Estado de Alarma

200 senegaleses en Puerto Real buscan en el campo una alternativa al confinamiento

La comunidad de inmigrantes subsaharianos más importante de la Bahía sufre la falta de ingresos tras el cese de la venta ambulante, su principal sustento económico

Unos 200 senegaleses viven el confinamiento en Puerto Real. Antonio Vázquez

Fran M. Galbarro

Puerto Real concentra la mayor comunidad de inmigrantes subsaharianos en la Bahía de Cádiz. Al menos 200 senegaleses, la mayoría hombres de mediana edad, eligieron la localidad puertorealeña por el precio de los alquileres y su situación céntrica en el entorno de la Bahía, lo que facilita su desplazamiento diario a ciudades como Cádiz, San Fernando o El Puerto.

«Ellos son los inmigrantes más vulnerables durante el confinamiento» , asegura Amin Souissi, delegado de la asociación Pro derechos Humanos en Cádiz. El Estado de Alarma acabó con su única fuente de ingresos, la que les permite pagar el alquiler de los pequeños pisos en los que residen una media de seis personas. El confinamiento se vive con más dificultades cuando la vivienda concentra a varios convivientes en muy pocos metros cuadrados.

Pero la mayor preocupación de los senegaleses, motivo por el cual lanzaron un grito de socorro a las asociaciones con las que tenían contacto, era la falta de ingresos básicos para subsistir. «Muchos empezaron a pedir ayuda la primera semana de confinamiento. Al principio pasaron hambre», recuerda el portavoz.

El confinamiento agotó la única vía de ingresos de la mayoría de senegaleses, que viven al día

El Ayuntamiento de Puerto Real inició con el Estado de Alarma un proyecto de coordinación y colaboración con la asociación Pro Derechos Humanos «para saltar los obstáculos de la burocracia» y dar una respuesta «más inmediata» a estas necesidades. «El colectivo de senegaleses tiene una peculiaridad, y es que muchos no están regularizados. Además, acceder documentalmente a su historial a través del padrón es más complicado, porque viven varias personas en un mismo domicilio. A través de Pro Derechos Humanos intentamos canalizar las ayudas de más emergencia», explica Lourdes Bernal (PSOE), concejala de Servicios Sociales en el Ayuntamiento de Puerto Real.

Entrega de alimentos de la asociación Pro Derechos Humanos y el Ayuntamiento de Puerto Real a la comunidad de senegaleses de la Bahía de Cádiz, el pasado lunes. Antonio Vázquez

El Consistorio «dio prioridad» a este grupo en varios repartos de alimentos a través de Cruz Roja y el Banco de Alimentos también ha cedido remesas destinadas «principalmente a ellos». Y, sobretodo, la asociación Pro Derechos Humanos trabaja a diario no sólo en donaciones para su subsistencia, sino en una adaptación rápida a las necesidades del mercado laboral.

El Ayuntamiento de Puerto Real y varios colectivos han realizado donaciones de alimentos durante el último mes

La falta de mano de obra en el sector agrícola, provocada por el cese de las contrataciones en origen a temporeros de países como Marruecos o Rumanía en plena pandemia, ha abierto una oportunidad para los miembros de esta comunidad. La patronal de empresarios del campo en Huelva, Asaja, está en contacto con la asociación y les traslada las ofertas de trabajo que surgen casi a diario. Los inmigrantes aceptan encantados («quieren trabajar y les da igual dónde», dice Souissi), pero surgen numerosos problemas en ocasiones difíciles de resolver.

Permisos de trabajo

El primero de ellos, los permisos. «Muchos no han podido regularizarse aún y otras personas no pueden trabajar sin la autorización de trabajo . Pero algunos sí llevan muchos años en España y sí pueden integrarse y hacer esa labor del campo», explica el delegado de Pro Derechos Humanos en Cádiz, que pide a la administración un certificado para que puedan realizar las labores de una mano de obra «que no existe en Andalucía ni en otros puntos de la geografía española». «Viven de la limosna y no quieren la limosna. No basta con darle arroz leche y galletas de vez en cuando. Quieren trabajar» añade.

Los subsaharianos aprovechan la demanda de mano de obra en el campo tras el cierre de fronteras

A los permisos habituales se suma ahora el de desplazamiento. Este mismo fin de semana, Alioun Sow, senegalés que lleva casi cuatro décadas en España, recibía una oferta de empleo para trabajar en el campo y buscaba a la desesperada la documentación necesaria para viajar junto a otro compañero. « La mejor opción ahora es trabajar en el campo . Un amigo nos va a arreglar los papeles para tener la autorización para usar la carretera», expresa.

Su desplazamiento coincidirá con el Ramadán en un mes que este año será atípico por las condiciones impuestas en el Estado de Alarma. Alioun se muestra satisfecho tras haber conseguido la oferta que le permitirá conseguir los ingresos que hasta ahora encontraba en la venta ambulante. Son necesarios no solo para él, sino para su familia. Muchos de estos subsaharianos trabajan también para enviar dinero a su mujer y sus hijos , aún en su país. Algunos volvieron en enero para pasar unos meses en su hogar y quedaron encerrados en Senegal con el cierre de fronteras.

Alioun llegó a Puerto Real tras la cancelación de las Fallas, donde iba a trabajar unas semanas. Preguntado por si el confinamiento ha trastocado sus planes, reniega de cualquier lamento: «Para qué vamos a quejarnos. Siempre hay gente que está peor. No hay que mirar al de delante, sino al de atrás. No hay por qué quejarse en la vida, no hace falta. Hay coronavirus, pero ¡estamos más sanos que el copón! »

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