Deborah Voigt, antes y después de operarse. / AP & EFE
Sociedad

Una soprano pierde 61 kilos para conservar su empleo

Deborah Voight se deja reducir el estómago para poder cantar en el Covent Garden

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Muchos opinan que Ronaldo está entrado en carnes, pero a nadie se le ocurre despedirle por ello. Su talento es suficiente para levantar a la hinchada de sus asientos cada fin de semana. Sin embargo, cuando se es mujer, las cosas parecen diferentes. A Deborah Voigt, una de las mejores sopranos del planeta, le cerraron el paso al escenario en el Covent Garden en 2004 porque «no entraba en el traje negro diseñado para la representación».

Dos años llenos de éxitos y una difícil operación de reducción de estómago más tarde, la diva ha sido readmitida para interpretar el mismo papel protagonista en Ariadne auf Naxos, de Richard Strauss. Eso sí, ahora pesa 61 kilos menos. «Pero su voz es tan potente y vibrante como siempre», puntualiza su publicista Andrea Anson, ante los rumores de que, al adelgazar, podría perder sus dotes. A María Callas se le echó en cara que una repentina bajada de peso afectara a su voz.

Peter Katona, director de cásting en la obra de 2004, fue uno de los responsables del despido. En su opinión, la indiscutible calidad artística de la soprano -en especial para interpretar a Wagner, Strauss y Verdi- no era motivo suficiente para elegirla. «A pesar de ser una cantante magnífica, el vestido y el tipo de producción previsto indican que no sea una buena idea verla figurar en esta ópera», se justificó entonces.

«Soy ancha de caderas y eso les supone un problema» se limitó a responder Voigt, terriblemente enojada ante la poca cintura de los productores británicos, que jamás antes habían hecho mención alguna al tamaño de las barrigas de los tenores con los que compartía representación.

La artista estadounidense había sido contratada cinco años antes para dar vida a la diosa griega Ariadna. Su peso era muy similar al de 2004, tal y como se pudo comprobar en España, donde representó este mismo papel en 1999. «Seamos francos -criticó entonces Michael Benchetrit-: Deborah no está monstruosamente gorda».

Ahora Voigt ha conseguido la talla y regresa al Covent Garden para enfundarse el vestido ne-gro, pero ha tenido que sudar de lo lindo.

La humillación sufrida la ha llevado a someterse a una operación en la que le cosieron el estómago para solucionar un problema que se hubiera podido resolver con unas cuantas puntadas. En vez de dárselas al traje, se las han dado a ella.