Los alumnos del peculiar taller, en uno de los ejercicios ayer en la Central Lechera.
Cultura

Regreso a la infancia

Los alumnos del Taller de Clown deben redescubrir su inocencia y honestidad para aprender a provocar las carcajadas del público

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El arte clown tiene una vida milenaria. La mayoría de las civilizaciones, como China o Egipto, tenían su propio bufón que actuaba en la corte. Era un artista que solía tener libertad para hablar y criticar sobre los asuntos más diversos, pudiendo manifestarse contra las leyes y nomas del gobierno con total inmunidad. Es más, su hu-mor satírico, en ocasiones, incluso lograba cambiar la política de los gobiernos.

Con el paso de los años, la figura del clown ha ido evolucionando. Pueden identificarse varios tipos: el clásico payaso de nariz roja, Augusto; el mimo, habitualmente mudo; o el de cara blanca. Sin embargo, en la actualidad, existe una nueva visión del clown, más teatral y no tan vinculado al mundo del circo. Esta disciplina es la que Elena Olivieri trata de transmitir a sus alumnos del Ta-ller de Clown, organizado por la UCA dentro de su programación de Cursos de Verano. «El clown que nosotros trabajamos se basa en la apertura, la escucha y la complicidad, ya sea con los propios compañeros y con el público, con el que se establece una relación directa», explica Elena.

Este provocador de sensaciones y emociones debe mostrarse vulnerable, sin tapujos, como un niño inocente que no conoce la desconfianza y la maldad, y no esconde sus debilidades, sino que se ríe de ellas. «El clown es muy humano, no es pesimista y trabaja con su propia estupidez. Igual que un niño, al lanzarle una pelota, la recibirá con los brazos abiertos y con el rostro lleno de emoción», señala esta profesora.

Es preciso abandonar tabúes, miedos, pudores e incluso el sentido del ridículo que siempre acompañan para poder sacar el niño que todos llevamos dentro. Asimismo, el perfecto clown expresa sus emociones de forma extrema, puede pasar de la total alegría a la absoluta tristeza.

Sin interpretación

El clown no es un actor al uso, que interpreta a un personaje, sino que él mismo es el personaje, que vive y reacciona de manera natural a cualquier impulso o estímulo externo. «Es cómico por ca-sualidad, puesto que no provoca la risa del público de manera intencionada, sino que por sus acciones y expresiones, en el momento menos pensado hará reir a los espectadores», comenta Olivieri. El clown ha de existir forzosamente dentro de uno mismo.

Tal como sostiene Roberto Benigni «el actor inventa o interpreta a un personaje , mientras que el payaso en-carna al suyo propio».

Un payaso auténtico no actúa, no se esconde tras su disfraz y su maquillaje, es él mismo, se desnuda delante del público. A ser clown no se aprende como se asimilan otras disciplinas, está dentro de uno mismo, pugnando por salir, sólo hay que liberarlo de las barreras y las máscaras que cada cual se pone y dejar que afloren los sentimientos más íntimos.

De esta manera, la técnica clown provoca una introspección en las personas, que se redescubren a sí mismas. «Decidí apuntarme cuando leí lo que ponía en el programa de actividades de la UCA: que este curso nos revelaría el placer de mostrarnos tal y como somos, el placer de fracasar, de ser tontos, de volver a ser niños traviesos. La verdad es que estoy muy contenta, me está ayudando a crecer como persona», asegura Ana Delia Olvera, una de las alumnas del taller.

Los alumnos aprenden desde el principio que el arte del clown no consiste en «hacerse el gracioso», sino en actuar de manera humana, así las carcajadas vendrán solas. «Aunque no lo parezca, el público nota esa honestidad», sostiene Elena. Por otro lado, hay que decir que en general, son optimistas, pero el carácter propio de cada uno juega un papel importante, pudiendo encontrarse algunos serios y malhumorados.

«La verdad es que no sabía de qué iba el curso, pero me parecía muy interesante. Me he dado cuenta que no tiene nada que ver con lo que popularmente entendemos como payaso, es mucho más complejo de lo que parece. Es una investigación interior», explica otro alumno, Joaquín Hidalgo.

Fuera tópicos

Sobre el vestuario del clown, contrariamente a lo que se cree, no consiste en el habitual atrezzo de payaso clásico con peluca de rizos rojos, chaqueta de colores estridentes y zapatos descomunales, sino que tienen cabida todo tipo de disfraces.

«Debe potenciar la estupidez, por tanto, en las clases nos disfrazamos de curas o monjas, boy-scouts, niños de primera comunión...», explica Elena, que a su vez añade «lo único que prevalece del clown tradicional es la nariz roja, que se usa porque aporta tontuna, pero también ternura», defiende la maestra de ceremonias. A pesar de ser un arte milenario, esta rama de las artes escénicas ha experimentado un importante auge durante los últimos años, aumentando el número de espectáculos en los teatros de todo el mundo, así como el de los cursos y talleres, que como éste, pretenden trasladar la esencia de esta disciplina a todos los que estén interesados en ella.

«La figura del clown siempre ha existido, pero sí es verdad que se ha ido redescubriendo poco a poco. Además, se ha desvinculado del circo para trasladarse a las tablas. Creo que se debe a que es un trabajo muy auténtico, en el que uno se enfrenta a sí mismo», apunta Elena Olivieri, monitora del taller.