Unidad de Salud Mental
25 años dando luz a la oscuridad
El Hospital de Puerto Real celebra un cuarto de siglo dedicado al tratamiento de enfermos mentales
Profesionales de la Unidad de Salud Mental, asociaciones y familiares trabajan de la mano para la atención e integración social de estos pacientes
En la cuarta planta del Clínico de Puerto Real parece que se respira de otra manera. No huele a medicamentos, ni hay decenas de batas verdes moviéndose con prisas, tampoco se escuchan las incansables charlas de familiares en las puertas de las habitaciones. Aquí nadie pide silencio. Aquí lo hay. En este cuarto piso los facultativos de Salud Mental atienden con vocación y profesionalidad a decenas de pacientes. «La primera urgencia de la guardia de este hospital, la atendimos nosotros», recuerda Eulalio Juan Valmisa Gómez De Lara, director de la Unidad de Gestión Clínica de Salud Mental de este centro. Hoy hace de aquello mas de 25 años. Para conmemorarlo, la unidad ha organizado la exposición ‘Un camino de evolución: del Manicomio hacia la Atención Comunitaria’. Cuentan con tres unidades asistenciales formadas por un equipo multidisciplinar de 129 profesionales: hospitalización, infanto-juvenil con hospital de día, rehabilitación y una comunidad terapéutica de salud mental.
«La percepción de la persona que sufre la enfermedad mental ha cambiado. Hemos pasado de pensar que era una persona discapacitada, que prácticamente tenía que vivir apartado de la sociedad, a considerarlas que pueden desempeñar sus roles en su entorno social», asegura el facultativo mientras camina por la planta que alberga al día alrededor de unos 25 pacientes con trastorno mental. A la misma hora, familiares y enfermos dan a conocer los logros y déficit del colectivo en las mesas informativas distribuidas en la entrada principal del hospital.
«Somos personas que hemos padecido en algún momento de nuestra vida un trastorno pero tenemos nuestros derechos y ganas de reorganizar nuestras vidas. Necesitamos más recursos para una atención integral», comenta Jesús Martín Arroyal, secretario de la Asociación Puertorrealeña familiares y enfermos mentales (APFEM ).
El olvido de los ‘manicomios’
Hace sólo unas décadas, las personas con un trastorno mental eran recluidas en hospitales psiquiátricos, conocidos como ‘manicomios’. El centro El Madrugador, en El Puerto , denominado popularmente como Los Pinitos por su ubicación, o el de Capuchinos, en Cádiz , fueron dos de estos ‘oscuros’ centros de la provincia que cerraron tras una reforma legal, en concreto, El Madrugador, en 1994. «Entrar en un manicomio significaba anular a esa persona, quedabas marcado para siempre», cuenta Eulalio Juan Valmisa. Su descripción es la de hombres y mujeres vagando por el patio, medicados, y sin ninguna posibilidad de recuperación. «Recuerdo perfectamente las instalaciones de El Madrugador. Allí hice mi especialidad. Los enfermos mentales estaban mezclados, tanto discapacitados, indigentes, enfermos agudos y graves, todos en la misma unidad», asegura el doctor.
A mediados de los 80, a raíz de la Ley General de Sanidad y la Reforma Psiquiátrica , la atención de estos enfermos pasó a ser una parte más del Sistema Nacional de Salud. Hombres y mujeres encerrados en condiciones infrahumanas pasaban a considerarse ciudadanos con el derecho a recibir un tratamiento adecuado, del mismo modo que si tuviesen cualquier otra enfermedad. Pero, tras el cierre de los hospitales psiquiátricos, pronto se puso en evidencia que ‘fuera’ no existían unos servicios que pusieran en práctica todas las buenas intenciones que contenía la Ley. En pocas palabras, la atención en salud mental pasó de los llamados ‘manicomios’ a los hogares, donde los familiares se convirtieron en improvisados ‘cuidadores’, muchas veces sin la formación ni los apoyos necesarios para esta tarea.
El dato más importante es que una de cada cuatro personas sufrirá algún trastorno mental a lo largo de su vida. «No es una cuestión de unos pocos. De hecho la Organización Mundial de la Salud estima que en el 2020 la depresión será la primera causa de discapacidad en el mundo, desde el punto de vista de la productividad, años perdidos de trabajo o de estudios», añade.
Un total de 644 pacientes con trastornos mentales ingresaron el año pasado en la UnidadEn este tiempo, la psiquiatría ha dado pasos de gigante: las mejoras en las técnicas de rehabilitación psicológica y en la eficacia de los medicamentos son innegables, permitiendo una recuperación casi total de enfermedades consideradas crónicas, como la esquizofrenia o el trastorno bipolar. El problema es que la mayoría de las personas con dificultades de salud mental encuentran muchas barreras a la hora de la inserción laboral. «Los pacientes hacen cursos pre-laborales para conseguir empleo, algo que cada vez es más complicado con las cifras de desempleo y el recorte de las ayudas, con lo cual aumenta la frustración de los enfermos. La inclusión laboral es nuestro objetivo número uno, sin embargo, la realidad es que un porcentaje muy bajo accede al mercado laboral, alrededor del 15%», asegura.
El doctor Valmisa señala que «cuesta mucho romper algunos estigmas que se han enraizado a lo largo de la historia. La sociedad debe aceptar que las personas con enfermedad mental vivan o trabajen al lado suyo. Esto ha cambiado pero no es fácil porque a veces los estigmas están dentro de los propios profesionales, familiares e incluso en los propios pacientes».
Entre casa y el hospital
En 2011, se inauguró las nuevas instalaciones de la Comunidad Terapéutica de Puerto Real, que permite tratar a 20 usuarios en régimen de hospitalización total durante seis meses e incluso años; y otros 20 en régimen de hospitalización parcial, es decir, que acuden durante el día y duermen en su casa o en viviendas tuteladas de la Fundación Andaluza para la Integración Social de las Personas con Enfermedad Mental (FAISEM). Durante su ingreso, estas personas reciben tratamiento psiquiátrico y psicológico, y tras valorarse sus necesidades entran a formar parte de diversos programas, enfocados la mayoría de ellos hacia la recuperación. «Podemos decir que es una de las mejores unidades de Andalucía. Trabajamos con el paciente para que adquiera hábitos de vida saludables y sobre todo su autonomía personal», comenta. De esta manera la persona adquiere o recupera habilidades pérdidas debido a la enfermedad mental; además, se presta atención a las familias, integrándolas en un grupo de apoyo familiar o en otro de psicoeducación.
El equipo de la Comunidad Terapéutica se coordina con Faisem para, dependiendo de las características personales de cada usuario, integrarlos en programas de formación, residencial o empleo protegido. Y es que, la idea es que el paciente, tras su paso por la Comunidad Terapéutica, haya alcanzado su máximo potencial de recuperación y vuelva a integrarse en su entorno social.
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