estamos en Madrid o Barcelona. Nos encontramos en Cádiz. En toda la provincia, al igual que en el resto de Andalucía y España, está decretado el nivel 4 de alerta terrorista, creo recordar que desde 2015. Existirán motivos para haber tomado tal decisión, digo yo.

Permítanme que mire de nuevo hacia atrás el calendario. Sabemos que Anis Amri, el tunecino que con un camión mató indiscriminadamente a once personas en Berlín días antes de la Nochebuena de 2016, horas después de cometer el abyecto crimen fue abatido a balazos en Milán. Su muerte llegó de la mano de un policía italiano que apenas llevaba un mes prestando servicio en periodo de prácticas. En prácticas he dicho, sí. Un mes de experiencia, sin aún ser administrativamente funcionario de carrera. El novato muchacho logró abatir al hombre más buscado de Europa, ¡ole por él!, cuando en vez de mostrar su documentación ante el requerimiento policial, empezó a disparar, logrando herir a otro de los uniformados intervinientes en la básica y cercana diligencia policial que es la identificación. Me refiero al «buenas noches, ¿me deja ver su DNI, por favor?»

Todo lo que estoy exponiendo parece muy poco oportuno, dado que estos párrafos conforman un artículo dominical en octubre, cuando para celebrar la Navidad todavía quedan dos meses; estando Alemania e Italia muy lejos. Pero he aquí la cosa que hila con nosotros, con los gaditanos y con los andaluces y españoles en general. Y es que si lo de Milán se hubiese producido en Tarifa, en San Roque, en Jerez de la Frontera, en Chiclana, en Ubrique, o en Guarromán, en Sevilla, en Pilas o en Nerja, por decir algo, poco o nada hubiese podido hacer el funcionario en prácticas, de haberse tratado de un policía local. Porque verán, en Andalucía, temeraria e incomprensiblemente, los policías locales en periodo de prácticas no portan armas de fuego. Durante los meses que prestan servicio sin todavía contar en su poder con el nombramiento de funcionarios de carrera, cientos o miles de policías locales laboran con solo una porra enganchada al cinturón, porrita con la que tendrían que defenderse y defender a sus compañeros y a los ciudadanos, tanto si ante sí se presentara un atracador con una navaja como si lo que apareciera por la esquina fuera un terrorista pegando tiros, o un loco de otra clase. Al ciudadano medio esto puede parecerle baladí, algo sin mayor importancia y sin trascendencia, porque total, «aquí nunca pasa nada».

Yo no lo veo así. De un policía se espera que lo dé todo por todos, haya jurado ya el cargo o se encuentre ejerciendo sus funciones eventualmente, a la espera del siempre ansiado fin de curso. Y sin una pistola o un revólver muy poco resolutivo puede ser nadie en determinadas ocasiones. No ocurre a diario, pero a veces hay que recoger sangre derramada en soportales, en rellanos de edificios de varias plantas, en aceras, sobre el asfalto. Sepan que aunque aquí no hay favelas y narcoguerrillas, los tiros y las cuchilladas se producen con mucha más frecuencia de lo que nos cuentan y hasta con más asiduidad de lo que queremos creer. No estoy pensando en España entera, que también, pienso en Andalucía en general y en la provincia de Cádiz en particular, que es en la que vivo.

En breve, muy pronto –hoy o mañana mismo–, casi todos los cuerpos policiales dependientes de las corporaciones locales empezarán a recibir, desde las academias de policías, a bisoños funcionarios inermes y en prácticas para que durante ese lapso patrullen nuestras calles y nuestros parques. Y también, cómo no, para que regulen el tráfico a la salida y entrada de los colegios. Empero, si alguien entonara la tétrica cancioncilla esa que dice ¡Al-lahu-àkbar!, con porritas poco o nada podrían hacer los muchos agentes eventuales que a borbotones están engrosando las plantillas municipales, tras la hemorragia que las jefaturas han sufrido con la reciente entrada en vigor de la esperada y justa ley que permite la jubilación a los 59 años de edad. Por cierto, el mismo trágico problema se generaría si el estribillo de la cancioncilla fuese «¡arriba las manos, esto es un atraco!».

A muchos quizás les resbale todo esto. Más de uno creerá que en cada azotea hay un hombre del Gobierno de la nación con un pasamontañas y con un rifle de francotirador. Pero no se engañen, yo les estoy describiendo la vida real, no la de los documentales, los reportajes, las teleseries y los largometrajes. Mi último artículo publicado en este medio levantó algunas ampollas en gente que yo considero cánceres en el seno de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. A algunos no les gustó que en aquellos párrafos yo reclamara más atención mediática y respeto hacia el trabajo policial puro y duro que hacen los agentes municipales (naturalmente, los que de verdad lo llevan a cabo, que de todo hay, como en todas partes). Hubo quien a cara descubierta dijo, casi enarbolando la bandera de su institución policial —por supuesto no local— que los policías municipales no estaban cualificados para combatir los delitos contra la salud pública (y otros), aun cuando para practicar detenciones e incautaciones de drogas no se requiere más formación que conocer el Código Penal. Estas mismas personas criticaron que yo criticara que a las intervenciones de este perfil protagonizadas por agentes locales no se les diera tanta difusión periodística, como por hechos idénticos sí ocurre cuando los actuantes no son “municipalillos”. Deseo que quienes con aversión miran por encima del hombro a los funcionarios locales, monten otra vez en cólera con el presente artículo.

Y como sobre terrorismo empecé escribiendo, merece la pena recordarle a los detractores de los cuerpos locales, que eran de esta naturaleza administrativa los funcionarios armados franceses que en Niza neutralizaron al conductor del camión que en julio de 2016 segó 84 vidas, empleando el mismo método que el de Túnez usó en Berlín. Espero que los aborrecedores de los policías locales no deseen que a los municipales españoles, estén o no en fase de pruebas, se les prohíba defenderse y defender a terceros si un fanático religioso quiere degollar niños, acribillar restaurantes o atropellar peatones. Como algunos se creen el ombligo del mundo, todo puede ser. Ya que dijeron que los municipales no deberían perseguir delitos de tráfico de drogas, no descarto que igualmente sueñen con que los desarmen para que así no puedan neutralizar a los de los Kalashnikov, si estos se asomaran algún día por la puerta del bar de enfrente.

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